Seguir preguntándose, después de medio siglo, si el golpe de Estado de 1973 fue o no inevitable, me luce como uno de los tantos escapismos de la historia. ¿Pudo evitarse la toma de la Bastilla, el asalto al Palacio de Invierno, el ataque al Capitolio o la victoria electoral de Donald Trump?
Más relevante —por no decir patriótico— sería analizar por qué no hemos promovido, forjado y consolidado políticas de reconciliación. En estos tiempos recios a nivel global, en que el sustantivo “guerra” puede prevalecer sobre el adjetivo “comercial”, Chile requiere un mínimo de sabiduría política, para intentar una efectiva (no retórica) unidad nacional. (El Mercurio Cartas)
José Rodríguez Elizondo



