La mayoría de los políticos están legítimamente interesados en lograr que los ciudadanos mejoren sus condiciones de vida. En ocasiones, sin embargo, lo que proponen termina generando resultados contrarios a lo esperado, a pesar de lo cual suelen persistir obcecadamente, ello es especialmente cierto en Latinoamérica, donde reina un endémico populismo.
Durante el actual período presidencial, Chile ha detenido su progreso. El Imacec de octubre muestra un retroceso de 0,4% en doce meses lo que no sucedía desde 2009, año particular castigado por los efectos de la crisis subprime. Un mes no marca tendencia, pero aunque se corrija por los menores días hábiles y se elimine el efecto de una abrupta caída de la producción minera como irrepetible, el crecimiento desestacionalizado no minero en 12 meses a octubre es solo de 1%. Probablemente con ello el año 2016 cierre con un crecimiento en torno a 1,6%, confirmando el pobre desempeño del actual gobierno. Dadas las elevadas expectativas de la población, fruto del progreso logrado en el pasado, el riesgo de entrar al círculo vicioso de la demagogia latinoamericana del que Chile había escapado, es así cada vez mayor.
Sin embargo, la Presidenta insiste con tenacidad en mantener la impronta de su gestión y arrastra al país por el camino que ella eligió. El pésame que dirigió a Raúl Castro por la muerte de su hermano Fidel ilustra sobre lo que hay en su mente. Calificó al difunto dictador como un líder «por la dignidad y justicia social». Se requiere una visión muy particular para estimar de ese modo a una dictadura que duró más de medio siglo, fue personalizada y heredada, logró que un país de gran potencial retrocediera en el tiempo y del que sus habitantes escapaban flotando en neumáticos. Solo podemos concluir que nuestra Presidenta considera aceptable sacrificar muchas generaciones por un objetivo que la inmensa mayoría no comprende o no comparte.
En medio de las malas cifras de Chile, las expectativas económicas muestran un leve repunte, probablemente fruto del nuevo aire que trajo la elección municipal, reforzando la esperanza de un eventual retorno al pragmatismo perdido.
Pero en el mundo, en estas semanas, sucedió mucho más que la muerte de Castro. En materia económica quedó claro que los Estados Unidos aceleraron su crecimiento durante el segundo semestre. Es casi una certeza que la Reserva Federal subirá sus tasas este mes y el mercado ya actuó -las tasas del pagaré del tesoro a 10 años subieron 60 puntos y el dólar se apreció-.
También en Chile, las tasas del bono del Central a 10 años en UF treparon 30 puntos. El rápido aumento del precio del cobre -en parte por expectativas de mayor demanda- compensó el efecto negativo de estas alzas y nuestra moneda no se depreció tanto como otras. En este escenario, el Banco Central con su nuevo presidente deberá decidir qué hacer con la tasa de política monetaria. La inflación contenida y el pobre crecimiento apuntarían a una disminución, pero las mayores restricciones financieras externas y el posible impacto en el valor del dólar y con ello en los precios, indican que esa decisión debiera ser pausada y cautelosa.
Es el plano político mundial, sin embargo, el que trajo las noticias más relevantes. En la Europa post Brexit, Italia votó por un rechazo contundente al referéndum llamado por el Premier Matteo Renzi para una reforma constitucional y que lo obliga a dimitir. En Austria, la postura escéptica respecto a Europa fue derrotada, pero tuvo un respaldo superior al 46% y la derecha conservadora francesa eligió en primarias al liberal y católico François Fillon, el líder con más opciones de convertirse en el próximo Presidente.
Con todo el mayor impacto en todos los planos es el que se producirá a partir de la inesperada elección de Donald Trump como Presidente de Estados Unidos. Por el momento, no es fácil discernir cuáles de sus dichos son intrínsecos a su carácter mediático y contestatario y cuáles serán transformados en políticas. La mejor guía es recordar que fue elegido como candidato republicano, partido que controla ambas Cámaras y que desde el Senado deberá aprobar sus nominaciones a la Corte Suprema, donde hay una vacante luego de la muerte del conservador juez Scalia el pasado febrero. Los Estados Unidos, con sus bemoles, han sido siempre y seguramente seguirán siendo una economía abierta; los temores de cierre de fronteras debieran pronto disiparse, y el gabinete que se está formando da cuenta de ello. Por lo mismo, existe la oportunidad para revertir las asfixiantes regulaciones de la época de Obama, que en parte explican la lenta recuperación económica de 2008 en adelante. El saliente Presidente, quien perdió la mayoría demócrata en la Cámara de Representantes en 2010 y en el Senado en 2014, acuñó la frase «tengo una lapicera y tengo un teléfono» y en base a ella dictó más de 250 executive orders, 230 executive memoranda e instruyó a las agencias federales a generar múltiples guidances. Todas estas acciones podrían ser moderadas por Trump y, conjuntamente con las rebajas de impuestos planteadas, deberían acelerar la actual recuperación americana. La lógica política para hacerlo es clara: en el margen fue elegido por los votantes descontentos con el desempeño económico.
Si se materializa el escenario anterior, lo que parece probable, Chile tiene una buena oportunidad para relanzar su progreso. Basta recomponer sus políticas, ya que nuestras empresas siguen siendo competitivas y el sistema financiero y el fisco solventes. Desafortunadamente, de los dichos de la Presidenta se desprende que habrá que esperar a un próximo gobierno. (El Mercurio)