Las perspectivas de crecimiento para este año y para 2019 bordean el 4%, lo que representa un aumento significativo respecto de lo observado en los últimos años. De ahí en adelante, sin embargo, la pregunta está abierta. Los ruidos externos, la caída de la bolsa y la debilidad del peso levantan legítimas inquietudes. ¿Qué esperar?
La tasa de crecimiento de tendencia se ha estacionado en valores algo superiores a 3%. Ello significa que, una vez eliminado el exceso de capacidad que acompañó a los años de bajo crecimiento, la economía debiera andar entre 3% y 3,5%. Las holguras no son tan amplias como en otros ciclos en el pasado -en buena parte porque el menor crecimiento de los últimos años refleja exactamente la caída en el crecimiento potencial-, por lo que dos años creciendo en torno al 4% parecen suficientes para eliminarlas.
Así, para sostener este dinamismo desde el 2020 en adelante y superar la fuerza de gravedad que empuja hacia el 3% se requiere algo más. Los ruidos del cóctel que combina alzas de tasas en Estados Unidos, el esfuerzo por controlar la deuda en China y una guerra comercial que no da señales de frenarse sugieren que no será el impulso externo lo que haga la diferencia. Si algo, los riesgos externos apuntan a la baja.
Por ello, el esfuerzo debe ser interno, con propuestas en áreas clave que estimulen el crecimiento de mediano plazo. Estrictamente hablando, esta debiera ser una prioridad permanente. En parte, porque la dicotomía entre crecimiento y distribución del ingreso está lejos de ser cierta. En un mundo integrado, el costo de las políticas que desincentivan la inversión y deterioran la productividad recae con mayor fuerza en los sectores de menores ingresos, cuyas opciones de trabajo y movilidad están más restringidas.
El proyecto tributario del Gobierno es una buena oportunidad para corregir ciertas trabas al crecimiento. La propuesta reconoce que un cargo excesivo a las rentas del capital -como el que ha experimentado Chile en los últimos 10 años- ha afectado la inversión, y se hace cargo de la apretada situación fiscal. Es sensata y equilibrada, lo que facilita su discusión en el Congreso. El país demanda un acuerdo duradero en esta materia. De lograrse, ello podría ser un catalizador para un aumento más sostenido en la inversión. (El Mercurio)