Es sorprendente cómo, en las cuestiones de dinero y política, el panorama del candidato Sebastián Piñera puede cambiar de un día para otro en ciento ochenta grados.
Lo primero fue su publicitado anuncio -un “gesto” unilateral jurídicamente hablando-, de que constituiría un fideicomiso ciego asumiendo obligaciones más allá de las exigidas por la ley e incluyendo en éste a su señora e hijos. Piñera fue el único entrevistado y se explayó remarcando lo personalísimo de su decisión.
El candidato no aclaró, sin embargo, que a continuación de este “gesto”, debería tener lugar un “acto” muy formal, que sí debía ajustarse a la ley y respecto al cual el “gesto” no tenía ninguna posibilidad de realización material. En efecto, correspondía efectuarse la declaración de patrimonio exigida de conformidad a la ley. Dicha declaración obligatoriamente debía circunscribirse al candidato, excluyendo a la esposa e hijos. Además, el valor de los bienes inmuebles se declararía conforme a su tasación fiscal, mientras que tratándose de acciones o valores mobiliarios se informarían por su valor libros.
El “acto” se presentó a la autoridad en forma reservada, pero fue conocido y revelado por la prensa. El resultado de esto fue que los puntos de mayor interés periodístico del fideicomiso, dados a conocer profusamente por el propio Piñera, no coincidieron con la realidad. Así, de la noche a la mañana, la repetida noticia terminó con decepción y críticas después de que La Tercera recordara que un patrimonio conocido por la opinión pública en torno a los US$ 2.700 millones, según la revista Forbes, disminuía a US$ 600 millones y excluía a la familia cercana, todo ello según el “acto” oficial entregado a la autoridad de acuerdo a la ley.
Resulta inexplicable, a estas alturas de su experiencia política, que una mente inteligente y sagaz como la de Piñera no previniera la profunda grieta entre el mensaje y – desde luego, siendo un tema tan sensible- las expectativas que éste generaría- y la realidad que finalmente salió a la luz.
El “gesto” tan generoso y grandilocuente que difundió por la prensa como un hecho consumado no es más que un anuncio de algo que ocurrirá y al que aún le quedan muchos pasos por cumplir, lo que exigía mayor calma, quizás más ponderación y menos pirotecnia, sobre todo teniendo en cuenta las reacciones que genera en la opinión pública todo lo que tenga que ver con platas relacionadas de cualquier forma con la política. Más aún en su caso, en que es de sobra conocido que el tema del dinero es la principal herramienta de batalla de sus adversarios políticos y, suponemos, es la razón que lo habrá llevado a pensar en un plan de administración por terceros “más allá de la ley”.
Pero pudo más la naturaleza impulsiva de Piñera. Porque al final se difuminó el sentido del fideicomiso, la gente quedó confundida entre el “gesto” anunciado y el “acto”.
El propio Piñera quedó enredado, algo así como si tuviese que explicar la trama del libro de Martin Amis: “La viuda embarazada”. (La Tercera)
Alvaro Ortúzar