Atento a la contingencia política ha estado el ex líder de RN, Carlos Larraín. Y es que pese a la distancia que ha cultivado desde que dejó su cargo como senador en 2013 y comenzó a dedicar más tiempo a su estancia en la Región de Magallanes, no ha dejado de seguir los pasos del segundo periodo del Presidente Sebastián Piñera en La Moneda.
En ese contexto, y minutos después de regresar desde la zona austral a Santiago, el ex parlamentario conversó con Emol sobre el complejo proceso de negociaciones que se ha desarrollado entre el Gobierno y la oposición, el cual hasta ahora tiene entrampadas las reformas emblemáticas del Ejecutivo, como la tributaria y la de pensiones.
—¿Cómo evalúa el clima de punto muerto que existe entre Gobierno y oposición?
—»Creo que no es como para caer en pánico. Lo que está ocurriendo es parte del juego político. Efectivamente sucede que en el grupo opositor hay poco ánimo de conversar y eso siempre es malo para el proceso, pero no creo que esto vaya a terminar en un congelamiento». «O sea, hay que mantener los canales abiertos y confiar en que hay deseos de resolver las cosas, hoy día por ejemplo salió una carta de una docena de gremios que pedían que por favor no se detenga el empeño de reexaminar las normas tributarias, porque ellos palpan día a día la complejidad del sistema vigente».
—¿Cómo cree que se puede llegar a acuerdos? Porque según la oposición el Gobierno no ha hecho gestos genuinos para poder llegar a alguna solución…
—»Yo creo que el Gobierno si ha hecho más de un empeño por resolver las aristas que más aprobleman a la izquierda. Pero claro, la izquierda tiene que tratar de resolver el drama permanente que tiene. ¿Cuál es el drama permanente? Es un problema de personalidad, de distorsión». «La distorsión consiste en que la izquierda cree que todo se arregla con una mayor carga tributaria, tienen el tic de los impuestos y no se dan cuenta que los impuestos afectan la inversión, que la inversión afecta el trabajo, que cuando hay menos trabajo hay menos prosperidad. En fin, es un enfoque que tienen, el cual es muy difícil pasarlo».
—En el oficialismo se ha advertido cierto grado de desaliento por las dificultades que ha enfrentado para poder encauzar su agenda. ¿Ha podido percibir lo mismo?
—»No, no he percibido eso. Creo que hay al contrario, un empeño constante por tratar de superar la coyuntura política, pero tampoco podemos ignorar que el Gobierno es minoría en las dos cámaras y eso es un asunto que debió haberse tratado cuando hubo elecciones parlamentarias«. «Y en las elecciones parlamentarias se presentaron en claras dificultades, conectadas a una candidatura presidencial que no tenía perspectiva ninguna, como fue la que impuso el Gobierno de entonces el año ’13. Entonces, aquí se están pagando los pecados anteriores, como suele pasar en la vida». «En mis tiempos, había una película mexicana que se llamaba ‘su pasado lo condena’. Somos minoría porque no se hizo lo que había que hacer para obtener una mayoría. Es decir, como suele ocurrir en la derecha, los actores políticos fueron despreciados».
—¿Quién tiene que dar el paso definitivo para poder avanzar? Porque así como están las cosas es posible que no se apruebe la idea de legislar las reformas.
—»Bueno, impedir que se analice siquiera a fondo el tema en sede parlamentaria, es el colmo de la obcecación. Eso es lo que resulta de la negativa a aprobar la idea de legislar. ‘Nosotros no queremos hablar del asunto, yo soy así, como quien dice y nadie me va a encontrar un lunar’». «Muy bien, seguimos como estamos. El rendimiento de la reforma tributaria fue inferior al esperado y si quieren que las cosas sigan así, bueno, que sigan así. O sea, si la izquierda se quiere dar el gusto de fregar al Gobierno, de obstruirlo, el costo lo va a pagar el país completo».
—¿Cómo ha evaluado la gestión del Presidente Piñera y la proyección de la centroderecha?
—»Es un poco prematuro para juzgarla, pero la derecha tiene posibilidades en la próxima elección presidencial si acaso de una vez por todas se da preminencia a los actores políticos. La política tiene que subir en la escala de prioridades en la mentalidad de derecha». «No se va a resolver el cuadro político simplemente mejorando la cosa económica y al fin y al cabo, tenemos que considerar que crecer a un 3% ya es un crecimiento respetable. Es decir, en esta etapa hay que priorizar a los actores políticos para poder tener una prolongación«. «Los gobiernos se juzgan no solo por los resultados económicos y de empleo, sino también por la sucesión que logran dejar. Si fracasan en dejar a un sucesor que mantenga la continuidad, bueno, ahí hay un serio tropiezo político».
—¿Cómo ha visto al Presidente y su gabinete en esa tarea? ¿Es necesario un cambio en el corto plazo?
—»A mí me parece que la gestión del Gobierno en estos primeros doce meses ha sido muy buena y todavía tiene que expandir, eso si, el lóbulo político. Pero todo se puede mejorar». «No es necesario hacer un cambio de gabinete. Si hay que dejar que los ministros que están a cargo se expandan, se esponjen y den todo lo que pueden dar, hay que dejarlos lucirse. Esa es mi receta para el actual gabinete».
—Y para que se luzcan, ¿ellos tienen que ser más protagonistas o el Presidente quizás los opaca un poco?
—»Ellos tienen que ser más protagonistas, porque hay buena materia prima».
—El Presidente ha tenido una activa agenda comunicacional y alta presencia mediática por un lado, y por otro ha encabezado reuniones y negociaciones cerradas con la oposición en La Moneda. ¿Es correcta esa estrategia?
—»Se está arriesgando mucho, pero parece que no le llega al corazón de la izquierda. No le ha ido bien, la izquierda no afloja». «Personalmente, creo que el Presidente de la República debe ser por sobre todo el jefe del Estado. No puede estar tan expuesto a la metralla, porque en una de esas pierde el prestigio que la figura presidencial requiere para dirigir un país que tiene que resolver varias cuestiones». (Emol)