Sorprendente ha sido la brusca caída de Bashar al-Assad. Con el tiempo conoceremos el alcance del terror al que sometió a los sirios desde 2011, cuando les declaró la guerra para evitar ser derrocado, en plena primavera árabe.
Los muertos y desaparecidos parece que se cuentan en cientos de miles. El número de violados y torturados en lugares como la infame cárcel de Saidnaya es incalculable. En la noche, en esa cárcel, salían los verdugos en búsqueda de presos. Los sacaban de sus celdas, a un ritmo de 20 a 100 por semana, y los llevaban a ser colgados en una sala secreta provista de horcas. Según Agnes Gallamard, secretaria general de Amnistía Internacional, los sirios, “tras cinco décadas de brutalidad y represión”, fueron sometidos a “un horroroso catálogo de violaciones de derechos humanos”, que incluían “ataques con armas químicas, bombas de barril, asesinatos, torturas, desapariciones forzadas y exterminación, todos crímenes de lesa humanidad”. Cabe ver los escalofriantes videos que emergen desde que liberaron a los raquíticos presos que sobrevivían en Saidnaya.
¿Cómo logró Bashar al-Assad gobernar así y cómo cayó en forma tan brusca? Se me ocurren dos pistas literarias. Una de Havel, que en un brillante ensayo dice que, en las dictaduras, los que están a favor o en contra no son distintas personas. Las dos posturas conviven en cada persona, y cuando el déspota se debilita, la que apoyaba se esfuma. La otra pista: de “El otoño del patriarca”, de García Márquez. Demuestra cómo un tirano termina siendo él mismo víctima de su propio terror, porque nadie se atreve a decirle la verdad. En la novela, hasta programan su televisor para que solo vea buenas noticias, por falsas que sean, para evitar la peligrosa ira que la verdad le podría despertar. El tirano así se vuelve esclavo de sus súbditos, sin la información que le permitiría percibir señales de sublevación.
Los grandes eventos políticos suelen ser contagiosos. ¿Qué otros tiranos tendrían que estar asustados con lo que le pasó a Assad? ¿Tal vez Maduro, al irse acercando la transmisión de mando del 10 de enero?
Pedro Mario Burelli, eximio empresario e intelectual de la oposición venezolana, ha estado analizando las interesantes similitudes que hay entre Assad y Maduro. La más notable: ambos convirtieron sus países en Estados criminales, dedicados a fabricar y exportar drogas y otros bienes prohibidos; cocaína y oro de minas ilegales, en el caso de Maduro; la droga captagon en el de Assad. Además, los dos países compiten con Cuba por tener el récord mundial de emigración. Y ambos se sumaron a ese escabroso club de despotismos que incluye a Irán, Rusia, Cuba, Nicaragua y Corea del Norte.
Dicen que la familia Al-Assad ha partido a un exilio dorado en Barvikha, una localidad de alto lujo cerca de Moscú. Antes la poblaban jerarcas soviéticos; hoy, oligarcas y exdictadores. Allí, Asma, la chica guapa que Assad conoció en Londres, cuando ella trabajaba en J.P. Morgan, y que hoy es su mujer, se consolará comprando en boutiques que ofrecen lo mejor de Dior o Chanel. ¿Habrá allí alguna mansión que acomode también a Maduro?
En todo esto, qué sorpresa la que nos dio nuestro PC el lunes 9: una declaración firmada por el Comité Central, que “solidariza con la soberanía del pueblo sirio”, frente al “golpe de Estado” propinado al “Presidente Bashar al-Assar (sic)”. Según ellos, “al-Assar” cae producto de “una guerra sucia y temeraria encabezada por el Gobierno de Israel, con el apoyo de Estados Unidos y sus aliados de la OTAN”. ¡Todo, con fuerzas consideradas terroristas en EE.UU. y Europa!
¿En qué planeta vive el PC? ¿Tienen televisores como el del patriarca de García Márquez? Y ¿quiénes firman por el Comité Central, con sus casi cien miembros? ¿Firmaron los ministros Cataldo, Vallejo y Jara? ¿Firmó el cuadrúpedo senador que recomienda tener dos pies en La Moneda y dos en la calle? ¿O hay un patriarca que firma por todos? (El Mercurio)
David Gallagher