5 de octubre

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Al conmemorarse 30 años del triunfo del NO en el plebiscito del 5 de octubre de 1988, se ha generado una lucha interpretativa acerca de su significado histórico. Sectores de la derecha sostienen que el plebiscito del 88 habría sido un evento electoral en que ambas opciones -el SÍ y el NO- tenían la misma legitimidad. Por tanto, se puede celebrar el NO habiendo votado por el SÍ, obviando que el SÍ significaba la prolongación de Pinochet en el poder por ocho años más, lo que equivalía no solo a prolongar el autoritarismo, sino también a validar la represión y las violaciones a los derechos humanos ocurridas previamente.

Desde otros sectores -algunos protagonistas de la opción NO- se ha intentado otra operación interpretativa: desligar el plebiscito del 88 de las luchas anteriores, arguyendo la existencia de diferencias de estrategia en la oposición. Cabe recordar que ningún sector político se planteó antes de inicios del 87 participar en el plebiscito del 88 y a todos costó llegar a esa definición, hayan sido más o menos “insurreccionales”, porque era complejo de asumir la viabilidad política y electoral de derrotar a la dictadura mediante un plebiscito convocado bajo sus reglas del juego y concebido para perpetuarse.

Pero más allá de ello, pretender desligar el triunfo del NO del esfuerzo de quienes organizaron la oposición en los años de dictadura, participaron en las movilizaciones y protestas, y por esas acciones fueron perseguidos, muertos o hechos desaparecer, constituye una mezquindad y un intento de “privatizar” el triunfo del NO. La movilización y el despliegue organizativo que se dio en torno al plebiscito solo fue posible por una larga historia de construcción de un tejido social y político democrático que fue el que creó las condiciones políticas nacionales e internacionales que impidieron un fraude electoral ese 5 de octubre.

Otra versión, tal vez la más radical, que desliga el triunfo del NO de las movilizaciones sociales es la que propone la película “NO” de Larraín, que endosa los méritos principales a los publicistas de la franja del NO. Los verdaderos héroes de la jornada serían quienes introdujeron las lógicas publicitarias en la propaganda política. Nuevamente se arroja fuera de la historia el protagonismo popular de esos años.

El denominador común de las interpretaciones más conservadoras del plebiscito del 88 apunta a desdramatizar las opciones en juego o bien a elitizarlo, invisibilizando el rol que jugó antes y durante ese momento histórico la sociedad organizada y movilizada. Pugna interpretativa que no es ajena a aquella sobre la valoración de la transición y a esa pregunta todavía abierta de si se pudo haber dado, o por qué no se dio, una mejor continuidad estratégica, en los meses y años siguientes, al triunfo del NO, que hubiese permitido dar paso no a una democracia tutelada sino a una plena democracia. (La Tercera)

Ernesto Águila

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