Sin embargo, esta apertura sigue siendo acotada y precaria. Lo verdaderamente deseable y coherente a partir de las graves y desafortunadas situaciones que se han develado, sería que estas personas comenzaran a soltar su pretensión de arrogarse la titularidad hegemónica de las mujeres y de su causa en nuestro país.
Recordemos que la exclusión de quienes piensan distinto no solo se ha fundado en la (falsa) dicotomía entre protección de la denunciante y presunción de inocencia. La instrumentalización política de la causa de las mujeres en “clave progresista” ha forzado a la ciudadanía por años a elegir entre mercado y derechos femeninos (al denunciar al capitalismo como “esencialmente patriarcal”); entre convicciones personales y autonomía femenina (al definir el aborto libre como “un mínimo común civilizatorio feminista”); entre igualdad ante la ley y superación de las brechas (al sacralizar la paridad vinculante en diversas instancias); y así sucesivamente a partir de otros tajantes asertos.
Es de esperar, entonces, que a partir de todo lo que hemos presenciado este 2024, más mujeres seamos admitidas desde distintas disciplinas y visiones al debate feminista como pares legítimos. ¿Podremos ir a marchas y debates con banderas que promuevan el crecimiento y la familia? ¿Podremos aspirar a que no “funen” a una ministra de la Mujer en un eventual gobierno de derecha? Soñar, al menos, aún no ha sido proscrito. (El Mercurio Cartas)
Fernanda García
Investigadora Faro UDD