Candidaturas independientes: crisis de los partidos

Candidaturas independientes: crisis de los partidos

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Un reciente artículo de Emol se titula Ocho pasos para detectar el “sector” político ideológico de un candidato independiente. Su objetivo es entregarles a los lectores una metodología para averiguar en qué lugar del espectro político se ubican los candidatos. El escenario electoral lo obliga. En las próximas elecciones para elegir a concejales, alcaldes, gobernadores y consejeros regionales, de un total de 17.189 candidatos, 9.226 son independientes; es decir, un 53,7% del total.

El requisito para inscribir una candidatura independiente aspirante a una alcaldía es poco exigente: mostrar firmas equivalentes al 0,5% del padrón de los electores efectivos de la última elección. Como en la última elección municipal votó el 50% de los ciudadanos, se requiere conseguir las firmas de solo el 0,25 del padrón existente para registrar una candidatura. En términos simples, en una comuna grande, de 400.000 electores, hacen falta apenas 1.000 firmas.

Esta columna no pretende cuestionar a quienes intentar representar a sus comunidades por la vía de una candidatura independiente. La libertad es libre y todo esto es legal.

Lo que se busca es resaltar que actualmente tenemos un sistema político en el que los partidos no son relevantes en la representación electoral, pese a que tenemos la cifra de partidos más alta en nuestra historia: 23 legales y tres en formación.

Los partidos son la base del funcionamiento de la democracia: permiten cohesionar opciones y alternativas de modelos de desarrollo y hacerlas visibles a la ciudadanía, son en sí mismos representativos de tradiciones y culturas políticas y permiten generar acuerdos y alianzas.

Pero hoy su desfonde es profundo. Lo más grave es que estos no parecen darse cuenta.

La crisis de la centroizquierda se caracteriza por la ausencia de acuerdos programáticos y la carencia de disciplina parlamentaria. Se atenúa debido a que el Gobierno es un actor poderoso en el manejo de la agenda, pero si el próximo año se quiere presentar una opción de continuidad, ¿cuál es el plan?

En la oposición, el drama es aún más grave porque la reciente negociación electoral puso en evidencia la multiplicación de sus divisiones y caudillismos, dando muestras de una dramática incapacidad de gobernarse. Mala estética para proponerse como opción de cambio, ya que no proyecta una mínima imagen de orden en un país que reclama certidumbre y liderazgo.

La crisis del sistema de partidos abre una interesante conversación acerca de cuál es el futuro de la democracia. Pueden aparecer nuevas reconfiguraciones para ordenar la relación entre el poder y los ciudadanos. En varios países del continente han surgido liderazgos que han sido capaces de rearmar este diálogo con otras claves: Milei, Bukele, López Obrador.

Aquí en Chile dos intentos constitucionales fracasados rubricaron la incompetencia de las elites para ofrecer algún acuerdo que acercara a los ciudadanos a la construcción de espacios de solución de controversias y de elaboración de horizontes compartidos.

Luego de esos fracasos sigue penando una reforma al sistema político que revitalice nuestra democracia y que abra un horizonte. Dado que no fue posible lograrla antes de estas elecciones, debiera ser el principal objetivo del mundo político antes de las presidenciales. (El Mercurio)

Ricardo Solari

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