Una mujer decidida

Una mujer decidida

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Yo la veo muy contenta. Para nada una mujer agobiada por su abrupta baja en las encuestas, ni trasnochada por la caída de la economía. Al revés, se nota tranquila, incluso risueña. Y parece estar más convencida que nunca de que su programa es correcto y las críticas, aun cuando provengan de su sector, le dan más fuerza que debilidad.

Se trata de un cambio notable respecto de su primer paso por La Moneda. En ese entonces, cuando le fue mal, se afectó. Retaba a sus ministros, los cambiaba rápido, acusaba a sus detractores de femicidio político. Nada de eso sucede ahora. Cuando sus proyectos son emplazados, no se enoja. Por el contrario, llama a crear espacios de confianza, a dejar de lado los temores. Porque ella no tiene temor alguno.

Lo suyo, está claro, son las reformas. Le encantan y esta semana se anotó dos nuevos triunfos: la educacional y cambio al sistema binominal. Todas ellas la mantienen viva. Por eso, no dudó en insistir en la laboral, pese a la situación económica que no da signo alguno de recuperarse. Porque la Presidenta no está para gestionar, palabra maldita que inventó la derecha y que tanto la limitó en el pasado. Si se repitió el plato, no era para hacer lo mismo.

Pese a que la calle parece no entenderla, sigue confiada. Apuesta a que el tiempo le dará la razón. Y tiempo tiene. Ni siquiera ha cumplido un año en el poder. Mejor desgastarse ahora, que después. Lo sabe por experiencia propia. En su primer gobierno, se convirtió en reina sólo al final del período, con crisis económica y todo. Confía en que lo hará nuevamente.

Los políticos la tienen sin cuidado. Las pataletas internas de la DC las mira con cariño. Sabe que, al final, estarán con ella, como de hecho se probó en la reforma educacional. De la derecha, ni hablar. En su radar no existe, menos con el “Pentagate”. Además, para eso tiene mayoría. Pero, ojo, no hay que decir que esto es con retroexcavadora. Hay que dialogar, algo que es muy distinto que buscar consensos, otra palabra que borró de su lenguaje. Se puede conversar, pero sin cambiar el programa.

El bendito programa. Durante la campaña, cuando le preguntaban por él, se reía. Decía que no tenía importancia, porque nadie lee un mamotreto, un ladrillo. Ahora, es su libro de cabecera. Es su razón de existir. Cuando le critican algo, no duda decir que estaba en el programa. Que la eligieron por él. Si nadie lo leyó, no es su culpa. Bueno, nada es mucho su culpa. Si la economía anda mal, es por factores externos. Si las reformas son criticadas, es producto de la campaña del terror de la derecha.

En fin, todo esto significa que el rumbo de las cosas no cambiará. Ayer incluso se dio el lujo de desestimar un cambio de gabinete.Simplemente reemplazó a la ministra de Salud, sin tocar al resto, dejando con los crespos hechos a muchos. Con esto, dejó claro que no hay apuro. Las cosas están bien. Más allá de los problemas, el programa se está cumpliendo, que es lo único que le importa. Porque ella está decidida a cambiar Chile, cueste lo que cueste. Y vaya que lo está logrando. (La Tercera)

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