Ya está instalado el debate –en redes, en los medios y en la opinión pública– sobre la conducción del gobierno de Gabriel Boric en la emergencia por los incendios forestales que han azotado al sur del país. Y hay que ser moderados y ecuánimes, al menos en lo que a comunicación política respecta.
Es un hecho que en esta crisis ha habido aciertos como nunca en este casi primer año de gobierno. El regreso inmediato del Presidente desde sus vacaciones, el despliegue certero de ministros (en especial los más golpeados como Giorgio Jackson), el diálogo con la oposición y autoridades pasadas, el tono-país de las primeras semanas y el modo de tomar ciertas decisiones frente a la reconstrucción es algo que innegablemente ha sido una sorpresa para la oposición pensante y un bálsamo para los votantes desalentados.
El gobierno, bajo la dirección del Presidente, supo por vez primera instalar una narrativa de terreno, próxima a la ciudadanía, de mucho abrazo y momentos emocionantes, todo condimentado con un giro gráfico en los medios y redes oficiales: volvemos a tener fotografías y videos de un jefe de Estado capaz de liderar una estrategia a la par de mirar a los ojos a quien lo ha perdido todo. Y es que ese es el Gabriel Boric por el que votó la mayoría de los chilenos y ese es el rol en el que mejor se desenvuelve el Mandatario.
Sin embargo, las últimas jornadas han comenzado a mostrar matices y sombras. Es un hecho que Boric no sabe improvisar en sus alocuciones y cuando el libreto se acaba, aflora con mucha facilidad el dirigente estudiantil que habita en el Presidente. Mientras la improvisación en Piñera traía una lluvia de adjetivos, neologismos y frases vacías, con Boric se asoman sentencias no pocas veces de alto contenido ideológico. Nunca nadie les dijo a ambos jefes de Estado que, en política, la improvisación no se improvisa.
Luego, un desacierto lento en corregirse fue el retorno demoroso desde sus vacaciones de la canciller Antonia Urrejola, mientras la ayuda internacional necesitaba su propia conducción y donde desde luego se abren instancias para cobrar favores y estrechar lazos.
Narrativamente, tres errores graves, además de la improvisación, han sido (1) el embate a destiempo contra el empresariado forestal, (2) la premura y elocuencia en anunciar por todos los medios las querellas contra un par de inadaptados que se negaron a prestar ayuda y, en contraposición, (3) la escasez de castigos oportunos contra las decenas de detenidos y el silencio incómodo ante la necesidad de vincular –o desmentir– la emergencia con el terrorismo que se extiende como las llamas por el sur.
En suma, este verano hemos visto lo mejor del gobierno de Gabriel Boric –de acuerdo, el listón estaba bajo– y eso puede generar esperanzas y tranquilidades respecto a los tres años que vienen por delante. Hay mucho que corregir, pero habría algo a lo cual aferrarse.
Ojalá ese sea el diagnóstico acertado, pero no hay que olvidar que la comunicación en una emergencia es muy distinta a la comunicación política habitual de gobierno. Bien lo sabe el ex presidente Piñera, quien, en torno al rescate de los 33 mineros en 2010, protagonizó una de las mejores narrativas de crisis luego de recuperada la democracia. Y ya conocemos el resto de su estadía en La Moneda: hambre de poder, encuestitis y completa desconexión con la realidad país.
Habrá que ver si este “veranito de San Juan” en lo comunicacional es un brote en tierra fértil o no es más que un “veranito de San Gabriel” donde fugazmente vimos signos vitales en un gobierno que iba encaminado al desahucio. (El Líbero)
Alberto López-Hermida