Voté Rechazo en el plebiscito de entrada y en el primer plebiscito de salida, pero votaré A Favor en el segundo plebiscito de salida. Desde el 15-N de 2019 creí que el cambio constitucional no era la solución, sino la priorización del trabajo legislativo en lo verdaderamente urgente y una mayor fiscalización a las autoridades que no ejercían las competencias legales para resolver, sea popular o no, los problemas de quienes gobiernan. Entonces, ¿por qué el cambio?
Porque una Constitución sirve para dar herramientas para solucionar problemas y no sirve para solucionar problemas. Esa es una de las diferencias entre el proyecto de Constitución de la Convención y el del Consejo. La primera, con una regulación maximalista y detalladísima buscó resolver de una sola vez todos los problemas. Casi en su totalidad, eran soluciones equivocadas basadas en diagnósticos erróneos. Era una Constitución de resultados, que no daba reglas del juego, sino el resultado del mismo. No dejaba espacio al Legislador o a la Administración para que pudiese maniobrar sin contradecir el programa de gobierno hecho Constitución.
En cambio, el proyecto del Consejo Constitucional no ofrece resultados, pero sí medios. Una cosa es resolver y otra muy distinta es ayudar a resolver. Algunos dirán, con razón, que el problema no es la actual Constitución sino quienes la incumplen. Es cierto. Que lo que corresponde es ser valiente y virtuoso, trabajando por el bien común y no el interés particular. También es cierto. Eso debe ocurrir sea cual sea el resultado del plebiscito. Pero ¿y si el proyecto de Constitución es más exigente en cuanto a su cumplimiento y respeto? ¿y su redacción es más clara en garantizar derechos y libertades? A lo mejor sirve para, no resolver los problemas, sino ayudar a resolverlos. ¿Si el proyecto se aprueba, se acabará la inseguridad, volverán las inversiones, recuperaremos el empleo y seremos felices? No, por supuesto que no. De ninguna manera. La magia no existe. Pero sí puede ayudar a revertir las crisis. Lo que implica también un cambio en el comportamiento de los políticos -y quizás eso es más difícil de resolver que todos los otros problemas juntos.
Piense el lector en el siguiente ejemplo. Una casa tiene filtraciones de agua, por lo que se le encarga a un albañil que la arregle, quien se dispone a hacerlo con una caja con buenas herramientas, algo oxidadas por el uso y el paso del tiempo, pero útiles. Pero un amigo le ofrece que ocupe su caja de herramientas, y algunas de ellas están nuevas y son mejores que las suyas, aunque eso le implique atrasarse en terminar su trabajo. Duda, porque puede terminar su trabajo con sus propios utensilios, pero, por otro lado, las nuevas herramientas pueden ayudar a que las filtraciones queden bien tapadas y no vuelvan a ocurrir filtraciones. Finalmente, decide aceptar la oferta, si bien sus herramientas no son malas, las de su amigo le sirven para reforzar de mejor manera la pared y demorar la aparición de nuevas filtraciones.
Por supuesto, las herramientas nuevas que entrega la Constitución no bastan por sí mismas para solucionar los problemas, sino que requieren de la integridad política de quien las ocupa o debe ocuparlas. No hay arte sin pincel, pero tampoco sin pintor. Si la propuesta entrega algunas nuevas y útiles herramientas para tener una mejor base para enfrentar los problemas, bienvenida sea. Que se apruebe es el tirón de orejas que la clase política merece para hacer aquello por lo que se les paga: servir a los chilenos y a Chile. (El Líbero)
Roberto Astaburuaga