Los acontecimientos vistos esta semana en Venezuela tienen consternado al mundo y con razón. Se ha ejecutado un golpe, un robo a la democracia a vista y paciencia del mundo entero. En la era de las redes sociales ya no es posible el control de los medios de comunicación y, por tanto, mentir ya no es tan fácil. El resultado oficial anunciado por el gobierno de Nicolás Maduro es evidentemente fraudulento, no condice con la realidad.
La pregunta es si esta situación era esperable y ciertamente lo era. Los gobiernos totalitarios de corte marxista, en todas sus expresiones, pueden llegar al poder por las urnas, pero nunca salen por éstas, ya que destruyen la democracia. La democracia no es simplemente elecciones, aunque éstas son partes del ejercicio democrático. Para que haya democracia se requieren contrapesos e instituciones independientes que funcionen, libertades individuales y otros requisitos esenciales. En Venezuela se hicieron elecciones, pero no hay contrapeso alguno y las instituciones están coaptadas por quien ha arrebatado el poder. EL CNE, quien cuenta los votos, es un instrumento del gobierno y los militares están comprados. El gobierno chavista sabía que, si perdía el poder, no sólo Maduro, sino miles de corruptos, parte del gobierno, se iban presos. Para ellos era todo o nada. Por tanto, viendo las encuestas lapidarias, estuvieron dispuestos a robarse una elección, que, además, perdieron por mucho.
Esta situación alerta al mundo y especialmente a Chile. El amor por el chavismo siempre ha sido algo conocido en figuras de la política nacional. No solo se refieren a éste como una “democracia con deficiencias” o con “problemas institucionales”, sin reconocer lo que es, una tiranía. No es ni siquiera dictadura, ya que eso implicaría un gobierno provisional de estabilización. Es abiertamente quien usurpa el poder para perpetuarse en éste, una tiranía. Al ser tal, ya es antidemocrática en sí. Además, en ella no hay reales libertades individuales, no hay libertad de expresión, opinión y son forzados a migrar. Es un gobierno fallido que empobrece a muchos para el beneficio económico de sus cúpulas usurpadoras. Esta última elección dejó en evidencia el flagrante robo, que ya era evidente, pero siempre el peor ciego es el que no quiere ver. Hasta la OEA declaró la elección como un abierto fraude. Sin embargo, el partido comunista chileno, en todas sus voces y a coro, dice que el proceso es legítimo y celebra la reelección de Maduro. El presidente Boric hace un atisbo de buscar la verdad exigiendo las actas y trasparencia antes de reconocer los resultados. Es ninguneado por Venezuela quien expulsa al embajador chileno allá casi “a patadas”, lo que se acompaña con la salida del embajador venezolano en Chile, quien habla de nuestro país como “fascista”. El presidente solo dice tener diferencias con el PC y asegura que la política internacional la maneja él y aclara que no romperá su coalición.
La gran pregunta es, ¿se puede ser demócrata asociándose con antidemocráticos?, la verdad es que no. ¿Se puede ser honesto trabajando con quienes validan un gobierno no sólo antidemocrático, sino corrupto, vinculado al crimen organizado, una real “narco dictadura”, “narco-tiranía”? Lo cierto es que no, eso te hace cómplice.
Esto abre una gran y permanente discusión que tiene que ver con las supuestas credenciales democráticas del Partido Comunista en Chile. Dicen que, si bien en el mundo fueron antidemocráticos y los peores asesinos en la historia, en Chile siempre habrían sido respetuosos de las instituciones y participado en democracia de un modo válido. Esta aseveración no es del todo cierta, ya que siempre han validado la violencia como un modo de hacer política, por algo se definen “marxistas- leninistas”. El requisito básico para la democracia es dejar fuera la violencia física. Esta deja de ser el modo de hacer política y se reemplaza por las urnas. Lo cierto es que en la historia de Chile los comunistas desestabilizaron la democracia al punto que el presidente González Videla, los proscribió. Luego durante el gobierno de Allende mostraron “todos sus dientes” y sí, intentaron instalar un totalitarismo en nuestro país. Fracasaron, el proceso se vio truncado. Las persecuciones tras el Golpe, los alentó a vestir eso de “credenciales democráticas”, camuflando la tradicional “lucha armada”, siempre validada por ellos, de “lucha contra la dictadura”. Entonces quienes habían sido grandes “carniceros”, se levantaron como los garantes de los Derechos Humanos. En el regreso a la democracia comenzaron a usar el juego democrático con siempre el mismo plan, destruir la democracia. Hoy en el poder han mostrado “todos los dientes”. Son vampiros, elegantes y bien vestidos. Con muy buenos modales que piden permiso para entrar, una vez adentro, muestran los dientes y no sueltan a sus presas hasta drenarles toda la sangre para su sustento personal. Cuidado, la democracia en el mundo está en crisis y Chile tiene al enemigo de la democracia dentro del gobierno. En ser democrático no hay medias tintas, se es o no se es. Quien hoy no condena a Maduro, no lo es. ¿Es capaz la democracia de defenderse a sí misma si ha invitado al vampiro a entrar? (La Tercera)
Magdalena Merbilháa