El periodista y escritor, Ascanio Cavallo, sostiene que la crisis que atraviesa actualmente la UDI, luego que se conocieran irregularidades en torno al financiamiento electoral de sus candidatos, lo que está siendo investigado por la justicia, ha provocado que la “presidencia de (Ernesto) Silva está muerta”, debido a que la colectividad ha desaparecido del escenario del debate político.
En su columna en La Tercera, Cavallo explica que el gremialismo vive “una debacle que no tiene procedentes en la historia de los partidos políticos chilenos”.
Expone que esta catástrofe se inició hace más de tres meses, una vez que se conoció la investigación por fraude tributario en contra de los controladores del grupo Penta y donde “a pesar de todas las advertencias, la UDI recién vino a apreciar algo de la magnitud de su crisis el miércoles pasado, cuando el senador Iván Moreira reconoció la irregularidad de los aportes de Penta a su campaña y rechazó el argumento de que esta práctica podría ser generalizada como un modo de eludir su responsabilidad”.
A su juicio, Moreira actuó en consonancia con muchos factores, pero con “una inferencia que ya era conocida días antes: que los dos controladores de Penta, Carlos Alberto Délano y Carlos Eugenio Lavín, habían decidido entregar toda su información a la fiscalía, con la expectativa de mitigar la penalidad que se les pueda imponer. En pocas palabras, la delación compensada y el juicio abreviado tienen hoy más valor que la sobrevivencia de la UDI”.
“La declaración de Moreira dinamitó la línea defensiva establecida por el presidente de la UDI, el diputado Ernesto Silva, y puso de manifiesto lo que en verdad –e incluso más allá de sus intenciones– ha significado su gestión al frente del partido. Aunque fue presentado como el rostro de la “renovación” de la UDI, en los hechos no ha sido mucho más que el esbozo de una “renovación controlada”, sujeta a la incontestada influencia de Jovino Novoa y lo que va quedando de los “coroneles” de los 90”, explica.
Cavallo señala que horas antes que Moreira diera a conocer su posición en el tema, Silva había quedado expuesto por la revelación de un correo electrónico en el cual Carlos Eugenio Lavín le pide aclaraciones sobre una modificación a la ley de isapres.
“Pero cualquiera que conozca el estándar de los congresistas chilenos sabe que el tipo de patronización que sugiere ese mensaje requiere una de dos condiciones: una amistad muy estrecha o una posición de control. Ambas cosas son tóxicas para un partido que quiera servir ideas y no cuentas corrientes”, menciona.
El periodista explica que las ideas tampoco quedan bien paradas, explicando que el diputado de Evópoli, Felipe Kast, también reconoce haber pedido ayuda a Lavín, argumentando en su correo que era por la “defensa de nuestras ideas”, “lo que por sí mismo supone una oferta de retribución, un canje de ideas por dinero. El financista Lavín habría rechazado su petición por estimar que este nuevo movimiento no sería el canal adecuado para tales fines”.
Y agrega que “aquí, la selectividad de Lavín ya no es una decisión monetaria, sino político-estratégica. No es el control de Penta y de la UDI, sino de la derecha como tal. Lavín y Délano sentían tener la autoridad para decidir qué era bueno o malo para la derecha, aunque la expresión final de ese discernimiento no era más que un mero cheque. A lo menos uno de ellos, Délano, ha participado en varios de los mayores errores políticos del último cuarto de siglo, y aunque tendrá derecho a decir que todo lo ha hecho por el bien del país, también significa que una parte de la derecha y de la UDI ha convertido el problema del pensamiento y las credenciales en uno de transacciones”.
Cavallo señala que “una selectividad similar parece haber operado dentro de la misma UDI. No todos los candidatos de ese partido recibieron el dadivoso trato del grupo financiero. Moreira no se relacionó con Délano ni Lavín, sino con el ejecutivo Hugo Bravo; no recibió los montos que obtuvieron otros postulantes, y se resignó a pedir, como dicen sus correos, “un cupón de combustible” o “un raspado de la olla””.
Explica que las palabras de Moreira dan cuenta de la “perfecta conciencia del senador acerca de la marginalización que ha sufrido dentro de la UDI, de la cual dejó contundente constancia en su declaración del miércoles. Esas operaciones de desplazamiento fueron ejecutadas por un grupo de dirigentes del partido que casualmente resultó ser el de los mejores amigos de Penta. Moreira sabía que la olla estaba allí, y que el resto sólo podía aspirar a los raspados; de ahí el intenso sentimiento de humillación que describió en su comparecencia ante la prensa”.
“Por razones que es difícil escrutar, la UDI ha actuado desde el comienzo de las revelaciones como si estuviese narcotizada, alienada de la capacidad de distinguir entre lo grave y lo superfluo, desestimando, acusando, negando y mintiendo a plena vista pública”, afirma.
Cavallo concluye exponiendo que “ahora que la gangrena es innegable, la pregunta del día es si la conducción de la UDI puede seguir como ha estado. La respuesta larga es que el partido tendría que entrar en una redefinición estructural si quiere restaurar algo de su prestigio y, por lo tanto, no es un simple problema de caras. La respuesta corta es que la presidencia de Silva está muerta, no sólo porque ya no protege a nadie, su estrategia fue hecha añicos y la UDI ha desaparecido de todos los escenarios de debate político, sino también porque la multiplicidad de sus lazos con Penta hace que su sola aparición recuerde la forma en que ese grupo ha escorado mortalmente a uno de los principales partidos políticos de Chile”. (El Mostrador-La Tercera)