Diversas voces se han levantado en contra de la desvinculación del profesor y sacerdote jesuita, Jorge Costadoat, quien era descrito como “progre” y hasta cercano a la Teología de la Liberación, al interior de la Universidad Católica.
Académico al que, por decisión de monseñor Ricardo Ezzati, no se le renovó la “misión católica”, permiso requerido para enseñar Teología en la UC. La máxima autoridad de la Iglesia argumentó que la decisión tomó “bajo la certeza de que la docencia del profesor J. Costadoat, dista de la enseñanza teológica que se espera de una universidad que tiene la característica, y la exigencia, de ser Católica y Pontificia”.
La decisión caló hondo en la comunidad de la UC, especialmente entre los profesores. El grupo Académicos UC, señaló en una carta que “el caso es sencillamente demasiado grave”. “Lo que aquí se halla en juego es el valor de la libertad de cátedra. ¿Cabe considerar como universidad a una institución que no garantice dicha libertad?”, agrega el texto.
Pero esta no es la primera ocasión en que profesores han sido desvinculados, o se han visto obligados a irse de la PUC, debido a sus “ideas”. El caso de un ex profesor de Construcción Civil, el de una profesora de Trabajo Social, también al interior de la Escuela de Teatro, son ejemplos que suelen murmurarse en los pasillos de la UC y que penan a aquellos académicos que en el 2011 se movilizaron junto a los estudiantes.
Un caso reciente es el del profesor Patricio Miranda, académico de la Escuela de Trabajo Social y de la Facultad de Teología, quien dedicó 22 años de su vida a impartir la docencia al interior de la PUC, con una visión crítica e interdisciplinaria y que hoy, tras su despido “por razones de la empresa”, ha presentado una demanda laboral en contra de la UC, en la que asegura que existió una violación a los derechos fundamentales de su persona, a la honra, a la vida y al derecho a pensar distinto, según relató en una entrevista con El Mostrador.
DESPIDO POR “RAZONES DE LA EMPRESA”
El Profesor Miranda llegó a la UC en el año 1992, tras hacer un postgrado en Ciencias Sociales, para dictar el curso de Estadística Social, en la Escuela de Trabajo Social, en la que llegó a ser “profesor titular”. Luego, en 2011, obtuvo el máximo grado entre los académicos en la UC. “En la Escuela de Trabajo Social era el único docente que tenía esa calidad”, aseguró el profesor, quien también ejerció como director de postgrado de la referida Escuela.
Paralelamente, en 2009, se incorporó a la planta adjunta de la Facultad de Teología, en la que dictó el curso de Teología Moral Social. “Era un curso en que la formación iba para allá y este curso iba para acá”, asegura el académico. “Pero esa mirada era muy bienvenida por Teología, porque además tiene ese componente teológico; sin ser teólogo, estaba este componente ético crítico, que a la Facultad de la época le venía muy bien”.
Por lo que el componente “crítico” siempre estuvo en sus cátedras y en su actuar al interior de la UC. “La universidad es el espacio del saber crítico, eso está en la misma constitución de las universidades católicas”, aseguró el profesor.
Según un ex académico, “efectivamente hay una cultura del miedo, hay terror. Hoy día, con estos casos, hay mucha gente que está venciendo el miedo”. A su parecer, lo de Costadoat marca una fuerte inflexión.
También, fue parte de la agrupación Académicos UC que en 2011 tuvo un rol activo y apoyó al Movimiento Estudiantil (M.E.) al interior de la PUC. El profesor recuerda que para el desalojo de la “Toma del Campus Oriente” –la única que registró la UC en ese año–, él mismo llamó y habló personalmente con el rector Sánchez, y es que su relación con el rector, según Miranda, “era excelente”, ya que había propuesto y generado diversas iniciativas académicas que apuntaban a la “interdisciplinariedad”, como un seminario y la idea de un magíster.
Para un ex dirigente estudiantil, con el nacimiento de “Académicos UC, es primera vez, tras la dictadura, que profesores se agrupan en torno a una idea: apoyar lo que estaban haciendo los estudiantes (…). Ellos nos dijeron: ustedes nos están dando una lección”. Según el ex dirigente, eran profesores que marchaban, que apoyaban y que escribían columnas a favor del M.E., “su principal temor era que los persiguieran”, aseguró.
Esta relación con los alumnos marcó una cercanía. ¨Él era un profesor súper querido por los estudiantes”, asegura Sebastián Jouannet, consejero territorial de Ciencias Sociales y Teología.
Es en el contexto de la elección de nuevo director de Escuela, en el año 2012, que se inicia el primer desencuentro entre Miranda y las autoridades de la universidad. Según el profesor, uno de los docentes, que tenía la calificación de “asistente”, decide presentarse como candidato al cargo, postulación ante la cual el profesor Miranda, junto a los otros profesores que calificaban como “de planta” o “asociado”, se oponían principalmente “por los méritos académicos del postulante”.
“Ahí se produce un conflicto entre dos grupos de profesores”, más cercanos a la línea de la Escuela de Sociología, descrita como “cuantitativa y descriptiva”, y los que apuntaban hacia una línea más interpretativa y crítica. “En sociología tienen una visión, en la que dicen que toda crítica a la sociedad es ideología. Ellos se sitúan como más allá de la ideología. Como en Trabajado Social había crítica al neoliberalismo y a las lógicas capitalistas, había un choque”, explica Miranda.
Ambos grupos no lograron un acuerdo en torno al nombre del nuevo director de carrera, por lo que Rectoría designa a un “interventor”, con el objetivo de “mediar” entre ambas partes. Esa persona es Guillermo Wormald, de la Escuela de Sociología, lo que fue visto, por parte de la comunidad de la Escuela de Trabajo Social, como una “intervención” desde sociología. “Cuando llega el interventor todos los profesores que son asignados a cargos eran parte de un grupo que no comulgaba con ideas como las mías o las de la profesora Teresa Matus”, quien actualmente es directora de la carrera de Trabajo Social en la Universidad de Chile y no está vinculada con la Universidad Católica.
Esa situación marca un quiebre en la relación del profesor con las autoridades de la Facultad y queda en evidencia el principio de que a la Católica “la une una noción de universidad firme e incuestionable por las autoridades”, según el Consejero Territorial de Ciencias Sociales y Teología, Sebastián Jouannet.
Jouannet recuerda que había una tensión entre el profesor Miranda y el interventor. “Guillermo Wolmard, cuando era director de Trabajo Social, dijo específicamente, en un claustro de Escuela, que el profesor Miranda no iba en la línea de la Escuela”, lo que, según el representante estudiantil, refleja una clara diferencia política.
El 8 de octubre y cuando el profesor volvió de una licencia tras haberse contagiado con cólera, en un viaje a Cuba, el decano de la Facultad de Ciencias Sociales, Eduardo Valenzuela, le informa su desvinculación de la Escuela de Trabajo social, invocando el artículo 161 del Código de Trabajo, que argumenta: “Por razones de la empresa”. Asimismo, le explica que su labor como académico no es acorde al proyecto de la Escuela. Para un ex académico de la UC, esta razón entregada por la universidad deja en evidencia el nulo rol público que tiene la institución y, con ello, “asume su calidad de empresa”.
Posteriormente, el decano Valenzuela le ofreció a Miranda la dirección ejecutiva del Centro Fe, Cultura y Desarrollo en América Latina, proyecto que estaba en curso, pero aún seguía en proceso de instauración. Luego de esto, el profesor se entrevistó con diversas autoridades de la universidad, antes de levantar una demanda laboral; entre ellos, el Ombudsman –defensor universitario– y el Vice Gran Canciller, presbítero Cristián Roncagliolo Pacheco, quien le recomendó entrevistarse con el secretario general de la PUC, Mario Correa. Correa le propone invocar la figura del sumario, pero al día siguiente fue despedido de la Pontificia Universidad Católica. Esto, a pesar de que en enero de 2015 el mismo rector Sánchez, vía correo electrónico, le había dicho: “Me alegra conocer los planes de desarrollo y propuestas del Centro ‘Fe, cultura y desarrollo en América Latina’, creo que puede ser un gran aporte para la UC y para el país”.
Los miembros de Académicos UC tildaron la situación de “grave (..) sorprende, dados los antecedentes académicos y personales del profesor Miranda”. El Centro de Estudiantes rechazó categóricamente el despido “arbitrario por parte de las máximas autoridades de la Pontificia Universidad Católica al Profesor Patricio Miranda. Repudiamos el procedimiento por el que ha optado la Facultad de Ciencias Sociales frente a la situación del docente, desechando su importante trayectoria académica”.
Frente a esta decisión el profesor Patricio Miranda decide presentar una demanda laboral en contra de la universidad. “En mi demanda se establece que ha habido una violación a los derechos fundamentales de mi persona, a la honra, a la vida, derecho a pensar distinto, sin que haya falla doctrinal”, explica.
Ante la consulta por el caso, el decano de la Facultad de Ciencias Sociales, Eduardo Valenzuela, respondió que “este problema está en manos de los Tribunales y esperamos resolverlo en ese ámbito”.
UNA UC MENOS PÚBLICA Y MENOS CATÓLICA
Si hay un denominador común en la situación que afecta a los profesores Jorge Costadoat y Patricio Miranda, es que ambos despidos son criticados por atacar la libertad de expresar la diferencia e impartir lo que diversas fuentes han llamado como “el miedo”, elementos que se distancian del denominado rol público que tanto ha acuñado Sánchez en su defensa del rol que cumple la UC en la sociedad.
Así lo evidencian Académicos UC en su carta, en la que expresan su desconcierto ante una Universidad “cuyo carácter público ha sido defendido resueltamente por nuestras autoridades en el debate ciudadano de los últimos tiempos. El carácter público de una institución dice directa relación con su condición pluralista. Y creemos que la pluralidad, otra idea intrínsecamente ligada con la de universidad, no puede darse únicamente entre distintas instituciones universitarias, sino también al interior de cada una de ellas”.
Según el profesor Patricio Miranda, en su despido primó el llamado “miedo” ante lo que podía develar un eventual sumario a su caso. Palabra que se repite en las declaraciones de diversas fuentes, quienes establecen que “hay una estructura que posibilita el miedo a la expresión”, un sistema que debido a su jerarquización y “secretismo” a la hora de tomar las decisiones, llevaría a que los diferentes estamentos no se expresen en plenitud, elemento que se arrastra desde la dictadura.
Según un ex académico, “efectivamente hay una cultura del miedo, hay terror. Hoy día, con estos casos, hay mucha gente que está venciendo el miedo”. A su parecer lo de Costadoat marca una fuerte inflexión.
El ex presidente de la FEUC, Diego Vela, señala que “con este tipo de medidas, están volviendo a la Universidad Católica menos Universidad y menos Católica”. Le preocupa que “monseñor Ezzati no esté permitiendo diversidad de opiniones dentro de la misma Iglesia y que esté prefiriendo silenciar a alguien que ha aportado mucho, a un sacerdote que es hasta de la misma congregación religiosa que el Papa Francisco”. Línea que sigue Miranda, quien asegura que “si el Papa Francisco enseñara en la Católica lo expulsarían”.
Para la plataforma política Crecer UC, que es primera fuerza al interior del Consejo FEUC, ambos despidos son injustos y “evidencian una UC en la que priman estructuras antidemocráticas y conservadoras”. Critican el hecho de que “en ningún momento se consideró a la comunidad de la cual ellos eran parte importante y en la cual incentivaban un pensamiento crítico y una fuerte reflexión social”.
Aseguran que “fue esta actitud de los profesores lo que produjo el despido como respuesta de la Universidad. La respuesta de una Universidad que reproduce un modelo injusto y que es incapaz de mirarse críticamente y permitir reflexión verdadera dentro de sus aulas.”(El Mostrador)