Hay una larga lista de pendientes en materia de seguridad y defensa para los siguientes seis años. Lo que importa es que haya una arquitectura definida y claridad en la división de funciones de las instituciones involucradas. La ambigüedad será el enemigo, pues lleva a confusión y duplicación de funciones que, por lo general, genera lagunas operativas.
La reestructura administrativa más significativa será la reintegración de la Guardia Nacional (GN) a la Secretaria de la Defensa Nacional (SEDENA) y su consolidación como fuerza intermedia.
Recordemos que hasta 2018, la GN era una figura constitucional abstracta, existía solo en papel, y fue reactivada originalmente dentro de SEDENA y transferida administrativamente a la entonces nueva Secretaria de Seguridad Ciudadana, en donde absorbió a la Policía Federal, incluyendo a la Gendarmería.
Esta reintegración administrativa deberá ayudar a obtener sinergias en cuanto a educación, entrenamiento, infraestructura y tecnología, resultando, idealmente, en más recursos operativos.
De acuerdo con la última iniciativa de proyecto en discusión, la GN formará parte de la Fuerza Armada Permanente y deberá ser comandada por un General de División en Activo. Todo esto indica que no será un cuerpo civil, sino que se consolidará como una fuerza militar auxiliar a la seguridad pública. La GN requiere de un suministro permanente de armamento ligero, sistemas de comunicación tácticos, vehículos blindados ligeros, y tecnología para labores de inteligencia, la mayoría de la cual la puede surtir la industria nacional, tanto pública como privada.
El Ejército, por lo tanto, deberá quedar enfocado en la defensa exterior y en labores de reacción ante desastres. Cabe aclarar, que la defensa exterior incluye también a enemigos no convencionales transnacionales. El Ejército requiere de armamento mediano y pesado, como artillería, blindados, radares y sistemas estratégicos de comunicación, la mayoría solo se puede obtener en el extranjero.
Para Marina, el reto será revitalizar la construcción naval para aprovechar las inversiones que se han realizado en su infraestructura y que permitirán botar a la mayoría de las embarcaciones que requiere desde astilleros nacionales, con tecnología importada, pero con más y más contenido nacional.
La Fuerza Aérea Mexicana (FAM), una organización que históricamente ha estado crónicamente subequipada, podría 1) absorber los elementos aéreos de la actual GN o 2) reorganizarse, para adicionalmente crear un servicio aéreo del ejército, paralelo al de la GN. Ambos modelos tienen sus ventajas y limitaciones, pero en cualquier escenario la FAM requiere renovar su fuerza de aviación de intercepción supersónica, restablecer sus capacidades de transporte pesado, expandir la cubertura radar y flota de helicópteros, obtener satélites de vigilancia y actualizar sus medios de inteligencia aérea. Si bien la mayoría de estos medios deberán adquirirse en el extranjero, la industria nacional se beneficiaría de una estrategia de compensaciones industriales bien afinada.
Pero más allá de una estructura clara y los recursos necesarios, lo que brinda capacidad, se requiere intención. Las declaraciones recientes por parte de altos mandos de las Fuerzas Armadas apuntan a que se sienten limitados, en ocasiones atados de manos, en cuanto a las acciones que deben de emprender para cumplir con sus funciones. Ahí se requiere una orden contundente, un mandato claro y preciso que elimine a la ambigüedad. (Heraldo de México-Red NP)
Íñigo Guevara
Director de la Compañía de Inteligencia Janes
Académico visitante del Atlantic Council, Washington DC