Con una herencia dominada por la peor inflación en más de tres décadas, y tras impulsar un fuerte ajuste fiscal y una significativa devaluación, la crisis social se profundizó en la Argentina. En lo que significa el primer dato oficial sobre las condiciones de vida de los argentinos del presidente Javier Milei, y pese al intento del Gobierno por contener a los segmentos desprotegidos, la pobreza creció al 52,9% en el primer semestre del año. Es la más alta desde 2003.
El dramático número fue calculado por los técnicos que trabajan en la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) del Indec e informado esta tarde por el organismo estadístico. La cantidad de pobres, si se proyectan los datos oficiales a todos el país, llega a casi 25 millones.
La indigencia saltó a 18,1% y alcanza a 8,5 millones personas. La cantidad de niños pobres de entre 0 y 14 años llegó a 66,1%. Esto implica que hay 7,3 millones de pobres. Si se tienen en cuenta que el año pasado cerró con 19,5 millones de pobres, se habrían sumado en seis meses 5,4 millones de nuevos pobres. En tanto, se habrían sumado a la pobreza extrema (la indigencia) casi tres millones de personas.
El año pasado -al cierre del gobierno de Alberto Fernández y Cristina Kirchner- había terminado con una pobreza de 41,7% y una indigencia de 11,9% en un contexto de caída de la economía, del empleo, de los salarios y de una inflación que se triplicaba en sólo un año. Cuando el cuarto gobierno kirchnerista comenzó su gestión, la pobreza era de 35,5%.
El intento de estabilización de la economía argentina, con la devaluación de diciembre (alza de precios y licuación de ingresos) y el fuerte ajuste fiscal profundizó la tendencia de deterioro social, sobre todo en el primer trimestre. Sufrieron los ingresos de los trabajadores formales, informales, las jubilaciones y pensiones, y se perdieron más de 100.000 empleos en la construcción, el comercio y la industria. Además, se perdieron puestos de trabajo informales. El trabajo se precarizó más.
El ajuste hizo, además, que hubiera menos demanda desde las clases medias de trabajo pobres informales (menos cartoneo, jardinería, viajes en remises, horas de trabajo doméstico, venta ambulante, de artesanías y servicios de cuidado). De ahí que la indigencia también se incrementó a pesar de que, desde el primer momento, hubo alzas de 100% en los planes. Estos, según cuentan los especialistas, sirvieron para compensar, pero no para cubrir la pérdida de trabajo.
A partir del segundo trimestre, la fuerte baja de la inflación y las actualizaciones en jubilaciones y planes sociales, sumado a la subida de los salarios formales -con cierres de paritarias- e informales, el freno en la caída del empleo formal y la aparición de nichos de trabajo informal y cuentapropista lograron una baja de la pobreza y la indigencia. Los analistas creen que esta tendencia -ralentizada- se habría sostenido en el tercer trimestre.
Esto, en un marco de «brotes verdes» mensuales en algunos sectores puntuales y de recuperación tras la devaluación de casi la totalidad del salario formal registrado -solo un tercio de la masa salarial- a niveles de noviembre, un punto temporal en que ya arrastraban cinco años de baja. Tal situación se da en un contexto de estancamiento en la baja de la inflación pese al ancla cambiaria. (Emol)