El filósofo francés Jean François Revel, un excomunista converso, explicó en su ensayo sobre la supervivencia de la utopía socialista que el comunismo y el nazismo son ideologías hermanas a tal punto que el nazismo es el heredero ideológico del comunismo. Revel recuerda que el mismo Hitler confesó en una oportunidad qué él era el “realizador del marxismo” y que era un profundo conocedor de la obra de Marx.
Hitler diría también lo siguiente: “No voy a ocultar que he aprendido mucho del marxismo… Lo que me ha interesado e instruido de los marxistas son sus métodos… Todo el nacionalsocialismo está contenido en él… las sociedades obreras de gimnasia, las células de empresa, los desfiles masivos, los folletos de propaganda redactados especialmente para ser comprendidos por las masas. Todos estos métodos nuevos de lucha política fueron inventados por los marxistas. No he necesitado más que apropiármelos y desarrollarlos para procurarme el instrumento que necesitábamos”.
Según explica el mismo Revel, la parentela ideológica del marxismo con el nazismo va tan lejos que incluso el antisemitismo de los nazis fue en buena medida heredado del marxismo.
Hitler conocía a la perfección el famoso “Ensayo sobre la cuestión judía” escrito por Marx, en el que el filósofo daba rienda suelta a su odio contra los judíos. De hecho, Hitler prácticamente plagió pasajes de ese ensayo en su infame libro “Mein Kampf”.
Siguiendo esta línea de análisis, el premio Nobel de economía Friedrich von Hayek, quien también fue socialista en su juventud, advirtió al público europeo que nazismo y comunismo eran finalmente la misma cosa. Escribiendo en la época de Hitler, Hayek explicó que el conflicto entre derecha nacionalsocialista e izquierda marxista era en realidad un conflicto “entre facciones rivales” que tenían idéntica naturaleza ideológica. Ambos detestaban el liberalismo individualista anglosajón y el capitalismo que este engendraba.
El intelectual Juan Claudio Lechín ha afirmado que “la diferencia más grande entre nazi-fascismo y comunismo soviético es que unos fueron derrotados en la Segunda Guerra Mundial y el otro no. De ahí en adelante, la propaganda comunista fabricó diferencias irreconciliables, aunque inexistentes, con el fin de liberarse de toda asociación con el barco hundido y de poder seguir vendiendo la fantasía ideológica en un mundo por conquistar” Para Lechín, los regímenes de Castro, Morales y Chávez, por nombrar algunos, siguen el mismo patrón totalitario que los nazis.
Y es que, como explica el mismo Lechín, el fascismo no es un asunto de derecha o izquierda, sino una cruda estratagema para lograr el máximo control del poder posible con el fin de destruir las instituciones liberales. Nuestros populistas en general no son más que una proyección de ideologías fascistas/socialistas que detestan la libertad, adoran el Estado y buscan incrementar su poder para aniquilar el espacio del individuo mediante la destrucción de las instituciones políticas y económicas liberales.
La verdad, como han sugerido Lechín y Revel, es que la oposición que la izquierda mundial ha fabricado entre fascismo y socialismo, y que se sigue al pie de la letra en América Latina y España, no pasa de ser un constructo artificial para negar lo evidente: que a pesar de las diferencias retóricas, socialistas y fascistas comparten motivaciones, métodos, orígenes intelectuales y fines muy similares, si no idénticos. (DF)
Axel Kaiser