Curioso el caso de Magallanes. Concentra menos del uno por ciento de la población de Chile. Sus familias más afortunadas, y parte de su clase media, empezaron a abandonarla antes de la mitad del siglo pasado. Sin embargo, tiene empinado a uno de sus hijos, el joven Gabriel Boric, entre los cinco políticos mejor evaluados del país, y a otra, Carolina Goic, de candidata presidencial. ¿Qué tiene Magallanes que produce figuras de este alcance? ¿Qué rasgos de carácter pudo haber dejado en ellos ese origen compartido?
Podría ensayar una respuesta basada en antecedentes objetivos. Recordar por ejemplo su condición de finis terrae , que hizo de Magallanes un lugar que alimentó y sigue alimentando las fantasías de personas situadas en todos los rincones del planeta. O su clima frío, húmedo, lluvioso, ventoso, bajo el cual se formaron pueblos que aun extinguidos nos siguen interpelando por su misterio y su resistencia. O su extendida condición de colonia, que hizo de su poblamiento y desarrollo un asunto inducido y premeditado -o, mejor dicho, una empresa titánica-, no un despliegue natural o espontáneo. O su temprano, acelerado y diversificado crecimiento económico, basado en la ganadería, la minería, el comercio y la actividad industrial. O, en fin, su diversidad y cosmopolitismo, fruto de la migración de chilenos del centro y sur del país (especialmente de Chiloé), así como de italianos, ingleses, alemanes y croatas, y de la intensa actividad portuaria y comercial de Punta Arenas.
Podría destacar también el surgimiento de grandes fortunas, y familias que tenían más raíces en Buenos Aires y Montevideo que en Santiago. O el anticipado surgimiento de una clase media ilustrada que disponía de un sistema educacional y de un ambiente cultural que no tenían mucho que envidiar a los de la capital. O la creación de un fuerte y combativo movimiento obrero ya en los albores del siglo 20, que se proyectó en una robusta presencia política de la izquierda. También destacar que en su territorio se desplegaron grandes procesos históricos, como la industria ganadera y la explotación petrolera por el Estado, así como la resistencia a los planes de privatización y liberalización, que la volvieron un baluarte en la lucha contra la dictadura. Asimismo podría subrayar que, después de la Metropolitana, Magallanes es la región que presenta el más alto Índice de Desarrollo Humano del país, con un nivel de desigualdad marcadamente menor que el promedio nacional.
Todo eso ayuda a entender de dónde vienen Boric y Goic. Pero dispongo de una fuente más subjetiva, pero a la vez más cercana. Mi madre era magallánica. Lo pongo así porque fue como ella se definió a sí misma durante toda su vida: no mujer, no madre, no bibliotecaria, no chilena: magallánica. Aunque se trasladó con su familia a la zona central a los 14 años y aquí vivió hasta su muerte, su parentela, amistades y referencias vinieron siempre de Magallanes. Pienso que ahí se formó su carácter fuerte, sobrio, práctico, independiente; que allá aprendió a convivir con todo tipo de personas, a practicar una solidaridad que no pregunta ni se envanece, a encarar el frío y el viento en contra, a mirar el horizonte.
Boric y Goic son magallánicos. Esta última -ya llegará la hora del primero- se ha propuesto un desafío colosal: alcanzar la Presidencia de la República. Cuando se trata de una magallánica, todo es posible. Para conseguirlo quizás deba liberarse de la solemnidad y de los límites de Santiago para reencontrarse con la libertad, limpidez y osadía de quien nació en una ciudad que mira el Estrecho, y que tal como dice John Berger a propósito de Lisboa, «ha sido azotada por demasiados vientos para ser nostálgica».
El Mercurio/Agencias