Kamala Harris, contra todo pronóstico, avanza en sus posibilidades de ser electa Presidenta de Estados Unidos.
Después del fatídico debate televisado del 27 de junio, que derrumbó a Joe Biden, Kamala parecía no tener posibilidades de reemplazarlo; era menos popular que el Presidente. Antes, muchos sostenían que debido al envejecimiento de Biden, correspondería reemplazar a Kamala. Se requería de mayores capacidades para apoyarlo en un segundo período.
Unos y otros coincidían en que Kamala “no daba el ancho”. Su desempeño como senadora y vicepresidenta había sido opaco. En 2019 fracasó en su postulación presidencial. Además, son escasos los vicepresidentes que suceden a sus compañeros de lista. En cien años, de los 20 vicepresidentes, solo George H. Bush logró la continuidad inmediata por la vía electoral. Harry Truman y Lyndon B. Johnson completaron los períodos de Franklin D. Roosevelt y John F. Kennedy, después electos, no postularon a la reelección. Nixon y Biden debieron esperar un período intermedio para lograr la presidencia.
Ahora, la unidad partidaria beneficia a la vicepresidenta, que no estuvo expuesta a primarias competitivas ni al escrutinio de su programa. En esta campaña, hasta ahora, no ha dado ninguna entrevista extensa. Solo puntos de prensa. Muchas sonrisas y simpatía, pero poco se sabe de lo que piensa, salvo algunas pistas populistas en contra de los “especuladores”, promesa de fijar precios a los alimentos, subsidios de 25 mil dólares para las compras de la primera vivienda, alza de impuestos corporativos de 23% a 28%.
En el discurso de aceptación de su nominación a la presidencia ofreció opiniones moderadas. Dejó en el olvido antiguas promesas de salud gratuita para todos, de terminar con el fracking para extraer hidrocarburos y desfinanciar a las policías. Hillary Clinton, exultante al proclamarla, sostuvo que no importan las políticas si puedes hacer historia. Se refería al indiscutible mérito de Kamala, que siendo mujer descendiente afronorteamericana y de Asia del Sur, logró la vicepresidencia.
La consigna de Kamala es unidad, cambio y “libertad”, limitada al aborto, siendo marcadamente intervencionista en las demás materias, muy lejos de ser libertaria.
Su gran ventaja comparativa es su oponente Donald Trump: narcisista y abusador. Recuerdo un pariente que cuando le preguntaban por su señora respondía, “¿comparada con quién?”.
Kamala ha logrado algo impresionante. Desde el fracaso se ha convertido en esperanza. Lo que le queda es lo más difícil: mostrar en la campaña sus capacidades.
A los presidentes se les debería elegir por sus competencias para el cargo y no por vencer barreras étnicas, etarias o de género. Y no basta con su impresionante logro de superar a Trump en el voto popular. Lo debe vencer en los siete estados que deciden la elección. Solo le quedan 73 días, y por ahora lo aventaja en uno solo de esos estados. (El Mercurio)
Hernán Felipe Errázuriz