El Frente Amplio (FA) es una coalición de pequeños grupos políticos, un movimiento abigarrado cuyas disputas y ambiciones personales parecen ser más intensas cuanto más difuso es el proyecto colectivo. Si logran articular una estrategia común harían una contribución, de lo contrario proyectarán las mismas insuficiencias que imputan a los demás.
El aire refundacional y descalificador no dio los frutos que esperaban; no dura mucho erigirse en jueces políticos y morales de los demás. En sociedades complejas es difícil convenir acuerdos parlamentarios, articular una visión coherente de la sociedad futura, presentar propuestas viables, vincularse a las organizaciones ciudadanas, estructurarse a lo largo del país. Nada de eso es fácil ni hay atajos. Los resultados se muestran con años de trabajo sistemático y actitud coherente. Fue incoherente participar en el proyecto educativo del gobierno y luego abandonar a mitad del camino. Y que parlamentarios del FA votaran igual que la derecha en contra del proyecto de educación superior.
Las recientes disputas públicas por candidaturas podrían transformarse, sin embargo, en una oportunidad para que el Frente Amplio repiense los problemas de Chile desde una perspectiva más madura. Varios de sus miembros son personas de alta calidad y constituyen un capital valioso para Chile. Ellos pueden alentar una mayor participación de los jóvenes en la vida política y en la sociedad civil. Pueden ser una fuerza crítica que obligue a la centroizquierda a innovar y renovarse.
El test principal a que se verá sometido el FA será la forma como resuelve la disyuntiva entre la convergencia de los progresistas o el ataque a la Nueva Mayoría. Algunos de ellos consideran que el camino es debilitar a la centroizquierda, incluso destruirla para reemplazarla. Ese camino, además de inviable, ayudaría a la derecha, con riesgo de instaurar un periodo largo de regresión democrática y social. La opción constructiva es poner en el centro los valores y objetivos comunes y debatir cuál es la mejor forma de alcanzar la inclusión social, la participación ciudadana, el resguardo de los derechos de todos. La actitud positiva es confrontar ideas para alcanzar un crecimiento más rápido, ambiental y socialmente sostenible, para estimular el emprendimiento y la innovación, con desarrollo científico y tecnológico, con nuevas formas de energía y desarrollo digital. El progresismo de futuro también debe cuidar la seguridad de las personas, con prioridad a las familias vulnerables. Es en torno a este tipo de ideas, y respetando las legítimas diferencias, como se debería enmarcar la competencia y la relación entre el FA y la centroizquierda en este periodo crucial de la campaña presidencial. Repensar esta relación es un desafío importante para el FA, si su verdadero propósito es que triunfe el progresismo en la segunda vuelta electoral. (La Tercera)
Sergio Bitar