El extendido corte de energía eléctrica que afectó a la Región Metropolitana (RM) y a buena parte de la zona centro sur de Chile es un buen ejemplo de que a pesar de toda la experiencia que tenemos como país en manejos de catástrofes, la ausencia de un sistema nacional integrado en esta materia que sea capaz de tener una buena prevención y un adecuado manejo de desastres es algo sobre lo cual deberíamos trabajar, y que se lo debemos a los millones que estuvieron sin electricidad por períodos extendidos de tiempo, con los significativos impactos que ello tiene.
Se suponía que cuando se promulgó el 27 de julio de 2021 la Ley 21.364, que crea el Sistema Nacional de Prevención y Respuesta ante Desastres (Sinapred), y como parte ello el Servicio Nacional de Prevención y Respuesta ante Desastres (Senapred), que venía a reemplazar la vieja Onemi, íbamos a ser capaces de ser efectivos en materias de prevención y manejo de desastres, lo que obviamente a tres años de su promulgación aún no ocurre, ya que es cosa de mirar la ausencia de previsión y el manejo que hubo de los incendios de Viña del Mar, como también del corte eléctrico extendido que experimentamos en buena parte de Chile.
Sin pensarlo mucho, el gobierno y los alcaldes declararon cabeza de turco a Enel, y en menor medida a GCE, dirigiendo sobre ellos sus rabias y las rabias del público afectado, permitiendo ello tener a un villano culpable por lo ocurrido, y en ningún caso asumiendo, de haberlas, sus propias responsabilidades en estas materias, casi al punto de ser meros espectadores.
Está claro que Enel y GCE son las responsables por la distribución eléctrica en la RM, que ambas empresas más que nadie tiene responsabilidad en el extendido corte eléctrico, y que particularmente en el caso de Enel, el manejo comunicacional y el servicio de clientes deja mucho que desear, demostrando que no estaban preparados o entrenados para lidiar con una crisis de tamaño problema, llegando a colocar en duda su capacidad para manejar riesgos operacionales.
Es muy posible que esta crisis eléctrica se podría haber evitado o por lo menos disminuido si la parte preventiva hubiese operado correctamente. Por ello me refiero a que bajo el entendido de que la red de distribución eléctrica califica como infraestructura crítica, se hubiera esperado que el Senapred haya inspeccionado la red metropolitana, así como la de regiones, y que producto de esas revisiones, hubiese quedado claro la vulnerabilidad de la infraestructura, como también la falta de capacidad de los operadores tanto en prevención como en la recuperación de las capacidades, incluyendo el manejo y comunicación de crisis.
Algo similar aplica a la Superintendencia de Electricidad y Combustibles (SEC), el regulador y supervisor de las eléctricas, a la que se le agrega el agravante de ser el que define las características técnicas y operativas de las distribuidoras, las que, por ser monopolios, operan bajo la definición de empresas modelos, modelos que obviamente incluyen aspectos operativos como son los despejes de las líneas eléctricas, poda de árboles, y capacidades de manejar contingencias.
También hubiera esperado que las municipalidades, que ahora están tan dedicadas a acusar a Enel, hubieran realizado sus propias evaluaciones de riesgo, exigiendo al Senapred, a la SEC y a las eléctricas realizar las acciones necesarias para evitar o minimizar los daños a la infraestructura crítica de sus comunas, quedando a veces la sensación de que actúan sólo cuando les conviene.
Muchos pensamos que el viento no sería tema. Es cosa de recordar lo que decían los noticiarios días antes, o los comunicados del Senapred del martes 30 de julio, que no hablaban mayormente de problemas en Santiago, sólo tendría algo como 34mm de agua caída, quedando los meteorólogos al debe en su función preventiva. Sólo aplicaciones del tipo meteoblue mostraban lo que se nos venía encima.
El temporal que trajo viento y lluvia se debe a que se posicionó sobre el Chile continental centro sur una zona de muy baja presión, que significó vientos que superaron cualquier cosa que hayamos visto antes en Chile, y que causó destrozos por donde pasó, pero que generó más ruidos en Santiago que en regiones, las que están más acostumbradas a las inclemencias climáticas, son más resilientes, y tienen más capacidades de recuperación que las demostradas en la capital.
Entendiendo que Enel merece un buen castigo por sus errores, y que las municipalidades, el gobierno regional, las autoridades centrales, el Senapred y la SEC no están libres de culpa y responsabilidad en la prevención y manejo del desastre, lo que es incomprensible es que el gobierno de Boric no haya decretado estado de catástrofe en la RM, algo que perfectamente podrían haber hecho una vez conocido el nivel de daño causado, el que superaba ampliamente las capacidades de recuperación de Enel, y de los recursos municipales y regionales que son empleados para situaciones como estas.
El haber declarado estado de catástrofe hubiese permitido dejar la RM a cargo del comandante general de la guarnición militar de Santiago y emplear las capacidades militares disponibles en Santiago para fines de seguridad, y apoyo a la población afectada, tal como se ha hecho con otros desastres naturales y, en particular, con los incendios de Viña del Mar.
Nuevamente, no eximiendo a las distribuidoras eléctricas de sus culpas y responsabilidades, la realidad que se vivía en Santiago desde el viernes claramente calificaba para catástrofe, más si le sumamos lo que no es visible, la catastrófica ausencia de electricidad en un mundo cada vez más electrodependiente, algo que indica Vivianne Blanlot en su columna del Mercurio del domingo 4.
De seguro muchos hubieran agradecido la seguridad militar en noches sin alumbrado público, en lo que es ya un peligroso Santiago, en donde tampoco funcionaban todos los semáforos, en donde la ausencia de electricidad, además, significaba que casi nada funcionaba, y en donde la presencia de las instituciones militares hubiera ayudado a distribuir alimentos, agua, generadores, medicina y otros vitales elementos.
Cuesta entender que un Estado de Chile, que fallando en la prevención, además falle en colocar todas sus capacidades para apoyar la recuperación de la normalidad en la RM, y que sólo dedique junto al mundo político a declarar a Enel el enemigo público número uno, la cabeza de turco responsable de todos los males, desviando con ello las culpas y responsabilidades de los que participan en el sistema de prevención y respuesta ante desastres, y más preocupante aún, demostrando en la pasada que no les gusta lo que sea privado y no público.
Espero que no tengamos que experimentar nuevas contingencias en donde fallan tanto la prevención como la recuperación, ya que el impacto lo sufren directamente los chilenos, y particularmente los más pobres, los más ancianos y los más desvalidos, en lo que claramente es una catastrófica falla de la Seguridad Nacional, porque eso es, un problema de Seguridad Nacional. (El Líbero)
Richard Kouyoumdjian