La UDI no es un partido más. Como el PR, el PRI o el PC. La UDI es un proyecto histórico muy exitoso, que rompe desde el mesianismo gremialista UC la lógica de fronda de la derecha histórica, cuya expresión de decadencia final fue el Partido Nacional, que no pudo detener la Reforma Agraria de Frei ni supo evitar el triunfo de la Unidad Popular.
La UDI es la confluencia en una orgánica de carácter leninista, disciplinada, monacal, una trenza de los diversos ethos de la derecha social y económica: por cierto, los directorios de las grandes empresas y el dinero de la industria financiera nacida al alero del autoritarismo pinochetista, como ha quedado en evidencia con el caso Penta. También convergen ahí el catolicismo preconciliar, los colegios confesionales encumbrados en la cordillera, la cultura jurídica tradicional, cuyo espíritu recorre las páginas de la Constitución del 80, y amplias y efectivas redes en los medios del establishment.
Sin embargo, su rasgo más distintivo es su sentido del poder, esa noción hacendal y tan chilena que reconoce sin necesidad de hablar a quienes mandan y quienes obedecen. Sin ninguna timidez ni duda existencial, la UDI ha golpeado la mesa cada vez que algo simplemente no le parece. Lo hizo, por ejemplo, cuando exigió al Gobierno de Lagos que el diario La Nación dejara de cubrir el caso Spiniak, so pena de enfrentar una batalla frontal en el Congreso para lo que quedaba del periodo presidencial. Eso le costó la salida al director del periódico, Alberto Luengo, ordenada por el ahora ícono progresista, Francisco Vidal, que entonces oficiaba de vocero del Presidente de la izquierda que los empresarios amaban. El diseño institucional chileno planificado por Jaime Guzmán, sus mecanismos contramayoritarios, sus dispositivos electorales y perfectamente jurídicos, expresan esa capacidad de veto, esa fuerza para dirigir los hilos sin necesidad de ganar el Gobierno.
Es ese mismo sentido de los que mandan el que permite que la senadora Ena von Baer ni se arrugue para negar haber recibido platas de Penta ante las cámaras de televisión y, una vez que aparecen los mails donde mendiga ayuda financiera al “Choclo” Délano, señale que hay que esperar la investigación en curso.
La misma que le permite al timonel gremialista, Ernesto Silva, decir que los parlamentarios reciben muchas y diversas opiniones, para explicar el mail donde Carlos Eugenio Lavín le pide que opere contra un proyecto del Gobierno de Piñera y a favor de los intereses de las isapres, industria de la que Penta obtiene parte importante de ese botín que luego va a financiar campañas UDI.
Lo que en cualquier democracia occidental ameritaría asumir una responsabilidad política, explicar, pedir disculpas, expiar la indignación pública de alguna manera, respetar aunque sea un poquito al ciudadano que eligió a senadores y diputados que hacen las leyes para después enterarse de que no las cumplen, que las burlan organizada y sistemáticamente, pues bien, en el Chile de los que mandan los que obedecen solo pueden rabiar por las redes sociales. La responsabilidad política, una idea liberal, ilustrada, quizá de qué libro satánico, propia de la derecha boutique, es demasiado sofisticada para los señores de la Querencia.
Ni lo de Silva ni lo de Ena es casual. Es evidente su mimetismo con la estrategia y actitud de su padrino político, el ex senador Jovino Novoa, a quien el caso Penta ha revelado como el verdadero factótum UDI. El dueño de la billetera, el número 10 en la cancha que elige a quien pasarle la pelota y a quien no. Al que todos admiran y temen. Tanto que cuando Golborne sangraba en el suelo en medio de su aventura presidencial y las bases empezaban a soñar con Longueira, este esperaba tranquilo en su oficina del Ministerio de Economía y les decía a sus partidarios: “Bueno, pero primero que me llame Jovino”.
Esa es la fuerza de Novoa, el titiritero de las boletas truchas para desnivelar aún más la cancha, porque los aportes reservados tienen tope y no alcanzan para repletar las calles de Chile de muecas con consignas y sonrisas tontas. Porque eso es la disputa electoral en esta lógica: una gran estrategia de marketing (la disciplina favorita del “Choclo” Délano), una industria millonaria vacía de sentidos y reflexión.
¿O no se acuerda lo que dijo y cómo lo dijo Jovino Novoa, cuando apareció por primera vez su nombre en el caso Penta? Escoltado por sus boys, fuera de la sede de la UDI, señaló categórico: “La publicación en lo que se refiere a mi persona es absolutamente falsa. No existe ni ha existido un sistema de financiamiento ilegal para la UDI. Yo jamás he participado en ningún financiamiento que no esté de acuerdo a la ley de financiamiento de los partidos y jamás he actuado en forma ilegal en mi vida”. Y a continuación, con tono firme y convicción amenazante, señaló: “De la publicación hecha por Ciper sí se pueden desprender conductas ilegales: la primera es la supuesta acusación calumniosa hecha por el señor Hugo Bravo; la segunda, es la reproducción maliciosa que un medio de comunicación hace de esa acusación; y la tercera, es la filtración de datos que supuestamente existen en un expediente secreto”.
Exactamente esa es la estrategia de apretar los dientes, aguantar a que pase el chaparrón y continuar como si nada. Salir jugando y negar, y negar mil veces aunque sea cierto. Y callar y evadir. Y acusar que el delito es la filtración, que el delincuente es el medio que publica, que el fiscal está fuera de la ley. Así, con cara de póquer perfecta.
Porque nadie le va a quitar a la UDI su asiento en el directorio de TVN, su hombre en el Tribunal Constitucional, su personero en el Banco Central, su cuotita en el CNTV. Porque Ena votará la próxima ley sentada en el Senado, muy campante, porque a Silva lo van a seguir entrevistando y él va a responder como si nada y luego le dirán muchas gracias por venir.
Apretar los dientes, porque los que mandan no tienen que explicar nada que no quieran, porque el votante da lo mismo, porque la legitimidad de la representación es un chiste cruel del que no se acuerda Amaro Gómez-Pablos cuando hace llamados flamígeros para concurrir a las urnas a esas señoras que lo encuentran tan buenmozo y educado, y celebramos la notable cultura cívica de los chilenos y la cacha de la espada.
Apretar los dientes, porque para la próxima vamos a raspar la olla igual, en otra parte, y se van a demorar 15 años más en darse cuenta de que igual hacíamos trampa. (El Mostrador)