El origen esencial de la explosión social es la sensación de abusos y sobre todo la inequidad de ingresos, que origina y facilita los abusos. Así, aunque el Índice de Gini haya mejorado mínimamente en tres décadas, el 1% más rico de Chile se lleva el 33% del PIB cada año, mucho más que en EE.UU. y Rusia, 20%, los países que nos siguen. Somos campeones mundiales en este indicador, que incluye las ganancias de capital.
En el otro extremo, están los Países Bajos y Dinamarca con 6%. Con ese magro 6% los ricos daneses lo pasan muy bien. Aceptan pagar impuestos altos, pues saben que reciben servicios adecuados y de calidad de su Estado, y aseguran la paz social en su país. Sus autoridades andan en bicicleta. Hay una inevitabilidad política y socioeconómica de un modelo socialdemocrático para Chile: un capitalismo de mercado, una variante estilo Alemania, Islandia, Canadá, Nueva Zelanda o Finlandia. En un país con la trayectoria de inequidad y vejaciones que ha tenido el nuestro, es la única vía pacífica al desarrollo. Por ello, el principal acuerdo empresarios – trabajadores – derecha – izquierda debe ser la velocidad y ritmo de estos cambios… como ha ocurrido en los países OCDE.
Las alternativas son dos: un modelo como el cubano o el venezolano, que ha demostrado su fracaso, o un modelo como el norteamericano, de alto ingreso, pero con mendigos en las calles, estudiantes endeudados, y numerosas cárceles repletas.
Los países OCDE por su parte, muestran una tendencia indesmentible: entre 1965 y 2014, a medida que el PIB per cápita fue aumentando, desde un promedio de US$ 14 mil a US$ 36 mil por año, la suma de la carga tributaria más las contribuciones sociales fue también aumentando continuamente desde 25% del PIB hasta 35% en promedio, y en muchos casos superando el 40%.
Chile está hoy como el promedio de la OCDE estaba en 1965, y su trayectoria tributaria futura es inevitable, a medida que las clases medias más educadas vayan exigiendo más prestaciones de parte del Estado. Por cierto, aumentar la carga tributaria conlleva un requisito sine qua non: modernizar el Estado y mejorar su eficiencia y transparencia, para administrar los recursos adicionales y dar garantías de que gastará esos recursos bien, prestando servicios de calidad. La modernización del estado es por ende un requisito indispensable.
Nuestro gran pacto social, para los próximos 30 años, consiste en definir cuales serán los deberes del Estado respecto a sus habitantes, en materia de pensiones, salud, educación, transporte y salarios; definir cuánto costará esto en una trayectoria gradual; y en consecuencia, cómo deberá ir incrementándose la carga tributaria, especialmente de los más ricos, para financiar estas prestaciones.
La socialdemocracia es la única alternativa posible para Chile, y de adoptarla como modelo, el país cambiaría de una espiral de deterioro a una de progreso y de solidaridad entre sus ciudadanos. (La Tercera)
Mario Waissbluth