Siempre ha sido una de las figuras más criticadas del bacheletismo, generando más cuestionamientos y odiosidades que lealtades. La lista de reclamos en el oficialismo contra la jefa de la SECOM, Paula Walker, es extensa y tiene larga data, aunque desde los amargos resultados obtenidos por La Moneda en la última encuesta CEP, de principios de diciembre, arrecian en el seno del Gobierno y la Nueva Mayoría los dardos en su contra, al punto que no son pocos los que consideran que su otrora posición de poder absoluto está tambaleando.
Walker fue quien estuvo en Nueva York con la Presidenta Michelle Bachelet durante los años que dirigió ONU-Mujeres, lo que profundizó –afirman– la cercanía que ambas tenían desde el primer Gobierno, donde ejerció como la jefa de prensa de Palacio. Desde esos años se le ha criticado su trato duro y su inclinación a aplicar en forma excesiva la política del “secretismo”, la que tuvo su clímax durante la campaña presidencial del 2013, con una difícil y compleja relación con los medios de comunicación.
En el oficialismo siempre ha sido tema lo que se considera el excesivo poder que tiene Walker, que le otorga un gran ascendiente sobre la Presidenta por ser una de las personas a las que más “escucha”. Pero, por estos días, en La Moneda lo que más se comenta es que “eso ha cambiado”, que “ha perdido influencia”, que está “fondeada” y que eso sucede debido a que “hay suspicacias” de parte de la Mandataria con el trabajo de su mujer de confianza.
El 3 de diciembre, la encuesta CEP arrojó que la aprobación a Bachelet llegaba solo al 38%, cinco puntos más abajo que el nivel de rechazo a la Presidenta, que se empinó al 43%. Todo el gobierno estaba preparado para una baja en el sondeo, era previsible con la desaceleración económica y la crisis del metro que se registró justo cuando la muestra se encontraba en terreno. Sin embargo, la caída de 12 puntos en el respaldo a Bachelet fue un golpe demasiado duro. Ese mismo día fue el episodio del abrupto regreso de la Mandataria desde su gira por la VIII Región, lo que imprimió un mayor clima de crisis a la jornada.
Si bien algunos trataron una mala explicación, apelando a una exageración de los medios de comunicación para sortear la errática jornada, en el seno del Gobierno se reconocía que ese día quedaron de manifiesto las tensiones y malas relaciones que abundan en el segundo piso de Palacio –de Walker con la directora de programación y el director de políticas públicas de la Presidencia, María Eugenia Paris y Pedro Güell, respectivamente–, lo que llevó a una descoordinación que condujo a malas decisiones.
Desde entonces, en el Gobierno y en Palacio se comenta que hay “mucha presión interna” –desde ministerios, asesores de Gobierno e incluso dirigentes oficialistas– para una salida de Walker, ya que se le responsabiliza en gran medida de los errores del último tiempo. “Si la estrategia de la SECOM es solo proteger la imagen de la Presidenta, la caída de 12 puntos demuestra que están haciendo mal las cosas”, sentenció un alto dirigente de la Nueva Mayoría.
De hecho, la relación de Walker con la dirigencia del conglomerado oficialista está bastante estropeada, como reconocen ellos mismos, por la mirada antipartidos que consideran que tiene la jefa de la SECOM, lo que marca la relación con la Presidenta y “la lleva” a cometer errores no forzados. “Sí, los partidos están desprestigiados, pero sin partidos es bien difícil gobernar, aquí hay una pugna fuerte que lleva a muchos errores”, agregó un dirigente.
La forma en que se generó la salida de Helia Molina la semana pasada se agregó a la lista de desprolijidades que se atribuyen a Walker, puntualmente el inédito comunicado de prensa en que se recalca que sus dichos sobre los abortos en clínicas cuicas son una opinión personal y no representan al Gobierno.
Hay más de una versión de lo que realmente sucedió la tarde del 30 de diciembre, pero todos los caminos conducen a la SECOM. Que fue Walker quien ordenó al Minsal quitarle el piso públicamente a Molina, que la decisión de sacar un comunicado para desmarcarse fue de la jefa de gabinete de la Presidenta, Ana Lya Uriarte (PS), y que la SECOM solo corrigió lo redactado en Salud y que se limitó a agregar la conflictiva frase de que no representaba al Gobierno, la que dejó sin piso político a la titular de Salud. Es más, hay quienes dicen que la decisión del comunicado se tomó y bajó al Minsal sin avisarle al ministro del Interior, Rodrigo Peñailillo, que se le dijo cuando ya estaba en marcha esa orden, a pesar de que esa tarde los llamados telefónicos estaban a la orden del día.
En cualquier escenario el hecho fue considerado unánimemente un “error grave”, que llevó a que varios apuntaran a que Walker “se ha transformado en un problema, ya no los soluciona, sino que los genera”.
A esto se añade que en el Gobierno hay duros cuestionamientos al estilo de trabajo de Walker. Que es muy parca para “bajar las instrucciones”, que “lealtades y cariños personales le juegan una mala pasada” porque los impone a decisiones políticas necesarias, como las veces en que ha defendido a la jefa de prensa del Mineduc, Tatiana Klima, cuando se le ha querido sacar por los errores de su gestión, pero sobre todo –explican– que bajo su mando la SECOM dejó de ser una instancia de “coordinación con los ministerios” y se pasó a una que “impone órdenes”.
Ese último punto va unido a los reclamos internos en el Gobierno, que apuntan a una excesiva intervención de la SECOM en las distintas carteras, la que ha contribuido a eclipsar a los ministros.
Paula Walker y el ministro Peñailillo se conocen desde el año 2006, ambos pertenecen al círculo de confianza política y personal más estrecho de la Presidenta Bachelet, aunque la relación entre los dos se ha complicado con el tiempo. Ya durante la campaña presidencial se sabía de los continuos choques de criterio que tenían, lo que después de la crisis de los subsecretarios que empañó la asunción del mando y que llevó a la salida de la DC, Claudia Peirano, antes de asumir, dio paso a una pugna soterrada entre ambos una vez instalados en Palacio. Hay que recordar que, en ese episodio, se dice que Walker dio la orden de que todo el nuevo Gobierno se fuera de vacaciones, que no se hiciera ninguna vocería en dos semanas, a pesar de la lluvia de aprensiones que había sobre los nombramientos de otros subsecretarios.
Pero del gallito interno, afirman en el Gobierno diversas fuentes consultadas, se pasó a un comentado quiebre. Los equipos se reúnen formalmente todas las semanas, entiéndase la SECOM y comunicaciones de Interior los lunes, y Peñailillo y Walker en el marco del comité político de los viernes. Sin embargo, en el seno de Palacio la mayoría coincide en que la situación entre ambos es como un matrimonio mal avenido, que trata de aparentar públicamente, ya que es sabido que “la relación no pasa por un buen momento”, se menciona una “hostilidad” mutua y que “ya no se hablan hace un tiempo”.
La mala relación tomó cuerpo por distintos factores, explican, desde el hecho de que Peñailillo, ahora como ministro del Interior, se desenvuelve con una autonomía que no sería del agrado de Walker, a lo que se agregaría una abierta discrepancia de la jefa de la SECOM con el jefe de asesores de esa cartera, Robinson Pérez, pasando por desconfianzas acumuladas y diferencias de criterio político en cuanto al grado de secretismo con el que se conduce el Gobierno ante los medios de comunicación. Dato no menor este último, considerando que es reconocido que es Peñailillo y no el ministro de la Segegob, Álvaro Elizalde, el que en la práctica hace la vocería política de La Moneda y el Ejecutivo.
La SECOM se restó de dar declaraciones sobre los distintos puntos tratados en este tema. Si bien hay muchos críticos, hay quienes defienden a la periodista, valoran su trabajo y, sin desconocer la lista de cuestionamientos y errores, acotan que hay una suerte de cultura interna de “echarle la culpa de todo a la Paula Walker”.
A su favor, sacan a colación que muchas de las odiosidades y cuestionamientos desde los ministerios también se deben a “equipos comunicacionales deficientes”, que han obligado a que la SECOM los intervenga ante los errores comunicacionales que comenten, recordando que, en el caso del Minsal, la ex ministra tenía una lista de salidas de libreto poco acertadas, lo que se unía a un mal manejo de éstas de parte de su equipo.
Defienden a Walker precisando que ha tenido aciertos, como una “impecable” puesta en escena de la reforma laboral, y que desde la CEP Bachelet ha aumentado notoriamente sus apariciones en televisión, en escenarios y temáticas menos rudas que las peleas por la reforma a la educación. “Ha trabajado en mejorar la imagen de la Presidenta y eso está rindiendo frutos ya”, argumenta un asesor de Palacio.
Si los críticos de Walker hablan de su “falta de muñeca política”, que “está encerrada” y que ha perdido el control del segundo piso, quienes la defienden recalcan que “no es culpa de ella no tener un jefe”, que fue decisión de la Presidenta tener un segundo piso con un carácter técnico y no político, con poco margen de acción y que, en ese escenario, dado que Ana Lya Uriarte “ha tomado un fuerte rol”, la jefa de la SECOM mantiene un fluido diálogo con ella.
Los conflictos en el segundo piso son tema obligado en todo el Gobierno, aseguran que hay “mucha y permanente tensión”, que el último tiempo se ha caracterizado por los “choques permanentes” y este escenario alimenta las versiones de una posible salida de Walker.
“La quieren sacar”, precisaron en el Gobierno y otros agregan que es comentario en Palacio que “la Presidenta ha tomado distancia de ella”.
Quienes conocen las lógicas internas del bacheletismo duro, aseguran que por “más críticas a Walker y peleas con Peñailillo, la Presidenta jamás los va a sacar, son 100% leales a ella” y que, a pesar de todo lo que se dice, la jefa de la SECOM “sigue teniendo línea directa con la Presidenta”.
Pero hay quienes recuerdan el caso de María Angélica Álvarez, la “Jupi”, quien fue en el primer mandato de Bachelet la jefa de programación de la Presidencia y era una de sus amigas más cercanas, pero en la campaña del 2013 estuvo en un evidente segundo plano y hoy está de agregada de prensa de la embajada de Chile en Italia. Una forma política sutil para dejarla fuera del Gobierno, decisión que comprobó la distancia entre ambas de la que tanto se habló en su momento.
“Nunca imaginé que la Jupi no iba a estar en el Gobierno”, agrega una fuente, haciendo el símil hoy con Walker y las opciones reales de que la Presidenta opte por que dé un paso al costado. (El Mostrador)