En una de sus ideítas octubristas, el Gobierno ha propuesto convertir el acceso principal a la estación de Metro Baquedano en un espacio de memoria del 18-O. Ese lugar lleva años cerrado a las 21 mil personas que transitan por ahí, desde que hordas octubristas secuestraran este espacio público y lo bautizaran “Jardín de la Resistencia”.
Grupos amigos de la “revuelta” quisieran que esta plaza hundida continuara tal cual. Cerrando el acceso principal al Metro, llenos de grafitis y seres humanos que han convertido la protesta en el motor de sus vidas.
Pero el Gobierno quiere más: transformarlo en un memorial para las víctimas. ¿Qué víctimas?, me pregunto. ¿Los que se congregaron allí día tras día para tirarle bombas molotov a los carabineros o adoquines que picaron de las veredas? ¿Los que rayaron todos los muros de los alrededores con amenazas a la “yuta” y “muere Piñera” y afiches que mostraban las carabineras con sus rostros en llamas por molotov y lo celebraban? (yo los vi). ¿O se referirán tal vez a los narcos que se daban cita allí y tiraban fuegos artificiales mientras se entretenían combatiendo? ¿Quizás la llamada “primera línea”, les despierta la idea del recuerdo? ¿Esa con escudos y cadenas que escondía sus rostros (más de lumpen que de héroes) y que fue aplaudida en el Congreso e idealizada por parte de la televisión que los exhibía con un dejo de guerreros valientes?
La delegada presidencial de la Región Metropolitana considera este acceso clausurado al Metro como un espacio de encuentro y transversal… ¿Lo transversal se referirá a las víctimas del sector que vieron sus locales, hoteles o comercios quemados o saqueados, la mayoría de los cuales permanece tapiados hasta hoy? ¿O los que perdieron el estilo de vida que habían logrado en un área privilegiada frente al Parque Forestal que pasó a valer nada gracias a las diarias grescas con la policía y las inevitables lacrimógenas, cortes y gritos?
Desde Baquedano se expandió el fuego que arrasó con iglesias, museos y cafés literarios después del 18-O. Desde el hoyo cambiaron la cultura por violencia. Recién abrió el teatro de la Universidad de Chile colindante a esta plaza, después de años sin la presencia de la Sinfónica y la música sustituida por el ulular de sirenas.
El subsecretario de DD.HH. dijo que el lugar “es y seguirá siendo un espacio de memoria”. ¿Pero de qué memoria? Si quieren rememorar la marcha del millón de personas del 25 de octubre, que rodó pacífica y alegre por la Alameda, ese acceso al Metro no es el lugar. El mal llamado “jardín” y bien nombrado “de la resistencia” es lo que dice ser: el símbolo de la resistencia, de las fuerzas contrarias al Estado, al orden, a la seguridad de las personas. No olvidemos que intentaron hasta quemar esta estación porque según transmitió Beatriz Sánchez, allí funcionaba un centro de torturas.
¡No, señor! Convertir el símbolo de la violencia octubrista en un memorial es una falta de respeto con todos los chilenos. En ese lugar reemplazaron un héroe nacional, Manuel Baquedano, por un símbolo canino humillante para carabineros, el perro matapacos; la bandera chilena fue sustituida por la mapuche y desde ahí la bandas criminales sacaron fuerzas para expandir su poder territorial sin contrapeso. Son ellos los que, junto a un Gobierno debilitado y a políticos inescrupulosos, que usaron el lumpen en su favor, le quitaron el piso y la legitimidad a Carabineros para reprimir la violencia.
¡Y aquí estamos! Sumergidos en una crisis de seguridad nunca vista. Si quieren recordar lo que simboliza por qué estamos hundidos en la delincuencia, ¡adelante con el memorial! (El Líbero)
Pilar Molina