La alegría dieciochera y las luchas de hoy

La alegría dieciochera y las luchas de hoy

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Septiembre es un tiempo muy especial para el país. Paradójicamente, es el mes en que la mirada al pasado tanto divide como une a los chilenos. Nos aleja el día 11, una fecha que arrastramos cual Sísifo, como una condena eterna que nos impide avanzar en un proyecto común. Pero luego llega el 18, los ánimos cambian y las diferencias entre unos y otros parecen desdibujarse. Múltiples actos oficiales conmemoran la independencia del país y abundan los festejos públicos y privados. La idea de reunión y sociabilidad que envuelve a esta fecha, real o fantasiosamente en torno a un asado, es mucho más que una caricatura. En tiempos sombríos, es el ambiente de alegría, humor y optimismo del que se empapa el Dieciocho chileno lo que anhelamos. Representa un encuentro en el que, como diría el cantante español Joan Manuel Serrat, “el noble y el villano/ El prohombre y el gusano/ Bailan y se dan la mano/ Sin importarles la facha”, porque las diferencias se diluyen frente a todo lo que nos une.

Son los días en que aflora a lo largo y ancho del país el principal símbolo de nuestra historia común, esa “bandera de la estrella solitaria” cuyo diseño le fue encargado al ingeniero militar Antonio Arcos y a José Ignacio Zenteno, ministro de Guerra de Bernardo O’Higgins (Cruz, 2016). Más que un pedazo de raso de seda con el que Dolores Prats confeccionó a fines de 1817 el primer ejemplar, esa bandera es el símbolo del pueblo chileno independiente y libre. Evidentemente las banderas nacionales aparecieron junto con las naciones, pero antes que ellas estuvieron los estandartes. Aunque estos eran empleados en las guerras para identificar a las tropas, no solo cumplían con una función de distinción y pertenencia, también representaban el honor. De ahí que perder el estandarte en manos del enemigo era causa de una enorme humillación. Las banderas nacionales heredaron ese mismo valor de pertenencia, identidad y orgullo patrio. Son, asimismo, parte de nuestra propia historia.

Aunque el 18 de septiembre de 1810 marca el inicio de una larga batalla por la libertad con la formación de la primera Junta de Gobierno, faltarían ocho años para consolidar la independencia. El acta que instaló la junta decía que buscaba preservar “el orden, quietud y tranquilidad pública” ante la incertidumbre derivada de los acontecimientos en España. Mientras conmemoramos esos hechos, vale la pena preguntarse acerca de las luchas que enfrentamos hoy. En estos tiempos en que abunda el hastío por la extrema polarización política, exceso de ideologización, escasa tolerancia al que piensa diferente manifestada en una cultura de la cancelación, olvidamos que nuestras verdaderas batallas debieran orientarse a superar el estancamiento económico, la corrupción, la degradación de la educación pública, la extrema inseguridad, la anomia y la violencia. (El Mercurio)

Jacqueline Dussaillant