FF.AA. y catástrofes naturales

FF.AA. y catástrofes naturales

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No hay duda alguna de que la misión esencial e irreemplazable de la Defensa Nacional es disuadir cualquier amenaza y, de materializarse, emplear la fuerza para superarla. También creo que está lejos de ser una tarea importante de las FF.AA. combatir incendios forestales. Del mismo modo, concuerdo en que ojalá el país contara con una Onemi y una Conaf mucho más robustas y eficientes.

Lo anterior no obsta para que, en el contexto de la flexibilidad de sus capacidades -sin desnaturalizar su misión esencial-, las FF.AA. puedan, entre otras tareas, ser un instrumento importante de la política exterior; contribuir eficazmente a la mitigación y estabilización de zonas devastadas por desastres naturales; ejercer vigilancia sobre los espacios aéreos, marítimos y terrestres bajo responsabilidad nacional, especialmente en áreas lejanas o en fronteras porosas; cooperar a mejorar la calidad de vida de la población en territorios aislados, etcétera.

Lo expuesto precedentemente es lo que ocurre -sin ningún trauma- en todos los países desarrollados del mundo occidental. No se trata de suplantar ni a las autoridades civiles ni las tareas de las policías. Se trata de que el Estado use todas sus capacidades en forma eficiente, racional, coordinada y debidamente normada.

Una clara, fundada y responsable conducción política de las FF.AA. es indispensable para lograr lo anterior, especialmente dadas las realidades del panorama de seguridad actual, a nivel mundial, regional y nacional. Llama la atención que tres distinguidos académicos asuman una postura tan reduccionista y extrema respecto de las FF.AA. Tal vez se quedaron en el pasado. Son ellos los que deberían asumir el «fin de una época».

Pareciera que detrás de dicha postura estuviera el prejuicio ideológico de minimizar, en toda circunstancia, la importancia de las FF.AA.; de excluirlas de una eventual nueva Constitución y de exacerbar la desconfianza entre el poder político y la sociedad respecto de sus FF.AA. Los extremos, en términos de dogmatismo e ideología, han demostrado empíricamente ser poco eficientes y perjudiciales para los países. Por el contrario, los consensos, la colaboración y las posturas moderadas tienden a lograr los mayores éxitos en las sociedades. (El Mercurio)

Óscar Izurieta Ferrer

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