EN MARZO se pondrán en juego diversas dinámicas que configurarán el escenario político de este año y cuyo desenlace serán las próximas elecciones presidenciales y parlamentarias del 19 de noviembre. A su vez, el resultado de éstas definirá, por un tiempo, hacia donde se moverá la sociedad chilena. Excluyendo los que atañen al gobierno, que merecen un análisis propio, conviene observar en marzo algunos de los siguientes procesos.
En el curso del deterioro de nuestro sistema de representación política, la “crisis del refichaje” de los partidos puso en evidencia su disminuida convocatoria y puede culminar en una implosión del actual sistema de partidos. Uno tendería a pensar que ello no sucederá finalmente, pero de ocurrir puede tener consecuencias imprevisibles. De relativizarse la primaria legal del 2 de julio de la Nueva Mayoría -como se ha insinuado en estos días-, ello podría profundizar la crisis de legitimidad no solo de este conglomerado sino del conjunto del sistema político. rán este año los movimientos sociales. Es claro que los actores políticos y el gobierno se comportan de una manera muy distinta si existe o no “la calle”. Es uno de los pocos factores que logra mover los límites del debate político y programático. Cuando la conflictividad social declina, la “política institucional” vuelve a su ensimismamiento y se instala un cierto conformismo conservador. En las próximas semanas se le podrá tomar el pulso al alcance que tendrán las movilizaciones sociales este año.
En la derecha, marzo será decisivo para saber la suerte de la candidatura presidencial de Sebastián Piñera, nuevamente envuelto en conflictos de interés y de eventual uso de información privilegiada, con el agravante de que esta vez sería desde su condición de gobernante. Se sabe que el electorado de derecha tiene una alta tolerancia frente a los temas de probidad que afectan a sus candidatos, pero eso tiene un límite (caso Fillon en Francia).
En cuanto a la Nueva Mayoría, su proyección se jugará en la decisión de la DC de participar en las primarias del 2 de julio o ir a primera vuelta con candidato propio. A su vez, la orientación programática antineoliberal versus un “neoliberalismo compasivo” se dirimirá de manera importante en las elecciones internas y primarias presidenciales del PS y en el perfil que finalmente adopte la candidatura de Guillier.
Por último, resta ver si el Frente Amplio logrará resolver exitosamente la ecuación entre ser izquierda y una opción ciudadana amplia a la vez; si podrá zanjar las complejas definiciones de liderazgos, organizativos y programáticos que ello conlleva, superando su tendencia a la fragmentación identitaria. Su test final serán las elecciones y si su apoyo se acerca más al 20% o termina rondando el 10%. Hacer regresar a los votantes desencantados será decisivo, lo que no se ve simple.
Llegó marzo, en un año de definiciones electorales que se presenta como el menos estructurado y el más incierto desde el año 90. (La Tercera)
Ernesto Aguila