Aquí los únicos consecuentes han sido los comunistas: siempre leales a la dictadura bolivariana, nunca dejan de defenderla y justificarla. Incluso hoy, ante un fraude electoral de antología, con una represión despiadada en las calles, con secuestros de dirigentes opositores frente a las cámaras. El PC chileno no tiene problema para validar la nueva puesta en escena e, incluso, para guardar silencio cuando los líderes de la tiranía acusan a Chile de haber entrenado a los conspiradores, rompen de facto las relaciones diplomáticas e insultan al Presidente Boric.
Y tienen razón: el problema no es de ellos sino de sus aliados y de su gobierno, que se ven obligados a insistir en que solo se trata de diferencias menores, apenas “matices”en temas de política exterior. Es de tal magnitud el patetismo que, a una semana de la elección, el gobierno chileno dice seguir esperando que el régimen de Maduro haga públicas las actas que validan sus resultados. Un acto de fe que, a estas alturas, solo encubre la decisión de no condenar el fraude y, menos aún, de reconocer el triunfo opositor.
Hipocresía igual que la aparente incomodidad de los aliados del PC, todos aquellos que llevan ya dos gobiernos juntos y largos años de alianzas electorales. ¿De verdad pretenden que alguien pueda creer que acaban de descubrir que los comunistas son incondicionales a la dictadura venezolana? ¿Y que hoy se sienten en serio incómodos y consideran necesario reevaluar su matrimonio por conveniencia con ellos? Por favor, todo esto no es más que una simple mascarada, un bluf para salir al paso de una circunstancia en la que el abierto respaldo de un partido de gobierno a una dictadura sin escrúpulos se ha convertido en un problema mayor. Ad portas de un nuevo ciclo electoral, obligados a seguir gobernando juntos y tras firmar recién un nuevo pacto municipal, los socios del PC no tienen hoy más alternativa que fingir una supuesta molestia frente al sólido respaldo de los comunistas a las trampas de Maduro.
Lo tiene claro el oficialismo y, sobre todo, lo tiene claro el propio PC: no existe la más mínima posibilidad de que sus aliados opten por dinamitar su alianza política estando en el poder y, menos aún, a tres meses de una elección decisiva. Los comunistas seguirán siendo fieles a lo que siempre han justificado y defendido, y sus socios tendrán que seguir actuando como si ello causara una incomodidad. El gobierno tendrá que afrontar el dilema de ver cómo el mundo denuncia cada vez con más fuerza el fraude electoral y cada día más países reconocen el triunfo de la oposición venezolana. Un gobierno que partió de manera admirable siendo de los primeros que no aceptó el resultado oficial, pero ahí se quedó.
Hoy la complicación pareciera ser que el PC apoya desde siempre a la dictadura venezolana; pero si en realidad ello nunca fue un problema es porque varios de sus actuales socios hacían lo mismo. (La Tercera)
Max Colodro