Esto generó un efecto dominó a nivel de gremios, que rápidamente solicitaron igual privilegio injusto. Y el mismo ministro Palacios que llamó flojos a los dirigentes docentes —permitiendo que su demanda egoísta fuera cubierta por la retórica victimizante de siempre— se ha convertido en el máximo promotor del interés sanitario de muchos de esos grupos.
Es hora de que el Gobierno —cuyo rol principal es resguardar el bien común— ponga orden. Si bien es cierto que el ritmo de vacunación logrado es una proeza que nos aproxima cada día más hacia la llamada “inmunidad de grupo” (70% vacunado), también lo es que la forma en que logremos esa meta no da lo mismo. Hay vidas en juego, pero también hay principios de justicia básicos amenazados, sin los cuales la convivencia política se convierte —parafraseando a Agustín de Hipona— en una guerra de bandas de ladrones. Es momento de ordenar de nuevo la fila, poniendo a quienes más lo necesitan —por riesgo directo, edad y condición de salud— primero. (El Mercurio Cartas)
Pablo Ortúzar Madrid
Investigador IES