Oposición ahora: prioridades y responsabilidad-Isabel Plá

Oposición ahora: prioridades y responsabilidad-Isabel Plá

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Se aleja a 200 kilómetros por hora el entusiasta discurso que el Gobierno pretendió instalar, en la previa de la Cuenta Presidencial. El Chile mejor que hace dos años, más seguro y con estabilidad, que crece y crea empleos; y un largo e imaginario etcétera.

Está siendo un otoño-invierno duro. Del Chile que enfrentó eficazmente la pandemia, a la incapacidad de cumplir una campaña de vacunación estándar. De la reconstrucción del 27-F en seis regiones, a la vergonzosa lentitud para instalar viviendas de emergencia en Viña del Mar. De la ambiciosa determinación para darles a millones de chilenos oportunidades de progreso, a la incomodidad ideológica con el crecimiento.

De fondo va reemergiendo lo que no tiene remedio y trasciende a lo material (que siempre puede corregirse): el espíritu de una izquierda que se arroga el derecho a decidir sobre la legitimidad de posiciones en el debate público. Oponerse al aborto es cruzar un “mínimo civilizatorio”. Orden, sinónimo de represión. Control migratorio: xenofobia. Debates históricos, negacionismo.

El Presidente Boric se erige esta semana como catador de la democracia. Advierte sobre la “extrema derecha”, en la cara del Canciller Scholz, cuyo gobierno amanecía de una dura derrota desde ese costado. Dice el mandatario de Chile de esas derechas que “no valoran como nosotros la democracia”; mientras nos preguntamos qué implica el “como nosotros”, recordamos al diputado Boric respaldando en el Congreso dos intentos de destitución del presidente Piñera.

En Santiago, la ministra Vallejo establece como antipatriota a quien critica las inexplicables decisiones del Gobierno, frente al régimen de Maduro (Orwell sonríe).

Para qué ir tan lejos, en la Convención Constitucional, plenamente activa hace menos de dos años, se apagaba el micrófono o denunciaba a una “comisión de ética”, cuando no gustaba lo que se decía.

Las diferencias entre oficialismo y oposición no son sobre cuestiones formales, si definir tal o cual prioridad, darle urgencia a una reforma por encima de otra o establecer más o menos presupuesto para la seguridad. Son de fondo.

La oposición —toda ella— tiene una responsabilidad ineludible. Se enfrenta no tan solo a una mala administración, sino a una concepción de la democracia, el Estado, el orden, el progreso social, la libertad, la economía, la dignidad de la persona, que una mayoría ya rechazó abrumadoramente en septiembre de 2022. Y que sigue ahí, durmiendo una siesta para recuperar fuerzas.

No hay margen para errores, ni discusiones que solo importan en las sedes partidarias. Tiene la oportunidad de frenar el deterioro material, restaurar a una sociedad casi rota, pararles los pies a los catadores del debate democrático. De soplar esperanza a una ciudadanía que declara a la política como indeseable (no pocas veces con razón), porque la ve ajena a sus problemas y disputándose cuotas de poder.

Nadie sensato podría exigir a los partidos de la oposición, ni siquiera a aquellos claramente de derecha, fundirse en un proyecto único, renunciar a convicciones, borrar sus identidades. Sí puede y debe explicitar, primero, una unidad de propósito, si aspira a derrotar a la izquierda en noviembre de 2025; y cuidar sus liderazgos.

Luego, terminar de definir con quiénes y cómo superará con éxito la barrera electoral de octubre próximo en todo el país. Finalmente, hacer el mayor esfuerzo para acordar una hoja de ruta, que vaya desde las prioridades hasta un horizonte ambicioso para Chile, con respuestas bien fundadas y que requerirán coraje, partiendo por la seguridad.

El tiempo corre velozmente. (El Mercurio)

Isabel Plá

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