La estrella fugaz del Frente Amplio-Claudio Hohmann

La estrella fugaz del Frente Amplio-Claudio Hohmann

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Hace dos años asumió en La Moneda el gobernante más joven de la historia de Chile apoyado por una coalición en la que dominaba sin contrapeso la nueva izquierda del Frente Amplio. Era la primera vez en más de tres décadas que una alianza política distinta a la centroizquierda (la Concertación) o a la centroderecha -que se habían alternado en el poder desde 1990- ganaba una elección presidencial, llevando a uno de los suyos al sillón de O’Higgins.

Las expectativas de cambios mayores, sobre todo entre sus entusiastas electores, eran profusas. Una nueva generación de políticos bisoños venían a torcer sin ambages el rumbo del país. Se proponían terminar con el ciclo de los 30 años y, de paso, cavar la tumba del neoliberalismo -que era la obsesión de la mayor parte de sus simpatizantes.

Mirado con la perspectiva del tiempo, las huestes para emprender tareas de semejante calado eran de suyo esmirriadas, como se pudo comprobar apenas dieron sus primeros pasos en los pasillos del palacio presidencial o en los ministerios donde fueron designados. Militantes de esa nueva izquierda tan visiblemente segura de sí misma y de su misión refundacional, que ocuparon carteras y subsecretarías relevantes (Interior, Relaciones Exteriores, Justicia, Secretaría de la Presidencia, entre otras), debieron abandonar anticipadamente sus cargos antes de cumplir siquiera un año, en favor de los más duchos y experimentados del Socialismo Democrático.

Que el gobierno haya alcanzado el poder sin un pensamiento económico discernible más allá de la retórica anticapitalista, se explica mucho más por la eficacia comunicacional de sus principales líderes que por el resultado de una batalla de las ideas -que el diputado Winter cree ahora que deberían emprender, cuando no tienen casi ninguna en materias de tal significación. De hecho, en el contexto de una virtual not policy el crecimiento y la modernización capitalista -para la nueva izquierda casi lo mismo que el neoliberalismo- fueron rápidamente puestos en su lugar por los nuevos inquilinos de La Moneda, es decir, en el freezer de la cocina frenteamplista. Chile ya había tenido suficiente de ellos, creyeron a pie juntillas, y ya era hora de sacudirse del instrumental neoliberal en el “país más desigual del mundo”. De hecho, la palabra crecimiento no mereció más que alguna escueta mención en el programa de gobierno y apenas era pronunciada entre quienes se aprestaban a tomar las riendas de la nación cuando asumieron el gobierno.

Con todo, a la hora de conformar su gabinete, en una de las más extrañas designaciones de que se tenga memoria, ante la notoria carencia de expertos o especialistas propios para asumir la exigente tarea de tomar los mandos de la economía, Boric recurrió a uno de los más reconocidos economistas de los “30 años”, Mario Marcel, del todo ajeno a los aires refundacionales de la nueva izquierda, para ocupar la cartera de Hacienda, incluso al costo de despojar al Banco Central de su celebrado presidente en ejercicio. Fue así que la billetera fiscal, y más pronto que tarde Interior, Relaciones Exteriores y Justicia, entre otras, iban a quedar en manos del mismísimo Socialismo Democrático que la nueva izquierda se había propuesto desalojar, sobre todo cuando quedó herida de muerte tras el mazazo propinado por el electorado al texto de la Convención Constitucional.

Un proyecto político sin ideas en materia económica ni tampoco en materia de orden interno debería tener sus días contados en cualquier contexto de competencia democrática, pero mucho más en uno en que las carencias sentidas por el electorado son precisamente el crecimiento económico y la seguridad ciudadana.

¿Podríamos ver entonces aquí una réplica similar al fenómeno de “Podemos”, del que un diario madrileño escribió “el partido que nació cómo catarsis de la indignación ciudadana cumplió su ciclo y pasa de formar parte del gobierno nacional a perder la territorialidad en toda España”? ¿Cómo podría ocurrir esto en el caso del Frente Amplio? Un mal desempeño en la próxima elección de alcaldes, concejales y gobernadores, no del todo improbable, sumado a un mal desempeño en la elección de diputados, tampoco improbable, y su exclusión de la segunda vuelta de la elección presidencial de 2025 -que esto es seguro-, le pavimentaría el tránsito al fin del camino. Un reguero de derrotas de esa magnitud, que tuvo su partida el 4 de septiembre de 2022 -el triunfo del “En contra” en diciembre pasado fue apenas un alivio pasajero-, dejaría al proyecto frenteamplista al borde de la inanición, a la que se precipitó sin más Podemos en España y Syriza en Grecia.

Si así fuera, ahora mismo podríamos estar presenciando la estrella fugaz del Frente Amplio en el firmamento político chileno. En un abrir y cerrar de ojos, políticamente hablando, podría desaparecer de nuestra vista sin dejar otro rastro que el de un gobierno fallido y una generación perdida (De Gregorio dixit). Cuando ninguno de los suyos se vislumbra en el futuro previsible para ocupar posiciones protagónicas en política, a la manera que lo hicieron Boric y Jackson en la década pasada, sin ideas propias respecto de los problemas más acuciantes que aquejan a la sociedad chilena, no resulta descabellado aventurar un desenlace ineluctable como ya ocurrió con sus émulos en Europa. Cómo dijo alguna vez Andrés Allamand la política es sin llorar, incluso cuando se extingue un proyecto político que por momentos brilló con esplendor en la bóveda celeste del sistema político chileno. (El Líbero)

Claudio Hohmann