La imagen de Ricardo Lagos en La Moneda sermoneando ante un micrófono puesto como atril. Una estudiada entrevista en la revista Sábado donde contaba que lo paraban en la calle para decirle que volviera, en contraste con la ya famosa reflexión de la Presidenta sobre las encuestas y las selfies en sus salidas a terreno.
Lagos sabe cómo nadie dar los giros comunicacionales que configuran la agenda en momentos clave. Y sigue siendo tan audaz como siempre.
Desde el ya mítico programa en Canal 13 en plena dictadura donde, mirando a la cámara, apuntó con el dedo al dictador, o aquella vez que no quiso firmar el decreto que creaba Punta Peuco, provocando un problema político a La Moneda de Frei, posicionándose rápidamente como el candidato de la izquierda.
O en el ámbito internacional cuando encaró al Presidente de turno de Bolivia que repetía la clásica letanía en foros internacionales sobre el problema de la mediterraneidad.
Los expertos en comunicación estratégica suelen decir que una de las primeras cosas que debe hacer una marca es ser conocida y reconocida. En política es clarísimo. Y por cierto que Lagos lo logró.
El mensaje fue entendido correctamente, él era el estadista y convirtió a todos los otros en sus retadores y parte de la desprestigiada clase política.
Se ha establecido entre los analistas que la encuesta CEP de primer trimestre del año de las municipales es la partida de la carrera presidencial. El nombre que está mejor posicionado suele mantenerse en esa posición, en buena parte porque, en las elecciones municipales, los candidatos, para lograr asociación de marca y diferenciarse entre tantos, suelen poner su foto junto con la del candidato que tiene más adhesión en su sector.
Esa inercia establecida es muy difícil de echar abajo, toda vez que en Chile sigue votando el mismo padrón electoral de siempre.
Drew Westen, en su libro The Political Brain, plantea que las elecciones se deciden en lo que llamó el mercado de las emociones. O sea, los electores, más que preocuparse de las ideas, eligen por lo que les ocurre emocionalmente con un candidato. Y Lagos provoca certezas en el electorado mayor de 40 años. Él sabe que la sensación de temor se está instalando. Y razones hay para ello.
Por un lado, la situación económica que parece no tener solución en el corto plazo y que hace prever un año 2016 muy duro en materia de crecimiento y empleo, por una menor inversión privada. A eso se suma que el Gobierno ha dado todas las señales de que presentará un presupuesto con un crecimiento mucho menor al del año pasado, por lo que tampoco hay buenas noticias desde el sector público.
Más aún, con La Moneda enredada en la disputa entre los del Partido del Realismo y los del movimiento Sin Renuncia, como mostró un reportaje de la revista Qué Pasa, el ex Presidente resulta con la diferenciación necesaria. En la propia casa de Gobierno transmitió el mensaje de que es posible ordenar las cosas, mantener las reformas, dar señales al sector privado y retomar la senda de crecimiento. Aunque no haya dicho nada de eso, ni sea posible así de mágico, logró instalar la sensación y eso, como dice Westen, es lo que decide.
Con su performance, Lagos dejó a los voceros informales que salieron el domingo a criticarlo a él y al ministro del Interior como comentaristas de cafetería.
Pero, ojo, no dejó de ser una operación con riesgos. Como ha dicho Tironi, ya no están los “buenos viejos tiempos”, donde campeaban la política y la economía como actividades de la elite sin contrapesos.
El mismo posicionamiento del ex Presidente inaugura la temporada de cacería no solo para las redes sociales, sino de cuanto francotirador puebla esta tierra.
La historia sobre su Gobierno será contada con la más cruel de las selecciones adversas posibles.
Jocelyn-Holt (el historiador, el que sabe) salió rápidamente a hacer ver que los casos de corrupción del sexenio Lagos serán parte de la agenda de discusión, y rápidamente en las RRSS prendió la conversación sobre el punto.
Alguien puede decir que Twitter no vota y no es más que una sensación de rabiosos que disparan y disparan. También se puede aducir que Lagos logró la aprobación del “selectorado”, como llama Moisés Naim a las élites influyentes. Pero los tiempos han cambiado enormemente y la capacidad de sostener coaliciones, alianzas y controlar agendas se ha vuelto un arte más difícil. Su probable contendor, Sebastián Piñera, puede darle clases de ello.