Las señales de Gabriel Boric

Las señales de Gabriel Boric

Compartir

Uno puede ser analfabeto porque no es capaz de leer un texto impreso, pero también existe una suerte de analfabetismo político, que consiste en la incapacidad de leer los mensajes. Si esto es verdad, entonces hay que tener cuidado con no prestar la debida atención a las palabras de Gabriel Boric en Enade y, especialmente, a su actitud, porque “es el tono el que hace la canción”.

Él sabía que pisaba territorio extranjero y que muchos de los presentes lo miraban con suspicacias, “les confieso que yo también las tengo frente a muchos de ustedes”. ¿Mal comienzo? No: buenísimo, porque permite a todos saber a qué atenerse.

No nos engañemos. El Frente Amplio es el Frente Amplio y seguirá siéndolo mientras viva. Sin embargo, en las palabras presidenciales no había arrogancia, aires de superioridad moral ni restos de esa adolescencia política que abundaba en sus filas hace tan solo un año. Eso hay que valorarlo.

Que siguen siendo en parte los mismos lo muestra su reciente discurso sobre la cuestión del litio: el Estado será siempre el accionista mayoritario, dirán unos con desencanto. Sí, por algo es el Frente Amplio, pero con apertura a la colaboración pública y privada. ¿Cambio? ¿Maduración? No vale la pena discutir por palabras. Aquí hay un tono distinto, y los matices importan.

La estrategia de Gabriel Boric consiste en acudir al gran argumento político, ese que desprecian tanto la izquierda identitaria como las diversas posturas individualistas: el bien común existe y tenemos que preocuparnos de él. Estamos sobre un terreno más importante que nuestras suspicacias o diferencias, y ese terreno se llama Chile.

Habrá que cobrarle la palabra al Presidente y sus colaboradores, pero eso también exige una actitud generosa en sus opositores. Como dijo él, “para que Chile avance, todos tendremos que ceder en algo”.

En esa línea, hay cosas que son bastante evidentes. Si a uno no le gusta el Gobierno, debe armarse de paciencia y esperar tres años. Mientras tanto, hay que partir por cuidar a los ministros más sensatos, que ya enfrentan suficientes problemas con la izquierda más dura. ¿O alguien cree que sus eventuales reemplazos serían mejores? No tiene ningún sentido intentar destituir a la ministra Tohá. Sería gravísimo.

El nombramiento ministerial de Álvaro Elizalde es una buena señal. El Gobierno ha puesto su mejor carta, que paradójicamente es alguien que se esforzó por hacer respetar la autonomía del Senado frente al Ejecutivo. Necesitamos que exista un diálogo muy fluido entre esos dos poderes, y eso presupone cuidar la sana separación entre ellos. Es una gran noticia que el nuevo ministro de la Segpres lo tenga claro.

En el discurso presidencial en Enade se plantean tareas para ambas partes. Al Gobierno hay que exigirle que efectivamente ejerza su autoridad, porque sin un mínimo de seguridad no hay libertad que sea posible. Pero, al mismo tiempo, hay que entender que problemas como el del narcotráfico o la violencia en los colegios no se arreglan solo con mano dura, por más que esta sea imprescindible.

Asimismo, pienso que cabe exigir que los distintos ministerios se pongan a tono con el estilo que intenta marcar el Presidente. No puede ser que, cuando tenemos un altísimo porcentaje de niños de primero básico que ni siquiera saben el abecedario, la Junaeb se dedique a repartir cuadernos con un material que busca familiarizar a los niños con el mundo LGBTQIA+.

¿Tan fuerte es la obsesión sexual de algunas autoridades educacionales que les impide levantar en serio la alarma frente al analfabetismo infantil? ¿Qué destino les espera a esos niños? Solo se me ocurren dos posibilidades: o la pobreza o el narco. Y estos dramas no son cuestión de derechas o izquierdas.

Si lo que importa, como dice el Presidente, “es el amor profundo hacia nuestro país”, entonces ¿cómo podemos dormir tranquilos cuando vemos que los campamentos crecen y crecen? En este momento hay 114 mil familias viviendo en esas condiciones: un aumento de 33% en apenas dos años. Esto no es un dato que está allí para que simplemente tomemos nota de él. Son seres humanos como nosotros, pero que viven en condiciones inhumanas. Viene el invierno: ¿quién les dará calefacción? ¿Quién se preocupará de la desnutrición de los niños? ¿Quién les sacará los piojos o los alejará del peligro de los abusos de todo tipo?

El Presidente ha aludido a la colaboración público-privada y con eso nos entrega una responsabilidad importante. Los ciudadanos podemos hacer mucho, ciertamente, y lo haremos. Sin embargo, a veces resulta inevitable sentir impotencia. Ante estas situaciones desgarradoras uno se pregunta: ¿dónde tienen la cabeza y el corazón algunas autoridades del Gobierno? ¿En qué piensan?

El Estado es muy importante, y por eso tenemos derecho a pedirle que haga bien aquello que solo él puede realizar. Después discutiremos si tiene que asumir más tareas; ahora por lo menos debe ser capaz de hacer eso: seguridad, preocuparse de que sus alumnos más jóvenes aprendan, y darle un techo a la gente que está a la intemperie. Si en esto le va bien, las suspicacias importarán muy poco y todos quedaremos agradecidos.

El Presidente ha dado algunas señales muy claras, pero ellas no solo son para los empresarios y la oposición: también sus colaboradores deben aprender a leerlas. (El Mercurio)

Joaquín García Huidobro