Hace casi cuatro años la actual Presidenta de Chile, Michelle Bachelet, se revelaba como la versión chilensis de Mr. Gardiner, el personaje de la novela de Jerzy Kosinski “Desde el jardín”, que encarnó Peter Sellers en el cine. Sí. Porque con una impavidez similar a la de Gardiner y haciéndose pasar como la mujer que no tenía ideas propias, sino que sólo se nutría de las ideas de la gente, le arrojó en la cara a sus oyentes lugares comunes, generalidades banales e invocaciones a la buena voluntad que en los aletargados cerebros de sus partidarios tomaron la forma de verdades reveladas, fórmulas mágicas por su simplicidad e ingenuidad, capaces de resolver cualquier problema. Y así se convirtió, por segunda vez, en Presidenta, con las consecuencias ya conocidas.
Hoy y ante las próximas elecciones presidenciales en 2017, comenzamos a ver la aparición de una nueva versión chilensis de Mr. Gardiner. Se llama Alejandro Guillier, un “independiente” al que, a pesar de aun no ser oficialmente candidato presidencial, los medios tratan, elevan y proyectan como el favorito.
De “independiente” el senador Guillier no tiene más que su asiento en el Congreso. En una entrevista en el periódico El Dínamo, elogió a la bancada juvenil diciendo: “Les voy poniendo fichas a los jóvenes que quizás en esta pasada no van, pero que en cuatro o cinco años más vamos a estar en un escenario de discusión muy distinto”. Y agregó que: “Giorgio Jackson, Gabriel Boric, Camila Vallejo, Karol Cariola, Vlado Mirosevic, van a ser protagonistas de la política. El país está cambiando muy rápido y necesitamos esa renovación”. Es decir, el futuro de Chile, para Guillier, pasa por un frente amplio de izquierda revolucionaria incluyendo al Partido Comunista. Un segundo gobierno de Bachelet, pero con barba y bigote.
De Mr. Gardiner, a diferencia de Guillier, todo lo que se podía esperar eran sus genuinos conocimientos de jardinería. Y él era honesto. Alejandro Guillier es una simulación, se hace pasar como el hombre que solo expresa lo que otros dicen y quieren escuchar, que es simplemente la voz “inclusiva y transversal”, el candidato bonachón, confiable y buena onda”, además, sonriente y amigo de todos, y así está jugando conscientemente con la gente haciéndole creer que es pura empatía. Sí, el “independiente” que denunciará a los políticos ante los ciudadanos que hoy se sienten desilusionados y enojados con la “clase política” y el gobierno de la Nueva Mayoría.
Con esa forma de engaño, Guillier aspira a convertirse en “habilitante”: él está allí para que, sobre su aparente vacío, todos puedan proyectar lo que quieran. Y les dirá a los cándidos que no tiene programa, para que lo llenen a su gusto con todos sus deseos y toda su esperanza. Así, la lógica y el sentido común serán pervertidos por la calidez de la cercanía, por la magia de los abrazos y las sonrisas que ya ha comenzado a repartir por doquier. En suma, Alejandro Guillier es el populista perfecto. El que llevará el truco de “yo no soy sino el pueblo” a la perfección. Todos escucharán en sus palabras lo que quieran oír, como eco de su propia voz, y los medios se harán eco de cada movimiento que él vaya haciendo, hasta elevarlo a la calidad del “Salvador independiente”, por sobre los partidos, por sobre la desconcertada Nueva Mayoría, por sobre Ricardo Lagos, por sobre todos.
En el curioso personaje de Kosinski del jardinero convertido en estadista, desde expertos hasta Presidentes, ministros, diputados, periodistas y público en general aguardan expectantes las palabras y la bendición de Mr. Gardiner. Están pendientes de la más mínima de sus muecas y cuándo dice banalidades como, por ejemplo, que después del otoño viene el invierno, todos se lanzan a interpretar esa sabiduría recóndita. Pero en este caso no es un truco y por ello Mr. Gardiner perdura gracias a su autenticidad. El Mr. Gardiner chileno sabe, por el contrario, que está embaucando a su público y que puede, al igual que Bachelet, terminar haciéndoles mucho daño a todos.
¿Qué nos dirá y prometerá mañana? No lo sabemos, pero del nuevo Mr. Gardiner chileno podemos esperar una lluvia de promesas, tal y como lo hizo la actual Presidenta, cuyos compromisos se han convertido en una deuda histórica con el país.
Ojalá que los chilenos no se dejen embaucar de nuevo y que Alejandro Gardiner se quede, para siempre, en su jardín.
Mónica Mullor