Para no ser talibanes

Para no ser talibanes

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Causa espanto ver las imágenes de los talibanes en Afganistán. Es la constatación de lo que sucede cuando los seres humanos carecen completamente de civilidad: ese concepto indispensable en sociedad, que hace referencia a normas acordadas de comportamiento que rigen a una comunidad. Es la urbanidad, la convivencia con respeto. La civilidad es el pegamento que une a las personas en la vida pública, en la polis. Si no existe esa convivencia cívica, surge el caos.

Los talibanes son señores de la guerra, del combate fundamentalista, del sometimiento brutal. Los civilizados, en cambio, son los que respetan leyes acordadas, aprobadas libremente por toda la comunidad. No subestimemos la rapidez con que se puede pasar de la civilización al caos.

En Chile hace tiempo que hemos ido olvidando la importancia del respeto cívico. No estamos en un caos, pero sí en un ambiente odioso, que se vive en la calle, con la falta de respeto y cordialidad en el trato interpersonal; entre muchos parlamentarios, con actitudes poco decorosas, o en la Convención Constitucional, en que chilenos se desprecian por sus diversos orígenes e incluso algunos pretenden eliminar un símbolo clave de nuestra civilidad: el concepto de república y todo su significado de organización nacional, con representantes elegidos y separación de los poderes públicos.

Se ha diluido entre nosotros la idea de que la libertad termina donde empieza la del otro. Cuando actuamos sin consideración, lo que afectamos es la confianza. Sin confianza en que los demás respetarán mi opinión, mi integridad y mi esencia, viene el miedo al otro, que es el origen de muchos males sociales. Entre esos males están las funas, verdaderas actitudes talibanas para anular a una persona por no compartir su punto de vista o su visión política. Y no hemos visto a los parlamentarios ni a los constituyentes rechazándolas con firmeza.

Lo que se suele olvidar es que la civilidad es gratis. No se necesita ser un país rico o ultradesarrollado para ser civilizado. Es sin costo para el erario nacional dar buen ejemplo, desde los altos cargos políticos, de respeto y de argumentación sólida y fundamentada. Y tampoco cuesta ni un solo peso recuperar la autoridad de los padres, para enseñarles a los niños a ser amables y acatar normas.

La civilidad es un conjunto de hábitos y actitudes para existir en paz. Sin ellos no hay la mística necesaria para ver a Chile como una patria, es decir, el lugar donde las personas se sienten vinculadas por razones afectivas. Aunque parezca anacrónico para algunos, el concepto de patria es pertenencia, y es lo que puede sacarnos del individualismo y conducir a una convivencia más armónica y feliz. (El Mercurio)

Karin Ebensperger

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