Por favor, ¡no más museos!

Por favor, ¡no más museos!

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La montaña rusa, la legendaria Monga -¡cómo ha influido en nuestro vocabulario!- y la mansión siniestra se cambian de casa. Es muy posible que Fantasilandia abandone el Parque O’Higgins cuando termine la concesión municipal, en 2022. Una opción es que se mude a San Bernardo, en busca de más espacio.

Estupenda noticia. Puede que para mojarnos en el tsunami tengamos que ir más lejos, pero el centro de entretención podría generar un atractivo polo en alguna comuna de la periferia. Y el Parque O’Higgins, a su vez, recuperará una esquina generosa, con amplios accesos y árboles crecidos.

Qué buena oportunidad para hacer un proyecto serio y a largo plazo, que recupere el espíritu con que se creó el antiguo Parque Cousiño, como un gran pulmón verde en torno al espacio para desfiles militares. Ojalá se planifique allí un parque-parque, con buenas ciclovías, juegos infantiles y vegetación sustentable. Y no que lo llenen de construcciones y negocios, como ha ocurrido en tantos parques chilenos.

No estaría de más incluir un recordatorio de don Luis Cousiño, injustamente olvidado y artífice del parque que le cambió la cara a la antigua Pampilla (dicen que se preocupó hasta de los uniformes de los 25 guardaparques). Y, por favor, que al Presidente de turno no se le ocurra agregar allí un nuevo museo. Antes se debieran recuperar varios museos cercanos, que requieren ayuda urgente.

Menciono solo cuatro, para empezar:

1. El más popular, el más antiguo y el más visitado de nuestros museos tiene su segundo piso clausurado desde 2010. El Museo de Historia Natural se ha modernizado y ha montado atractivas muestras, como la de dinosaurios americanos. Pero el espacio de la Quinta Normal requiere una inyección de recursos para devolverle su esplendor al edificio, habilitar el segundo nivel y levantar nuevos depósitos en otro lugar (existe un interesante proyecto para recuperar los hangares de Cerrillos y resguardar ahí las colecciones).

2. Ir al Museo de Bellas Artes a conocer su colección artística puede ser decepcionante. Aunque debiera ser el principal foco del lugar, se ve arrinconada y disminuida. Sería un gran paso que gran parte del noble edificio se destinara a desplegar la historia de nuestra plástica y que el MAC tuviese una sede nueva, de arquitectura moderna y vibrante. Es difícil -el MAC es de la Universidad de Chile-, pero valdría la pena intentarlo.

3. Hito de nuestra historia y arquitectura (es una valiosa residencia colonial de dos pisos), el museo que cobija la casa de don Mateo de Toro no se reabre desde el terremoto de 2010. Con un buen empujón, la Casa Colorada y su patio podrían ser un lugar privilegiado para recibir a los turistas, ofreciéndoles una historia de la ciudad y un buen café de grano.

4. La calesa de Marco del Pont, los anteojos de Allende, la espada (hoy perdida) de Manuel Bulnes y la historia de nuestra democracia merecen más espacio y protección. El Museo Histórico Nacional está bien mantenido y la habilitación de su mirador fue un acierto, pero al museo le llora una ampliación: existe un diseño arquitectónico que espera hace años que lleguen las platas.

Partamos por potenciar nuestros museos céntricos y nuestro parque. Luego vemos cómo seguimos. (El Mercurio)

Elena Irarrázabal

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