Aunque no es derechamente racismo, en Chile existe un tipo de discriminación social que es más sutil, porque se da entre personas de una misma raza, que consiste en distinguir a los individuos según su tono de piel.
Se trata del «sesgo ante el tono de la piel», que atribuye distintas cualidades a las personas dependiendo de qué tan «blancos» o «morenos» sean. La distinción entre unos y otros es gradual y, además del tono de la piel, considera otros factores, como rasgos faciales indígenas, típicos entre los morenos, y rasgos caucásicos, comunes entre los blancos.
Así, por ejemplo, en Chile se suele asociar a las personas más blancas a una clase social más acomodada, ya que, por razones históricas, la élite era de ascendencia europea. Pero un reciente estudio reveló que este sesgo ante el tono de la piel también tiene un fuerte impacto en el sistema educacional chileno, ya que los profesores, así como los propios alumnos, tienen expectativas distintas acerca del desempeño escolar y de la trayectoria académica de los estudiantes, de acuerdo a si son más «blancos» o «morenos».
En la investigación, incluida en el libro «Abriendo las puertas del aula: Transformación de las prácticas docentes» –editado por el Centro de Estudios de Políticas y Prácticas en Educación CEPPE de la U. Católica y Ediciones UC–, se le entregó a distintas personas (universitarios de distintas carreras y profesores de enseñanza media) el expediente escolar de un alumno de tercero medio, el que en unos casos iba con la foto de un joven blanco y en otros de uno moreno.
El resultado fue sorprendente: Los entrevistados mostraron claramente que tenían expectativas educacionales más altas para el alumno blanco que para el moreno. Así, por ejemplo, mientras esperaban que el de piel más clara tuviera éxito en la universidad, veían más probable que el moreno estudiara en un instituto profesional o simplemente no ingresara a la educación superior.
También creían que el alumno blanco obtendría mejor puntaje en la PSU y que era más probable que el moreno quisiera ir a trabajar en lugar de seguir estudiando. Se demostró así que en el sistema educacional hay «estereotipos asociados al color de la piel», que aluden a que «los alumnos morenos son considerados menos competentes en lo académico que los alumnos blancos».
«Los entrevistados, que son personas muy educadas, han desarrollado la sensación de que las personas de piel más oscura tienen menos capacidad, menos competencia y están menos preparados para que les vaya bien educacionalmente», explica a Emol el autor del estudio, Jorge Manzi, director de MIDE UC e investigador principal del CEPPE-UC.
LOS ALUMNOS MORENOS Y DE NIVEL BAJO SERÍAN LOS MÁS AFECTADOS
El estudio realizó otras pruebas que confirmaron que este sesgo por el tono de piel ocurre independiente del género, la edad e incluso el nivel socioeconómico del alumno.
Esto último llamó la atención de los investigadores, ya que está demostrado que las personas de nivel socioeconómico alto tienen mejor rendimiento escolar. Sin embargo, constataron que este prejuicio opera en todos los niveles de la sociedad, tanto en el grupo alto como en el bajo.
«Uno podría haber esperado que en una persona de situación socioeconómica acomodada ya no iba a tener tanto impacto el tono de piel, pero apareció igual, en la gente de más alta condición socioeconómica como más baja», señala Manzi.
De hecho, se advierte que «un alumno moreno de nivel bajo se enfrenta a una doble desventaja y necesita probar sus habilidades con redoblado esmero que otros alumnos en su mismo entorno».
El trabajo comprobó además que este prejuicio no se queda sólo en las palabras, sino que «es incorporado psicológicamente por los alumnos morenos», lo que termina afectando su desempeño.
Así –mediante encuestas aplicadas a los alumnos y el análisis de sus notas–, se detectó que los estudiantes morenos suelen tener un rendimiento escolar inferior a sus compañeros blancos y expectativas educacionales más bajas.
También se confirmó que tienden a sentir menos confianza en sus propias competencias académicas en comparación con los blancos.
Manzi afirma que «lo más preocupante es que encontramos este sesgo también en las propias personas que se ven a sí mismas como más morenas. Esto no era tan esperable ni tan obvio, porque muchas veces los prejuicios están en quienes lo sustentan, pero el sujeto del prejuicio no lo acepta y no lo permite. Y aquí, penosamente, encontramos que los jóvenes que tienen la idea de que su piel es más morena sienten que son menos competentes y tienen expectativas de educación más baja que sus compañeros de curso que tienen un color de piel más clara». (Emol)