Frente Amplio y “actitud conservadora”-Juan Ignacio Brito

Frente Amplio y “actitud conservadora”-Juan Ignacio Brito

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Una porción considerable del país piensa que en el Frente Amplio (FA) hay algo nuevo y atractivo. Le parece seductora la receta propuesta por jóvenes entusiastas e impolutos, en especial si viene sazonada con un toque de rebeldía y desparpajo.

Como una cosa es el mapa y otra distinta el territorio, la experiencia práctica ha ido horadando esa imagen inicial. La pretensión redentora del FA ha chocado de frente con los hechos: con más infantilismo que sentido de la realidad, ha promovido intentos fallidos para destituir al fiscal nacional, al ministro de Salud y a tres jueces de la Corte Suprema; ha sufrido divisiones y enfrentamientos internos; ha sufrido con el personalismo de varios de sus líderes; y ahora enfrenta el episodio protagonizado por los diputados Boric y Orsini, cuya inconsulta y secreta visita a París indignó a la derecha (hasta hace poco encantada con el primero por haber participado en la comisión sobre la infancia y criticado al régimen venezolano) y caldeó los ánimos en la coalición de izquierda. Todo esto cuando aún no se cumple un año del batacazo electoral que significaron la votación de Beatriz Sánchez en las presidenciales y el buen resultado en las parlamentarias. ¡Cuánta verdad hay en eso de que lo más difícil es administrar el éxito!

A nadie le resulta sencillo darse cuenta de que la ilusión que uno se ha creado sobre sí mismo no responde a la realidad. Hasta ahora, el mesianismo y la utopía han sido parte esencial de la propuesta del Frente Amplio. Son elementos que le han servido para atraer y convocar electores. Hoy, cuando ya han llegado a posiciones relevantes de poder, sus dirigentes deben tomar una decisión: ¿siguen habitando en el confortable -pero fantasioso- mundo del voluntarismo o se mudan al incómodo -pero real- lugar donde las cosas son como son?

El filósofo Michael Oakeshott señalaba que todos los seres humanos llegamos a un punto en que enfrentamos lo que el novelista Joseph Conrad llamaba “la línea de sombra”. Cuando la cruzamos, entramos a lo que calificaba como “un mundo sólido de cosas, cada una con su forma fija, cada una con su propio punto de equilibrio, cada una con su precio; un mundo de hechos, no una imagen poética”. Al atravesar la imaginaria “línea de sombra”, sostenía Oakeshott, se adquiere la “actitud conservadora”.

Sería ridículo pedirles a los muchachos del Frente Amplio que sean conservadores. Pero sí puede reclamárseles, si quieren dejar atrás los traspiés que han protagonizado y aspiran a dejar huella sustantiva, que crucen por fin su línea de sombra y adopten la “actitud conservadora”, que es la que distingue al aventurero soñador del político con los pies puestos en la tierra para servir al bien común. (La Tercera)

Juan Ignacio Brito

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