Durante mi gestión como Secretario General de la OEA pude conocer la realidad que viven las mujeres en los 34 países que conforman actualmente dicha organización. No ha sido un trabajo fácil el de las mujeres de nuestro continente por avanzar hacia la igualdad de género. Y si bien ha habido avances en la obtención de derechos, debemos reconocer que esto ha sido prioritariamente producto del esfuerzo de ellas mismas. Pero aún falta mucho por avanzar.
Por eso, no me llama la atención -como sí ocurre con muchos de mis pares masculinos- que este 8 de marzo las mujeres del mundo hayan formulado un llamado al Paro Internacional de Mujeres denominado: Un día sin nosotras.
Esta acción, como toda huelga o paro, tiene un sentido reivindicativo. Algunos preguntarán qué quieren las mujeres, si se ha avanzado tanto: hay Presidentas mujeres en América Latina y el mundo, aumenta el número de mujeres en el mercado laboral, hay leyes de cuota en gran parte de la región.
Puedo decir, después de recorrer varias veces nuestro continente y por cierto mi país, de hablar con miles de mujeres y escuchar atentamente este llamado a Un día sin nosotras, que las mujeres quieren tener derecho a una vida libre de violencia, a que no las sigan matando por el solo hecho ser mujeres, a que se reconozca su derecho a decidir sobre sus cuerpos, a ganar igual salario que los hombres por el mismo trabajo, a jubilaciones dignas e igualitarias, a que se reconozcan como trabajo las tareas del hogar y del cuidado que realizan millones de mujeres en el mundo, a participar en igualdad de condiciones en la vida pública, y a que los hombres participemos en igualdad de condiciones en las tareas de cuidado y del hogar.
Por estas potentes razones, me sumo apoyando férreamente el llamado a Un día sin nosotras, este paro de las mujeres en Chile y el mundo, y llamo a los hombres a hacer lo mismo. A imaginar un día sin mujeres. Muchas veces nos equivocamos, y no estoy exento de eso, pero hoy mi compromiso es ponerme los lentes de género.
Todos/as saben que aspiro a ser el próximo Presidente de Chile, y estoy convencido de que así será. Por lo mismo, me comprometo desde ya a la instalación de la paridad en todos los órganos que son de nombramiento del Presidente de la República, a reformar la ley de igualdad salarial que incorpore sanciones a su incumplimiento, a avanzar en derechos sexuales y reproductivos, y a dar prioridad en la agenda de seguridad ciudadana a la violencia de género, implementando mecanismos eficientes para su erradicación.
Este 8 de marzo hago mías las demandas de las mujeres chilenas, de las feministas, de las trabajadoras de casa particular, de las obreras, de las estudiantes, de las profesionales, de las mujeres de la tercera edad, de las mujeres madres, de las mujeres lesbianas, de las mujeres trans, de las mujeres de pueblos originarios, de la diversidad y riqueza del 50% de nuestra población. (El Libero)
José Miguel Insulza