El Gobierno ha puesto su implacable mirada en un nuevo objetivo político: las universidades. ¿El método? Usar como excusa la reorganización y/o condonación de la deuda estudiantil del CAE para alcanzar un propósito superior, fundamental para el proyecto frenteamplista: el control financiero por parte del Estado de la educación superior. ¿Por qué? Porque si las universidades adhieren al nuevo sistema propuesto por el presidente Boric de Financiamiento a la Educación Superior (FES), las casas de estudio solo podrán cobrar a sus estudiantes pertenecientes hasta el noveno decil un monto equivalente a lo que establezca el arancel de referencia fijado por el Estado.
Estas instituciones, conforme al ciclo político, deberán negociar los montos de dicho arancel con la autoridad gubernamental correspondiente. ¿El resultado? Menos recursos para el sistema universitario, deterioro de la calidad de la docencia e investigación, pérdida de autonomía financiera y elitización del mercado, toda vez que habrá universidades que buscarán atraer solo a estudiantes del décimo decil para no someterse al control del FES, tal como ya hubo universidades que nunca adhirieron al sistema de gratuidad.
Esta propuesta refleja de manera clara cómo la dirigencia del Frente Amplio concibe las instituciones educativas y se relaciona con ellas. Ya lo vimos en el caso de la educación escolar, particularmente en los liceos emblemáticos. Durante décadas, estos establecimientos desempeñaron un papel clave en la movilidad social del país, basándose en la calidad docente, métodos de selección, disciplina, orden y competencia.
Todos estos conceptos son rechazados por la nueva izquierda, ya que, según sus referentes intelectuales, se tratan de “técnicas” de dominación y sometimiento de los jóvenes a la lógica del capital y el mercado. Por esta razón, el Frente Amplio y el Partido Comunista pusieron en la mira a los liceos emblemáticos desde hace más de una década, urdiendo un elaborado método que combinó politización, agitación y vandalismo, lo que llevó a una verdadera implosión de estos colegios.
¿Los resultados? Este método de destrucción resultó ser sumamente efectivo. Basta observar el caso del Instituto Nacional, que pasó de albergar masivamente a jóvenes brillantes, esforzados y disciplinados, a convertirse en refugio de overoles blancos y anarquistas.
En los últimos 18 años, el Instituto Nacional pasó de ser el “faro de la nación”, figurando consistentemente entre los 10 mejores colegios del país, a quedar fuera de los 250 mejores. Hoy, nadie aspira a que sus hijos ingresen al Instituto Nacional como una vía de superación social; más bien, todo lo contrario. Efectivamente, la educación se “igualó”, pero en la mediocridad.
Ahora el objetivo va más allá: es la universidad, y las más afectadas serán, nuevamente, las que mejor funcionan y aportan al país, tal como ocurrió con el Instituto Nacional. La Pontificia Universidad Católica de Chile, por ejemplo, se ubica dentro de las 100 mejores universidades del mundo, según el ranking QS e inclusive muchas de sus carreras están entre las 50 mejores. Su Rector, Ignacio Sánchez ya ha advertido que de aprobarse el proyecto de ley del FES el déficit de la PUC ocasionado por la gratuidad se duplicaría.
Con todo, el vínculo entre el Frente Amplio y las instituciones educacionales pareciera no diferir mucho del “extractivismo” que ellos tanto critican en el ámbito de la explotación de recursos naturales. En este modelo, la lógica es cooptar la mayor cantidad de estudiantes, explotando este mercado electoral sin clemencia para posicionar dirigentes y construir una plataforma política que les permita dar el salto a instancias de representación como el Congreso o las alcaldías.
Si el resultado de esta operación es un deterioro de la calidad educativa, poco importa. La universidad está concebida para otro fin: hacer política. Basta ver el cursus honorum que siguieron el presidente y buena parte de sus ministros. Aquí lo relevante es que los centros educacionales formen activistas, no buenos profesionales.
Y si, como resultado de este deterioro en la calidad, hay más universitarios titulados pero insatisfechos con las opciones reales que les ofrece su grado académico, mejor para ellos. Esto aumenta el número de electores proclives a votar desde la frustración y la indignación. ¿Hay alguna coalición más exitosa en capitalizar el descontento de las clases medias universitarias que el Frente Amplio? Probablemente no. Se trata, en definitiva, de un sistema altamente perverso, pero tremendamente eficiente.
Quién lo diría. La generación que hizo de la prohibición del lucro en la educación superior, de manera silente fue capaz de elaborar la más sofisticada forma de lucrar políticamente a costa de la educación. (Ex Ante)
Jorge Ramírez