Fue el concepto más invocado. En Enade 2023 todos llamaron al pragmatismo, a dejar las ideologías de lado: dirigentes gremiales, autoridades, empresarios, expertos. La audiencia, aparentemente, lo recibió con beneplácito.
Eso fue el jueves 20, a las 10 a.m. En la noche del mismo día, por cadena nacional, el Presidente Boric anunció la esperada “estrategia nacional del litio”. La ecuación era delicada. Debía congeniar lo prometido en su programa y lo que esperan sus partidarios ambientalistas y estatistas, los derechos de los pueblos atacameños, el atractivo de contar con un precio sin parangón, la necesidad de financiar un gasto social en ascenso, la presión de inversionistas que buscan ser parte del negocio y el cuidado de los delicados equilibrios geoestratégicos. Duro cometido. A pesar de ello, el rostro del Presidente se veía relajado, de seguro apañado por los aplausos en Enade.
Al alba del viernes todo cambió. En tono severo, la Sofofa declaró que el anuncio presidencial era una “señal de desconfianza” hacia el sector privado. Lo mismo hizo más tarde la CPC, cuyo presidente confesó que quedaron “descolocados, porque esperábamos que en el anuncio hubiera gran participación privada”. A partir de ahí los comentaristas no han ahorrado calificativos: “bombazo”, “balde de agua fría”, “nacionalización”, “vagones de cola”, “matar a la gallina de los huevos de oro”, y así por delante.
Lo curioso es que los actores directamente interesados reaccionaron en forma diferente. El incumbente principal, SQM, señaló el jueves a mediodía su deseo de “ser parte de este diálogo y conversación que ahora se inicia”, para “aprovechar las favorables condiciones de demanda mundial por este elemento”. Sus sindicatos respondieron en la misma línea, declarándose favorables a una mayor colaboración público-privada. Albemarle, la otra empresa en operaciones, indicó que no esperan ningún impacto y que seguirán colaborando con el Gobierno, “para hacer crecer el mercado del litio y desplegar nuevas tecnologías”. Las empresas que buscan iniciar operaciones fueron más efusivas, señalando que el anuncio presidencial “va en la dirección correcta” y que contribuye “a la construcción de certeza jurídica”.
Lo queramos o no, la forma de explotación del litio chileno está inserta en la contienda geopolítica entre China y EE.UU. De ahí la importancia que tiene la declaración que emitió la Cámara Chilena Norteamericana de Comercio, AmCham, que dijo rescatar “la convocatoria a realizar un esfuerzo conjunto, público y privado, para el desarrollo de una industria con un gran potencial de creación de valor compartido”, lo que permitirá “fortalecer los profundos vínculos y valores que ya comparten Chile y Estados Unidos” con la llegada “de nueva y mayor inversión estadounidense”. Por el lado chino solo se conoce una entrevista de su embajador, quien se limita a decir “tengo fe en que Chile brinda un ambiente de negocio justo y objetivo, y no discriminatorio”.
Así, mientras la dirigencia empresarial y la mayoría de los analistas han criticado acerbamente la estrategia gubernamental, los actores directamente concernidos, sean incumbentes o retadores, así como los potenciales nuevos inversionistas, la han recibido positivamente.
¿Qué explica las diferentes percepciones? Mi hipótesis es que la comunidad empresarial local se sintió “descolocada” por dos motivos: primero, porque el Gobierno decide actuar a través de Codelco, empresa pública que cuenta con amplia trayectoria, alta reputación y un gobierno corporativo establecido por una ley aprobada transversalmente en 2009; y segundo, porque se frustró la expectativa inconfesada de que Boric hiciera con el litio lo que Pinochet hizo con el cobre a través de la llamada “Ley Piñera” de 1982: volverlo concesible. Los actores del sector miran las cosas de otro modo. Asumen que ante los gigantescos desafíos ambientales y geopolíticos de estos tiempos, dejar al Estado como rentista pasivo de un recurso estratégico del cual es propietario es inviable, menos bajo un gobierno de izquierdas. Queda al sabio juicio del lector decidir de qué lado está ese pragmatismo tan invocado en Enade. (El Mercurio)
Eugenio Tironi