Hace apenas un par de semanas nos enteramos de que luego de cuatro años de trámites varios e idas y vueltas, Google anunció su decisión de dejar de invertir US$ 200 millones en Chile, en un data center que se ubicaría en la comuna de Cerrillos. El proyecto había sido presentado en 2019 y había sido calificado de manera favorable en su Declaración de Impacto Ambiental en 2020. Sin embargo, el Segundo Tribunal Ambiental cuestionó el uso de agua en los procesos del centro de datos y ordenó retrotraer la aprobación de la Resolución de Calificación Ambiental a la etapa anterior. Fue entonces, luego de cuatro años, cuando la gigante tecnológica puso un punto final, buscó y encontró mejores condiciones en otros países de la región para su proyecto. Uno podría pensar que así como estamos, el país está ahuyentando a la inversión extranjera, pero la realidad es bastante peor de lo que parece.
Pocos días más tarde, era el turno de una empresa chilena: Colbún, la segunda mayor generadora del sistema eléctrico nacional, controlada por el tradicional grupo Matte desde 2005, cuya participación de mercado alcanza el 15,5% en términos de energía generada, anunció su decisión de suspender su proyecto de energía renovable en la región de Antofagasta. Esta vez el monto de la inversión no era tan “pequeño”, ya que se trataba de US$ 1.400 millones. La cronología de los hechos es la siguiente: en mayo de este año, la generadora había ingresado al Servicio de Evaluación Ambiental (SEA) de Antofagasta su proyecto de almacenamiento de energía Central de Bombeo Paposo. Sorpresivamente, en agosto, el SEA puso término anticipado al procedimiento, bajo el argumento de falta de información relevante o esencial. En dicha oportunidad el SEA aclaró que no se trataba de un rechazo al proyecto, sino que de una oportunidad de mejora para los proponentes. Sin embargo, la decisión causó sorpresa y preocupación en la empresa, ya que a la fecha de poner término anticipado al procedimiento, ninguno de los 15 servicios que ya habían emitido sus observaciones al EIA había argumentado falta de información que justificara la medida. Colbún presentó entonces un recurso de reposición ante el SEA, el que fue acogido parcialmente, pero el organismo decidió mantener el término anticipado del procedimiento decretado en el mes de agosto, lo que llevó a la empresa a poner fin al proyecto.
No debiera llamarnos la atención entonces cuando Chile pasa a ser el “inversionista extranjero” en otros países de la región. Hace apenas unos días, el directorio de Arauco (filial de Empresas Copec), anunció a través de un hecho esencial, su proyecto Sucuriú en Brasil, por US$ 4.600 millones. Este megaproyecto se ubicará en el Estado de Mato Grosso do Sul y tendrá una capacidad anual de 3,5 millones de toneladas de celulosa. Al hablar de este proyecto, el gobernador de ese Estado dijo que “este es un hito muy importante en el proceso de crecimiento, que generará empleo y oportunidades de desarrollo social y económico”. Las mismas oportunidades que en Chile hace bastante rato no dejamos que sucedan y estamos dejando pasar.
Por Gabriela Clivio, economista y académica