No todos los funcionarios públicos son trabajadores y responsables. Algunos dejan puesta la chaqueta en el respaldo del asiento, como si hubieran salido un momento, y se van al café de la esquina a conversar con los amigos. Piensan que el jefe no advertirá la jugada o que hará vista gorda.
Eso es exactamente lo que sucede con el PC. En apariencia, es parte de la coalición que nos gobierna. Sus miembros reciben sueldos en todas las reparticiones públicas. Es más, se ha empeñado por meterlos en todas partes. En ese sentido, el PC está muy presente. Sin embargo, su corazón está en otra parte. Ya lo constatamos hace un mes en sus duras críticas a la ministra Tohá por los allanamientos en Villa Francia. El Partido Comunista no quiere asumir ningún costo, ni siquiera los que se derivan de la seguridad pública, que es lo mínimo que un gobierno debe garantizar a los ciudadanos.
Esta semana hemos visto un ejemplo muy notorio de la disonancia que existe entre lo que piensa el Presidente y lo que dice y hace el PC. Para Gabriel Boric resulta inaceptable que un proceso electoral carezca de toda transparencia, que los locales de votación sean custodiados por fuerzas extranjeras, que no se conozcan las actas de votación o que se inhabilite y se persiga a los opositores. Sin embargo, salvo excepciones, para el PC aquí no hay ningún problema y, según él, Nicolás Maduro es el ganador de la elección del pasado domingo.
¿Cómo puede entenderse una opinión semejante? En realidad, aquí no hay nada que explicar. Lo que sucede es que a los chilenos se nos suele olvidar algo tan simple como que el PC es comunista. Y para el comunismo el ideal de democracia son las democracias populares, donde el resultado se conoce de antemano, los opositores son traidores a la patria y la opinión de la gente es irrelevante, porque si discrepan significa que están alienados. Es más, lo raro sería que nuestro PC dijera algo distinto, porque eso significaría que habría comenzado a ser incoherente con su propia filosofía, esa que ayer lo llevó a apoyar a Stalin o defender la invasión soviética de Checoslovaquia y hoy lo impulsa a defender con todas sus fuerzas a la dictadura cubana, impidiendo que el Gobierno pueda pronunciarse al respecto.
Lo raro, entonces, no es la actitud del PC, sino la conducta del Presidente Boric. Él ha sido clarísimo a la hora de reprobar las prácticas antidemocráticas del chavismo. Sin embargo, a la hora de explicar las discrepancias al interior de su propio gobierno sobre esta materia, se limita a decir que tiene diferencias con el PC, como si se tratara simplemente de una política pública cualquiera o del monto en que debe subir la tarifa del metro.
Una de dos, o Gabriel Boric estima que este es un asunto menor, una mera discrepancia de esas que son típicas en un gobierno de coalición, o piensa que la transparencia y libertad son esenciales para que exista democracia. Sabemos que la primera alternativa hay que descartarla, y que solo la segunda es verdadera. Es más, la promoción de la democracia y los derechos humanos ha sido un objetivo prioritario de su gobierno. Entonces, ¿por qué minimiza esta grave cuestión política y la presenta como una mera discrepancia? No piensa lo mismo el propio gobierno de Maduro, que no ha dudado a la hora de expulsar a los representantes diplomáticos de los países que han expresado dudas sobre la legitimidad de los resultados que le permiten seguir en el poder. El chavismo se da cuenta de la seriedad de esta discusión.
Los chilenos hemos aprendido a distinguir muy bien cuándo estamos en presencia de una democracia. Él puede hacer lo que quiera y pretender que su diferencia con el PC tiene un carácter menor. Con todo, tengo la sospecha de que a nosotros no nos gusta que nos traten como si fuésemos tontos. Él puede actuar como si no viera el problema; sin embargo, al menos debe saber que nosotros sí vemos esta incoherencia.
Los comunistas hace mucho tiempo que se fueron del Gobierno. Quedaron sus cuerpos, pero su alma ya no está. Si esto es así, ¿por qué no se van del todo? La verdad es que no tienen razones para hacerlo, ya que gozan de todas las ventajas de estar en el Gobierno y no pagan ninguno de los costos. No parece que vayan a irse. A lo más, están dispuestos a que los echen y recibir a cambio una buena indemnización en términos políticos, porque eso les permitiría transformarse en víctimas.
Por otra parte, es probable que ellos sepan que nunca los echarán. El Presidente Boric ha leído libros de historia y sabe lo que ocurrió con su tocayo Gabriel González Videla. Uno no puede enfrentarse decididamente con los comunistas y salir incólume. Boric tiene muchas virtudes, pero pedirle que se inmole y sea capaz de enfrentar un tsunami comunicacional que, de aquí al día de su muerte, e incluso mucho después de ella, lo etiquete de “anticomunista”, sería esperar de él un imposible. Por eso, solo le queda hacer la vista gorda y actuar como si el PC todavía estuviera en el Gobierno. (El Mercurio)
Joaquín García Huidobro