Eyzaguirre: la pieza clave del cambio de gabinete

Eyzaguirre: la pieza clave del cambio de gabinete

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Otra semana más y sigue el compás de espera en el oficialismo para que La Moneda concrete el cambio de gabinete que tanto requiere la administración de Michelle Bachelet, clima de incertidumbre en el que abundan las tesis y los pronósticos. Sin embargo, hay un ítem que es transversalmente coincidente en el Congreso, el Gobierno y la Nueva Mayoría: las críticas a la gestión del ministro de la Segpres, Nicolás Eyzaguirre, las dudas que hay de que efectivamente salga del gabinete por su cercanía con la Mandataria y que de eso depende realmente la verdadera profundidad que tenga el ajuste que se haga.

Si ya su paso por el Mineduc fue polémico, las críticas a su estilo político han ido en aumento en los casi 15 meses que lleva a la cabeza de la Segpres. No es que Eyzaguirre no vaya al Congreso, siempre está, semana a semana se le ve caminando –afirmaron diversos parlamentarios– de un lado para otro junto a sus asesores, el problema es que consideran que carece de “habilidades políticas”, que se mueve de una manera que, a ojos de diputados y senadores, entorpece las cosas, les pone frenos, no genera aliados, lo que lo ha llevado a tener conflictos con todos los jefes de las bancadas de la Nueva Mayoría.

Precisamente, desde ahí asumen que hay un tema de poco respeto al ministro, porque no tiene control real sobre las bancadas oficialistas, ya que, a pesar de que muchos le reconocen “sus buenas intenciones”, notoriamente le falta articulación política. “Uno se da cuenta que a Nicolás Eyzaguirre le aburre la política, no le gusta, se nota cuando uno le habla de algo”, sentenció un diputado de la Nueva Mayoría.

Hay quienes lo justifican, aseguran que ha ido mejorando, que ha hecho un esfuerzo en este ámbito y que su problema real pasa por que le pesa demasiado su paso por la oficina de Teatinos 120, un formato que le ha costado sacudirse. “Eyzaguirre arrastra el síndrome de ministro de Hacienda, es como su karma, conversan poco, están mucho en su oficina”, explicó el jefe de la bancada de diputados PPD, Ramón Farías.

Más allá de las formas y los estilos, la permanencia de Eyzaguirre en el gabinete es un tema mucho más profundo. Desde La Moneda asumen que todas las críticas al secretario de Estado son ciertas, tienen asidero y, por lo mismo, no son pocos los que en Palacio estiman que su salida del gabinete es necesaria, ya que a menos de dos años de concluir el actual mandato es indispensable contar con un titular de la Segpres que asegure el orden y la coordinación con las bancadas oficialistas, que articule acuerdos para lograr sacar adelante las tareas legislativas pendientes.

Más allá de las formas y los estilos, la permanencia de Eyzaguirre en el gabinete es un tema mucho más profundo. Desde La Moneda asumen que todas las críticas al secretario de Estado son ciertas, tienen asidero y, por lo mismo, no son pocos los que en Palacio estiman que su salida del gabinete es necesaria, ya que a menos de dos años de concluir el actual mandato es indispensable contar con un titular de la Segpres que asegure el orden y la coordinación con las bancadas oficialistas, que articule acuerdos para lograr sacar adelante las tareas legislativas pendientes.

“Para esta este último tercio del Gobierno se necesita asegurar una relación más expedita con la coalición, hay una opinión generalizada en el Congreso en cuanto a que él no es la persona adecuada en estos momentos, debe estar aceptado por los parlamentarios y eso aquí no sucede”, explicó un alto asesor de La Moneda.

Pero, pee a este crudo diagnóstico, la mayoría duda de que Eyzaguirre salga del Gobierno. En la propia Moneda explican que nunca se ha comprendido realmente el verdadero papel que juega Eyzaguirre, que jamás fue pensado como el típico ministro de la Segpres, el que históricamente se dedica a la “transacción política”, buscar votos en el Congreso, dialogar con los parlamentarios, negociar, acceder a favores políticos que generalmente son demandas regionales para amarrar los apoyos y que, por eso, abundan las críticas a su figura.

“Su tarea es otra, es analizar la viabilidad de la agenda política, está abocado al diseño institucional, a la política pública, la implementación del programa de Gobierno, establecer las prioridades programáticas, él hace el trabajo que la Presidenta Bachelet le pidió”, sentenciaron en Palacio.

Bajo esa mirada, el papel de Eyzaguirre se parece mucho más –reconocieron en Palacio– a la labor que cumplió desde la misma cartera el gremialista Cristián Larroulet en la administración de Sebastián Piñera.

Renuente a la visibilidad pública, cuestionado por el Congreso, pero era el guardián de la ortodoxia programática, el que velaba por marcar los límites de la cancha en que jugó dicho Gobierno. Mirada que comparten desde los sectores más progresistas de la Nueva Mayoría, donde asumen que la verdadera razón de ser de Eyzaguirre en el Comité Político es marcar el tono y la mirada más conservadora del programa, el sello de moderación, fijar los límites, tarea en la cual es fundamental la dupla de trabajo que desarrolla con el ministro de Hacienda, Rodrigo Valdés.

Precisamente es por ese papel que cumple en la administración bacheletista que en el propio Ejecutivo reconocen que su salida o permanencia es la que determinará el diseño de La Moneda para su último tercio de mandato. Si Eyzaguirre sale –explicaron en Palacio– se entenderá que lo que se busca es hacer un giro, un nuevo diseño político y un nuevo formato de trabajo, pero, si no, sentenciaron, los ajustes serán decorativos y todo seguirá como hasta ahora.

El amigo vocero

Ese rol clave que cumple Eyzaguirre en el Gobierno se sustenta en el profundo nivel de confianza que tiene con Bachelet, forjado en una amistad personal de larga data y que lo instala como uno de los pocos integrantes de los exclusivos círculos de personas con los que Bachelet conversa y resuelve. “El comenta todo, todo, diariamente con la Presidenta”, sentenciaron en La Moneda.

El domingo 31 de julio, en una entrevista en El Mercurio, el ex senador y vicepresidente del PS, Camilo Escalona, sentenció que “hay tensiones que se tienen que despejar. Si el ministro Eyzaguirre es ratificado, las bancadas tendrán que asumir esa realidad, si hay una figura nueva, habrá que planificar de acuerdo a las características de esa persona, pero creo que es indispensable que se sepa con qué realidad política se va a trabajar (…). La decisión que se tenga que tomar tiene que prescindir de las relaciones humanas que se establezcan entre las personas y obedecer a la decisión política de la Mandataria de lo que será su último año y medio. La responsabilidad política esencial recae en la Presidenta, su tarea es ingrata en este sentido y tendrá que atenerse a una encrucijada que estamos viviendo”.

Más allá de que las palabras de Escalona siempre caen como piedra en el zapato dentro de La Moneda, el ex senador tocó un punto que no es menor: ese fuerte e histórico vínculo entre Bachelet e Eyzaguirre, que hace que todo el mundo en el oficialismo dude realmente de que la Presidenta decida que su ministro dé un paso al costado, pese a que los mismos creen que eso sería una señal política contundente de la decisión presidencial de retomar un mayor liderazgo político interno.

Es que, desde la salida de Rodrigo Peñailillo del Ministerio del Interior, en mayo de 2015, Eyzaguirre vino a llenar esa suerte de vacío que se generó en el bacheletismo sobre quién ejercía la verdadera vocería de la Mandataria. Cuando Peñailillo hablaba, todos –entiéndase partidos, parlamentarios, ministros y subsecretarios– asumían que era la palabra, visión y opinión de Bachelet la que se estaba expresando, por la confianza y cercanía de que gozaba con la Presidenta.

Tras la salida de Peñailillo, más de una vez ha sido el ministro de la Segpres el que ha cumplido ese papel. Como la mítica entrevista de septiembre del año pasado, la primera que concedió después de cuatro meses en la Segpres, donde reconoció que «la gestión del Gobierno no ha sido buena. Los problemas que tenemos en salud y en seguridad ciudadana son inaceptables. Inaceptables. Hay que mejorarlos sí o sí», al tiempo que asumió que «el programa educacional padeció de exceso de ambición» y que mientras estuvo en el Mineduc «no tuve la conciencia que hoy tengo de cómo las cosas se estaban crispando (…) si pudiera hacerlo distinto, habría sido súper cuidadoso en siempre buscar el consenso». Además, abordó el espinudo Caso Caval, del cual casi nadie habla públicamente en el Gobierno y precisó que «a pesar de que la Presidenta es completamente proba, aparece su hijo disfrutando de los privilegios que se trataba de desmontar. El país, entonces, se queda sin fe».

En ese momento, la entrevista fue vista por el oficialismo como un mea culpa de La Moneda, específicamente de Bachelet, que hablaba a través de su ministro, porque nunca, en ningún momento, la Mandataria salió a desmentirlo, a quitarle el piso públicamente como sí lo hizo, más de una vez, con el entonces ministro del Interior, Jorge Burgos, cuando no comulgaba con sus opiniones. “Tuvo la valentía de hacer pública una autocrítica que hasta ahora se hacía en privado, es el verdadero vocero de la Presidenta”, dijo en esos días el senador del MAS, Alejandro Navarro, que hacía las veces de líder de la Nueva Mayoría esas semanas.

Un papel que Eyzaguirre cumple más en privado que en público, aseguraron en el Gobierno, en reuniones donde da las directrices y señales en los temas donde la Mandataria quiere poner los límites. Pero esa suerte de vocería presidencial, que podría ser vista como una fortaleza, en La Moneda consideran que a estas alturas debilita a Bachelet.

“Que Eyzaguirre sea la voz de Bachelet muestra el encastillamiento de la Presidenta, es él el que dice lo que ella no puede decir y eso no debería ser así, es la Mandataria la que debería dirigir y operar a través de una figura fuerte en el Gobierno”, advirtieron en Palacio.

La amistad entre Bachelet y Eyzaguirre es muy antigua, se remonta a la época escolar de ambos, cuando el ministro estudiaba en el Colegio Verbo Divino y pololeaba con Mariela Bravo, una compañera de curso de la Presidenta, en el Liceo 1. Se distanciaron en los años universitarios y tras el golpe militar, cuando ella partió rumbo a la RDA y él explotó su faceta artística a través de la guitarra, llegando incluso a tocar en el Festival de Viña el año 81.

Fue precisamente en esa década que se cruzaron nuevamente sus caminos, cuando Bachelet, una vez de regreso en Chile, comienza una amistad con Jessica Cubos, la segunda esposa de Eyzaguirre, misma pareja que diez años después acoge a la Mandataria en Estados Unidos cuando ingresó al Colegio Interamericano de Defensay él se desempeñaba como director adjunto del Fondo Monetario Internacional (FMI). Fue ahí, en Washington, donde Bachelet e Eyzaguirre estrecharon realmente su amistad, vivían en el mismo barrio y frecuentemente se juntaban a cenar y cantar canciones de «la nueva trova».

Ambos volvieron a Chile e ingresaron en marzo de 2000 al gabinete de Ricardo Lagos, Eyzaguirre como el jefe de la billetera fiscal y Bachelet en las carteras de Salud y luego de Defensa.

Vino la campaña presidencial del año 2005, cuando Eyzaguirre cometió un error grave. En una entrevista a La Tercera, en agosto de ese año, se refirió a Bachelet como “mi gordi”, lo que instaló hasta el día de hoy el “mote” a la figura de la Presidenta. «Fui el primer sorprendido al ver el artículo de prensa, porque no tuve ninguna conciencia de haberme referido a ella en esos términos, no digo que lo haya inventado ese medio de prensa, seguramente fue un acto inconsciente (…) ocurre cuando uno ha tenido una larga amistad con una persona, y qué se yo, lo trata de ‘chiquillo’, ‘chiquita’ o ‘gordita’, y seguramente inconscientemente se me escapó, pero es un resabio de machismo, es muy indebido», se disculpó públicamente Eyzaguirre en ese minuto.

En el mundo político se asegura que esa frase le valió a Eyzaguirre quedar fuera de la primera línea de ese Gobierno de Bachelet, solo dirigió el Consejo Nacional de Innovación y el 2008 partió una vez más al FMI como Director del Departamento del Hemisferio Occidental.

En todos esos años compartieron fiestas y reuniones familiares, días de verano en Maitencillo. Cuando el tiempo se lo permitía, durante su primer Gobierno, Bachelet cocinaba para un puñado de amigos muy cercanos: Francisco Vidal y Carlos Mackenney con sus esposas, los sacerdotes Fernando Montes y Felipe Berríos, grupo al que siempre se sumaba Eyzaguirre cuando estaba en Chile.

El año 2012 el ministro se instaló como presidente de Canal 13, en reemplazo del DC René Cortazar, lo que fue interpretado transversalmente como la preparación del aterrizaje de Bachelet y una prueba de que parte del empresariado se estaba preparando para su regreso a La Moneda. Tras un año en el cargo, salió de la estación televisiva y en plena campaña del 2013 desembarcó en el comando de calle Tegualda. Luego, vino el gesto político de mayor confianza: la entrega de la cartera de Educación desde donde Eyzaguirre debía dirigir la reforma más emblemática para Bachelet y, al año siguiente, lo introdujo al corazón de su remozado comité político.

Dicen que el ministro tiene ciertos privilegios en La Moneda, es al único al que le aguanta bromas pesadas, subidas de tono, hasta de corte machista algunas y los funcionarios de Palacio comentan que es el único al que se le permite romper la prohibición de fumar en la sede de Gobierno. La Presidenta asistió el año pasado a su tercer matrimonio, con Bernardita Piedrabuena, en la playa de Maitencillo, celebración en la que Bachelet bailó como solo se hace en una fiesta de amigos, sin zapatos, como contó en esos días la madre del ministro, Delfina Guzmán.

Si bien es esta historia precisamente la que hace creer al oficialismo que Bachelet no tendrá la profundidad necesaria de llegar al punto de sacar a Eyzaguirre, en el Gobierno hay quienes insisten en que el único irremplazable en estos momentos es Valdés, porque en un escenario de estancamiento económico no es lo recomendable mover al titular de Hacienda y que la relación de amistad debería quedar a un lado para hacer primar las decisiones políticas.

“Es una tontera que siga moviéndose por el amiguismo más que por política en este tipo de decisiones, el Gobierno no es un espacio emocional”, criticaron en La Moneda.

El Mostrador/Agencias

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