La coalición gubernamental formada por el Partido Socialdemócrata Alemán (SPD), Los Verdes y el Partido Demócrata Liberal (FDP) se ha derrumbado. Es el fin del gobierno alemán más impopular de todos los tiempos. Según una encuesta del instituto de demoscopia Allensbach del pasado septiembre, sólo el tres por ciento de los encuestados estaba convencido de que el gobierno actual era positivo para el país.
Sin embargo, en otros estudios, como el del Atlas de la Felicidad 2024, el Informe de Equivalencia del Gobierno Federal y una nueva encuesta del Instituto Alemán de Investigación Económica, el nivel de satisfacción con sus vidas en Alemania aumenta, sobre todo, porque ya se superó la pandemia de coronavirus y está bajando la inflación.
John Kampfner, excorresponsal extranjero en Alemania de la agencia de noticias Reuters, observa que el estado de ánimo en el país es siempre mucho peor que la situación: «Esta tendencia a quejarse (de los alemanes) es siempre una excusa para eximirse de la propia responsabilidad, una especie de parálisis», explica, porque «los alemanes se han vuelto demasiado cómodos. Siempre estuvieron muy bien. Pero no existe una cultura de la innovación, en la que hay que arriesgarse y empezar algo nuevo. En lo que respecta a la digitalización, por ejemplo, estamos estancados en la Edad Media”.
El politólogo búlgaro Ivan Krastev dijo que «los últimos 30 años han sido tan buenos para Alemania que le gustaría seguir viviendo así para siempre. Pero el mundo ha cambiado radicalmente. La palabra clave es la guerra de Ucrania. Los alemanes, acostumbrados al éxito, se ven obligados a cambiar su estilo de vida, aunque su mentalidad es que todo debe permanecer siempre como está”.
Pero, ¿qué se necesita para reformar un país que no está dispuesto a cambiar? Kampfner cree que será necesario una clara figura de liderazgo, que quizá gobierne como demostró poder hacerlo Scholz el miércoles (6.11.2024) por la tarde, cuando explicó claramente su decisión de destituir al ministro de Finanzas, Christian Lindner.
«Olaf Scholz fue muy valiente con su discurso de cambio de era. Se arriesgó. El canciller había decidido, en un principio, que Alemania tenía que cambiar muchas cosas radicalmente. Después de eso, su popularidad aumentó. Pero luego se concretó muy poco: dos pasos hacia adelante y luego dos pasos atrás. Este gobierno carece de liderazgo”, sentenció Kampfner.
Hedwig Richter, profesora de Historia Moderna y Contemporánea en la Universidad de las Fuerzas Armadas, de Múnich, piensa que la mala comunicación del gobierno es parte del problema, porque se dirigía a la población como si fueran niños pequeños, siempre temiendo a lo que dirían las encuestas.
«Hubiera sido importante decir: ‘Vivimos en una democracia, tenemos que hablar con la gente como adultos. Tenemos que decir lo que está pasando’, que es lo que Los Verdes intentaron durante un tiempo, transmitiendo que la transformación también puede ser dolorosa. Pero que ese cambio vale absolutamente la pena, y que un rechazo a la transformación energética y a una nueva política de seguridad, será aún más caro y erosionará nuestra seguridad», afirma Richter a DW.
Los fracasos, según la politóloga, tuvieron su origen mucho antes, con la canciller Merkel, porque el país se relajó sobre un colchón de prosperidad. Ahora, Alemania se encuentra en una crisis múltiple, y está pagando las duras consecuencias.
«En lo que respecta a la seguridad, durante mucho tiempo pensamos que los alemanes podíamos externalizarla. También pensamos que podíamos simplemente ignorar la migración sin tener que encontrar una solución real. Y pensamos que podíamos posponer todas las catástrofes ecológicas. Ahora, sin embargo, vivimos en una época en la que todos las consecuencias de nuestras acciones, de repente, nos salpican de lleno”.
El sociólogo Harald Welzer culpa a los medios de comunicación del desánimo en Alemania, en particular, a los medios conservadores como Bild, Welt y FAZ, que han dirigido una campaña mediática contra Los Verdes. El partido que, más o menos, es el único que señala que Alemania necesita un cambio en el siglo XXI. «Y en el momento en que concretan eso, todo el mundo grita que se trata de políticas y regulaciones. Y, por supuesto, quien transmite el mensaje, se lleva la peor parte». (por Oliver Pieper, DW)