El poder tiene sus códigos y por ellos se rige la política, así como las distintas actividades en que se ejerce alguna cuota importante de poder. Aceptar esas reglas supone lamentablemente un cierto grado de cinismo, ese que viene con la constatación reiterada de que la realidad es como es, porque los seres humanos somos como somos.
El fin de semana pasado la presidenta de la DC manifestó en una entrevista su convicción de ir a primera vuelta, declaración acorde con las voces de su partido que reivindican la condición de partido de centro propia de la falange. Sin la DC una coalición de centroizquierda se convierte simplemente en una coalición de izquierda, dijo Jorge Burgos. Bien pensado, pero tarde.
Los democratacristianos han tomado una serie de decisiones que los hizo ir perdiendo la posición que corresponde a su vocación socialcristiana. En términos estratégicos, la opción de incorporarse a la Nueva Mayoría, apoyando el liderazgo electoral de la Presidenta Bachelet y su programa sin haberlo leído, al decir de un importante dirigente, significó cruzar la línea hacia la izquierda. Ese tránsito es muy rápido en un sentido, pero mucho más lento a la hora de devolverse.
Entonces, la referida afirmación de Jorge Burgos se vuelve irrelevante, porque la Nueva Mayoría es una coalición de izquierda con la DC adentro, no fue necesario que saliera. La DC se enfrenta así con una realidad muy adversa: formando parte de esta coalición y de este gobierno, ya resignó la herramienta de negociación que significaba su papel moderador.
Un golpe de timón requería efectivamente separar aguas de la izquierda y presentar una candidatura presidencial en primera vuelta. Pero la dirigencia DC hizo una mala lectura de lo que pasaba en sus partidos aliados, principalmente en el PS, y creyó que el expresidente Lagos llegaría a la primaria, con lo que ellos podrían rearticular un eje de centroizquierda tras esa opción, aunque fuera derrotada en la primaria. Para ese escenario se prepararon y, por eso, eligieron como abanderada a Carolina Goic y no a Mariana Aylwin, que era la verdadera candidata para primera vuelta.
Hoy la realidad es que no tienen una candidatura con la convicción de alternativa opositora que se requiriría para una primera vuelta, tampoco la senadora Goic cuenta con un mínimo de respaldo electoral y las modelaciones indican que si la DC va directo a noviembre, con una lista parlamentaria propia y en solitario, cuando mucho puede aspirar a 10 u 11 Diputados.
En este escenario solo puede imponerse la fría lógica del poder, los diputados DC no van a resignar sus cargos para defender una identidad que ya está bastante perdida. Hoy la DC está mucho más identificada con Yasna Provoste que con Mariana Aylwin, con Gabriel Silver más que con Gutenberg Martínez.
Parafraseando a Groucho Marx uno podría decir: “Estos son mis principios, pero si los números no dan, también tengo estos otros”. Todos tras Guillier, formaditos y en línea, con la mejor negociación parlamentaria posible. Eso dictan los códigos de la política. (La Tercera)
Gonzalo Cordero