Las críticas oficialistas al papel del Ministro del Interior, Mario Fernández

Las críticas oficialistas al papel del Ministro del Interior, Mario Fernández

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Hace dos meses tomó las riendas del Ministerio del Interior, su llegada despertó expectativas de una relación menos conflictiva públicamente con la Presidenta Michelle Bachelet y su estilo afable era la promesa de un mejor diálogo político de La Moneda con los partidos de la Nueva Mayoría.

Parte de eso se ha cumplido, pero en este tiempo el ministro Mario Fernández ha acumulado una deuda política no menor por su falta de empoderamiento político y su incapacidad para concretar y resolver, lo que ha instalado una suerte de resignación interna en el oficialismo respecto a que la autoridad DC llegue finalmente a ejercer, en la práctica, como el verdadero conductor político que necesita la administración bacheletista.

El falló no es unánime, hay opiniones divididas en público, muchos dudan de cuestionarlo tan prematuramente, porque con eso golpean al Gobierno y por ello aplican la cautela. Pero en privado son más las críticas que se escuchan en el Congreso, los partidos e incluso en el seno de Palacio al estilo de Fernández.

Es cierto que nunca ha sido fácil para nadie ser ministro del Interior de Bachelet, en ninguno de sus dos gobiernos, con excepción de Rodrigo Peñailillo, que era su hombre de confianza, su brazo derecho, factores que le dieron un poder político para manejarse y actuar que ninguno de sus antecesores ni sucesores ha tenido con la Mandataria. Pero la conocida buena relación de Fernández con Bachelet –de la que nunca gozó, por ejemplo, Jorge Burgos– hizo prever en el oficialismo que podría tener un protagonismo político mayor que lo poco que ha mostrado hasta ahora.

Efectivamente, no es un elemento menor que, desde su llegada a La Moneda en junio, se acabaron los gallitos públicos con Bachelet, no tiene conflictos con el segundo piso de Palacio, especialmente con la poderosa jefa de gabinete, Ana Lya Uriarte. Al contrario, en Palacio afirman que tiene una buena llegada con la Mandataria y su círculo más estrecho, que tienen largas conversaciones, que lo quieren mucho, que valoran que sea tan “pacífico”, que no tenga agenda propia y que, por lo mismo, no levante “olitas”.

Transversalmente en la Nueva Mayoría y el Gobierno reconocen que Fernández “intelectualmente es muy sólido”, que jurídicamente da cátedra a todos, que tiene un fuerte sentido republicano, que es encantador, que sabe escuchar y conversar con todos, que se da el tiempo y el espacio para eso, que goza de una incuestionable legitimidad interna en la DC, porque es parte del ADN del partido, de su inventario político. Fue valorado por la Nueva Mayoría en su conjunto el gesto político que tuvo de reunirse, una a una, con todas las colectividades del oficialismo, de escuchar y abrir ese canal de diálogo y, para los sectores más progresistas de la coalición, también fue un acierto que el ministro fuera más allá de sus convicciones religiosas conservadoras y adscribiera desde el primer día a la plataforma programática de La Moneda, como el proyecto de aborto en tres causales.

El jefe de la bancada de diputados DC, Fuad Chahin, recalcó que el ministro del Interior ha ido “de menos a más, se ha ido metiendo en los temas, ha tratado de canalizar las inquietudes de los parlamentarios, de los partidos (…), está tratando de apoyar al Gobierno, no está apostando por posibles candidaturas”. Su par del PC, Karol Cariola, precisó que Fernández “ha buscado generar el diálogo, los partidos hemos tenido un mayor espacio para el debate en mayor detalle de las políticas que ha ido implementando el Gobierno, a diferencia de Burgos que nos enterábamos de muchas decisiones por la prensa (…) a pesar de convicciones personales, él también ha asumido de manera integral los compromisos de Gobierno, no antepuso su opción personal íntima, que no es lo mismo que pasaba con Burgos, que le quitaba piso a la Presidenta”. Y, desde el PS, el titular de la bancada, Leonardo Soto, destacó que “la lealtad que tiene con la Presidenta es un buen punto de partida, él está recién interiorizándose de las tareas”.

Para el timonel del PC, Guillermo Teillier, la evaluación del ministro Fernández es buena, porque valora que sea una persona accesible, que diga “las cosas con certeza y a la cara”, que no rehúya el contacto, “ha logrado unir más a los presidentes de partido” y “se ha puesto muy a disposición de la Presidenta”.

El diputado DC, Matías Walker, recordó que la comisión de Seguridad Ciudadana de la Cámara Baja se reunió con Fernández en La Moneda, que “nos recibió a todos, dos horas conversando, no es una persona apurada, tiene un estilo a la antigua de hacer política, del café, eso está bien”. Y su par PPD, Marco Antonio Núñez, dijo que tenía fe en la capacidad política del ministro, por lo que “le pongo todas las fichas”.

Pero eso es la parte buena que se le reconoce al ministro del Interior, porque –según confiesan en todo el oficialismo en privado– lo que realmente importa es que hasta ahora no demuestra tener un peso político real, el necesario para romper el “encastillamiento” de la Presidenta Bachelet, que la ha llevado a un nivel histórico de bajo apoyo ciudadano.

YES MAN

Hay algo que, si no le molesta, al menos le incomoda bastante al ministro del Interior y es que, desde el primer día que llegó a La Moneda, se diga que peca de ser un yes man de Bachelet, que le dice a todo que sí. Un juicio que proviene de diversos sectores del oficialismo, aquellos que lo conocen de su paso por la Segpres y el Ministerio de Defensa, que cohabitan con él en Palacio y en el resto de la administración bacheletista.

Pero esa debilidad de la que hablan en la DC es percibida en el resto de la Nueva Mayoría y en el propio Gobierno. A nivel de bancadas hay otros parlamentarios que consideran que Fernández no ha tenido el papel protagónico que requiere su cargo, que no pasa más allá de las conversaciones, que al salir de una reunión queda en el aire la sensación de que no se amarró nada y que luego, por lo tanto, hay que insistir a través de Uriarte o del subsecretario del Interior, Mahmud Aleuy.

En La Moneda afirman que, en más de una ocasión en este tiempo, el ministro se ha hecho cargo en privado de esa calificación y que ha explicado que, si Bachelet lo puso en ese cargo, su deber es hacer lo que la Mandataria le dice, porque él considera que un Gobierno es como una orquesta y todos los músicos deben hacer caso al director. Una mirada que es plenamente coincidente con lo que dicen en la DC de Fernández, que es “doctrinariamente oficialista” y “excesivamente presidencialista”, lo que a la larga termina convirtiéndose en una debilidad ante la falta de un equilibrio necesario en el seno de la administración.

“Se requiere que alguien ejerza el poder para ponerse de acuerdo en la Nueva Mayoría y parece que el ministro no ha logrado ese rol desde el punto de vista público ni desde la gestión política, que implica articular acuerdos, convocar, eso no está ocurriendo”, sentenció un diputado y ex jefe de bancada de la Nueva Mayoría.

Otros parlamentarios son más duros incluso. En el PR reclaman por el estilo “ermitaño” de Fernández, su excesivo bajo perfil y desde el PPD hablan de “invisibilidad” del ministro en materia de seguridad ciudadana, falta de una estrategia clara y de difusión del trabajo realizado, que el Gobierno está en su último tercio, en la recta final y que no hay tiempo para esperar que el ministro del Interior se tome otros dos meses más para empoderarse.

Entre los timoneles de la Nueva Mayoría hay quienes lamentan que las promesas iniciales de Fernández, especialmente la de una mayor cercanía de La Moneda con los partidos de la cual surjan resultados y darle un relato político a esta parte final de la administración bacheletista, hayan quedado hasta ahora en el aire. “Es verdad que tiene diálogo, más apertura y cercanía, pero está totalmente en deuda a la hora de resolver los problemas”, aseguró un presidente de partido oficialista.

Entre los dirigentes, parlamentarios y asesores de Gobierno se habla de falta de empoderamiento real de Fernández como conductor político y el verdadero jefe de gabinete del Gobierno. Hay quienes afirman que es “intrascendente” en términos políticos, que “no tiene peso”, que está “disfrutando” del cargo y que se ha tomado demasiado tiempo para empaparse de los temas ministeriales.

Varios atribuyen esa falencia en parte a una responsabilidad de la propia Bachelet, que no le ha dado el espacio para ello, mientras que otros aseguran que es producto del estilo político de Fernández, no concretar. “Hay personas que por sí mismas le dan poder al cargo que ocupen, mientras que otros obtienen ese poder gracias al cargo, ese es el caso del ministro del Interior, tiene poder político solo por la oficina que ocupa”, explicó un alto asesor de La Moneda.

De muestra un botón. Este jueves cerca del mediodía, Fernández salió de la reunión que tuvo Bachelet con todas las fuerzas políticas para debatir el tema de las pensiones; cruzó el patio y, ante las preguntas de los periodistas por las beligerantes declaraciones en un video de YouTube del director general de Carabineros, Bruno Villalobos, defendiendo el sistema previsional de la institución y que circulaba desde primera hora del día, el ministro se mostró incómodo, molesto y sin una respuesta contundente: “Vengo de una reunión de pensiones y yo he señalado que no tengo idea por qué se está hablando si de este tema no hemos hablado (…). No me voy a referir a ese asunto, yo vengo saliendo de una reunión de pensiones y no quiero referirme a ese tema ahora”, sentenció con enfado, mientras esquivaba erráticamente las cámaras en el Patio de los Cañones.

Tras eso, hubo una reunión en La Moneda en la que participaron Uriarte, Aleuy y el vocero Marcelo Díaz, en la que, entre varios temas, se trató en profundidad la profunda molestia que había en Palacio con el actuar de Villalobos y el camino a seguir. Pasaron varias horas hasta que Díaz salió a asegurar que el ministro Fernández había llamado a Carabineros para que Villalobos aclarara sus dichos.

Cuando asumió Fernández, en junio, se dijo que todos los cambios en los equipos gubernamentales –ministros, subsecretarios e intendentes– habían quedado congelados a la espera de la evaluación del nuevo ministro. Luego se precisó que el esperado cambio de elenco debía tener el sello de la autoridad DC, su impronta, que era su prueba de fuego, que ahí demostraría su capacidad de poder ante la Mandataria, si es escuchado y considerado, que no podía pasar más de un mes y medio para eso, porque es indispensable reactivar la alicaída gestión gubernamental.

“En la ronda con los partidos, cuando asumió el ministro, dijo que los cambios serían en julio y eso ya pasó, no ha sucedido nada”, reclamaron desde el PPD.

No son los únicos que tienen ese reclamo. Son varios los comités políticos en La Moneda donde dirigentes y parlamentarios le han pedido a Fernández que despeje de una vez la incógnita del cambio de gabinete, que se zanje el tema para ordenar el escenario interno y saber cuál es el elenco que llegará hasta el final, pero no ha habido una respuesta clara hasta ahora.

Ante esa presión, públicamente Fernández ha esquivado el tema lo más que ha podido. A principios de agosto, en el Congreso dio a entender que el asunto estaba en el escritorio de Bachelet y que el cómo, quiénes y cuándo depende de ella solamente: “El que durante semanas se haya hablado del tema no quiere decir que sea efectivo, la Presidenta sabe cuáles son las necesidades en el funcionamiento de los equipos de Gobierno y ella decidirá un cambio si así lo considera adecuado”, indicó.

En el Ministerio de Interior dicen que Fernández tiene un estilo de trabajo que es de bajo perfil, que no le gusta ventilar lo que hace, que siempre está monitoreando –especialmente lo que sucede en regiones– y que él siente que está empezando a concretar cosas. Las próximas encuestas dirán si eso es así, ya que la última Adimark arrojó que el ministro tiene un escaso nivel de conocimiento ciudadano, un 42%, y que solo el 39% aprueba hasta ahora su gestión. (El Mostrador)

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