Frase potente del general director de Carabineros es la que titula esta columna, dicha a propósito del asesinato del sargento Carlos Retamal a quien, en un control de carreras clandestinas, lo agredieron y asesinaron con un fierro. Es el séptimo carabinero asesinado este año mientras cumplía con su deber.
Mientras tanto, el Estado de Chile condena a 12 años de prisión efectiva a otro carabinero, al capitán Patricio Maturana. ¿Su delito? ¿Usted pensará que dolosamente asesinó a un niño en un despoblado? No, él simplemente cumplió —durante el octubrismo de triste memoria— con la orden de apersonarse en una manifestación violenta en San Bernardo, donde debió lanzar una bomba lacrimógena para disolverla. Lo hace desde más de 50 metros de distancia, desde la cual, con esa arma, es imposible apuntarle a ningún objetivo y menos impactarlo deliberadamente, como correctamente indican los peritajes. El resultado: una manifestante resultó con lesiones graves. Si hubiera sido al revés y la manifestante le hubiera disparado al carabinero, las organizaciones de DD.HH. la hubieran apoyado, la fiscalía no la hubiera investigado y los jueces la hubieran absuelto por falta de intención. Porque así estamos, el mundo al revés. Lo que a todas luces y conforme a la evidencia es un accidente, es condenado como un crimen alevoso. El capitán Maturana estaba cumpliendo órdenes de protegernos; había disturbios violentos que debían ser contenidos y él cumplió con su deber. Pero nosotros lo condenamos con una sentencia fuera de toda justicia y proporción. Es lo que se llama el “pago de Chile”.
Yo no sé cuál de los dos asesinatos es más indignante: si el de la vida del sargento Retamal por un delincuente o el de la libertad del capitán Maturana por un tribunal. Confiemos en que nuestra justicia sabrá enmendar estas injusticias condenando al asesino del sargento Retamal y revisando la sentencia del capitán Maturana.
Esta será recordada como la semana horribilis de Carabineros. Son agredidos en Puerto Montt, sufren accidentes en Cañete y asesinatos en San Antonio, y uno de ellos es condenado injustamente en San Bernardo. Es tiempo de actuar. No basta con declaraciones políticas de respaldo si no van acompañadas con actos claros de apoyo legislativo. Carabineros en actos de servicio deben ser juzgados por tribunales especiales que entiendan la jerarquía, los deberes militares y que con un pito y una luma no se disuade una manifestación violenta. Cuando existan querellas criminales en su contra, se deben suspender los sumarios internos, porque los investigados no gozan de los derechos de un debido proceso (guardar silencio, abogado, etc…).Cuando un carabinero está siendo procesado por actos de servicio, debe seguir siendo remunerado, aunque esté sujeto a medidas cautelares y sus gastos de defensa deben ser solventados por el Estado. El tiempo dedicado a defenderse de acusaciones no puede ser con cargo a vacaciones, etc…Es hora de apoyarlos con actos concretos más que con palabras que ya suenan vacías.
El estallido dejó más carabineros heridos que manifestantes lesionados. Ser carabinero se ha transformado en el peor trabajo del mundo. Jornadas interminables, remuneraciones bajas, peligro permanente y muchas humillaciones cometidas por los que hoy son sus superiores civiles. Mientras los manifestantes rayaban ACAB (all cops are bastards),celebraban el “perro matapacos” y tiraban molotovs a las carabineras, muchos de los que hoy nos gobiernan aplaudían las “legítimas manifestaciones” y hablaban de la “Plaza de la Dignidad”. Ahí estaban Mónica, Daniel, Camila, Giorgio y tantos otros compitiendo por quién era más solidario con los manifestantes y más ácido contra Carabineros. No es raro entonces que ahora nadie les crea sus lágrimas de cocodrilo y que a la ministra Tohá la familia del sargento Retamal no le haya dado la bienvenida a su responso.
Por eso, mientras unos tienen lágrimas de rabia, a otros se les debiera caer la cara de vergüenza. (El Mercurio)
Gerardo Varela